domingo, noviembre 30, 2008

November

The things we do and we don't.
The deep breath before the tide.
The thoughts that wonder over our closed eyes at night.
The unspoken sight, the flesh and the eager
trembling.
Are these the things that keep us alive?
Is this what uncovers an unsatisfied soul?
Beauty and pleasure won't suffice
for there is more lingering in the darkness,
just before sleep takes us over.
lf.

viernes, noviembre 28, 2008

Cansancio

El cielo está blanco y promete un día entero de frío. No tengo tetera, ni piano, ni una novela empezada. Sólo trabajo. Huyo y me refugio en este blog abandonado y me repito que unas líneas pueden salvarme del horizonte. Hace unos días encontré un alacrán diminuto sobre el techo. Era tan pequeño que cabría en el círculo de mis anillos. S. lo bajó con un vaso y un papel, y otros miembros de la familia reclamaron su muerte. Hubo en nuestras miradas la complicidad de los amantes y S. lo llevó cinco pisos abajo para que conociera la selva del jardín frontal... desde entonces sueño que soy ese alacrán diminuto sorteando por la vida gritos que claman mi muerte. lf.

domingo, noviembre 09, 2008

Pátzcuaro, post atrasado del fin de semana anterior


Escribo envuelta en un rebozo que huele a pueblo, a tierra y pan dulce, y es que, a pesar de los llamados de mis múltiples obligaciones, no acabo de regresar de la tranquilidad de Pátzcuaro. Van aquí las primeras impresiones del que deseo sea el primero de muchos viajes:

Viernes
Llegamos, invitados por no sé que extraña coincidencia, junto con la luz dorada de la tarde. En el centro, una amplitud inesperada y el mercado como una fiesta que caída la tarde se levanta perezosa y vuelve a casa. Pero ahí no se acaba la música, con lámparas y faroles se llena de vapores y humos la noche: descubrimos las corundas, nos enmielamos en camote y enterramos los dientes en la más deliciosa cocada. La noche se extiende y lo que sigue es el reconocimiento de una amistad desconocida pero anunciada, sus largas explicaciones de lo que vendrá mañana y una sornisa amplia y duradera. Duermo con un poco de miedo: temo siempre a los estudiantes que desconozco.

Sábado. Me trepo al cochesito-maraca de nuestra amiga y anfitriona con el único café que pude conseguir a las 7 de la mañana: un capuchino de máquina del oxo. Salimos del pueblo y andamos por cerros y nubes al rededor de 1 hora y media para llegar por fin a Paracho. En su plaza, mujeres de largas trenzas conversan y bordan con punto de cruz casi sin ver la tela. Hace frío. Nos instalamos en un salón de la casa de la cultura y poco a poco van llegando hablantes nativos de p'urhépecha: profesores de primaria y secundaria, otros que no son profesores pero que enseñan su lengua, uno que otro universitario, un hombre reconocido al que todos se levantan a saludar. Y al principio yo hablo y hablo y sus rostros son todos silencio, que si soy gringa, que de dónde mi nombre y mi trabajo, hasta que por fin me van regalando sonrisas y me cuentan de sus clases y de lo que piensan. Hay en ellos tantas ganas y tanta atención que me siento inmensamente afortunada pero a la vez siento mucha responsabilidad. A la hora del almuerzo van y comen borrego, a la hora de despedirnos me dan la mano y me sonríen "A ver si nos vemos otra vez" me dicen, y con esa voz nos vamos de Paracho.
Durante la tarde en Pátzcuaro vemos de lejos el lago, tomamos café y helado en la plaza, compramos un mantel para esta pobre mesa que lleva años desnuda. Me sabe a poco esta estancia. Encaramados en un balcón S. y yo nos tomamos un cerveza de despedida y decimos en voz alta lo que estos meses de vuelta en México nos han dejado claro: aquí parece como si todo estuviera por hacerse, y si la gente se decide, hace, y cada noche es una promesa, y el verde, la gente y las palabras, y el sol, el maíz y la tierra, y los coyotes que se atraviesan por la carretera, y los colores, los sabores, los aromas, se le van a uno metiendo bien dentro y haciendo nido hasta que uno se siente de nuevo en casa y da gusto estar de vuelta, aunque todo parezca un desgarriate, da gusto estar de vuelta. lf

sábado, noviembre 01, 2008

Mamá Luisa

Y que esta noche cierto olor a miel te traiga a mi casa.
Que al llegar encuentres la mesa que he puesto para ti:
que bebas el agua y deambulen tus dedos sobre los pétalos de las flores.
Que te sean placenteros los antiguos sabores de la tortilla y el queso fresco, del aguacate y el pan y el tequila, y ese dulce para niños que te acompañó los últimos años de tu vida. Que justo antes del alba tus manos jueguen por igual con la muñequita rusa y con el rosario. Que antes de marcharte te asomes casa adentro y me des como siempre, como antes y aunque esté dormida, tu bendición. lf.