martes, julio 31, 2007

Diario de verano: Salamandrina lingüística

Hoy el día ha estado lleno de sorpresas: primero volvió el trabajo extra-tesístico, luego me ví contagiándole a una amiga las necias y caras pasiones por los cómics y las tintas de dibujo, y al final del día, huyendo del calor de los 40ºs ví por primera vez dos salamandrinas cortejándose en la terraza de un bar. Hablábamos de las traducciones de baladas húngaras, de la obsesión por corregir los textos y de las costumbres de socialización mexicanas cuando le preguntamos a un buen amigo por qué los españoles no saben estar en su casa "¿Para qué?" -respondió él- "si hay tanto que ver en el mundo. ¡Mira ahí, ahí hay dos salamandrinas persiguiéndose bajo la farola!" y la observación no era metafórica. "Son dos lagartijas" dije, "Que no, que son salamandrinas" y entonces nos acercamos a ver los animalitos: dos lagartijas güeras con grandes ojos negros y dedos redonditos.

Pedimos otra chela y seguimos hablando de cosas varias hasta que caí, como hago últimamente, en esa disertación en la que afirmo que la investigación lingüística se encuentra en una fase descriptiva, en la que los avances de la lingüística cognitiva, sopesados con la psicolingüística y comparados con la aplicada no dan resultados contundentes: se nos sigue escapando la esencia de la producción del lenguaje, de su comprensión y continua recreación, y si algo llegamos a vislumbrar será acaso la punta de una uña de la patita izquierda de la salamandra lingüística. Lo nuestro es observar, preguntar (o al revés) y proponer respuestas, siempre sin certeza.

Entonces el Jimmy preguntó "¿Pero te gusta más la literatura que lo que haces?" Y tuve un momento de flaqueza, porque la literatura es por sí misma de una belleza arrebatadora, pero la lingüística me regala siempre sorpresas que dan por lo menos la ilusión del orden y el conocimiento. Imaginen a la Blu sentada frente a su mac leyendo una nómina de léxico disponible, específicamente el centro "Profesiones y oficios". Aquello empieza con una lista bastante previsible maestro, abogado, doctor y se va alargando gerente, secretaria y retejiendo en una homogeneidad somnífera estudiante, camarero, cuando de pronto aparece vagabundo ¿Vagabundo? ¿Ser vagabundo puede considerarse una profesión u oficio? y luego más, espectador, mentor, prisionero... y de pronto sonrío con la idea: la asociación ha escapado a "profesiones y oficios" para hablar de la "condición humana". En el primero uno elige como parte de su destino ser panadero, técnico, electricista, en el segundo el destino impone espectador, prisionero, enfermo. Y en esos momentos, en los que creo atisbar un movimiento del pensamiento en los que me parece ver en el lenguaje las condiciones más primigenias de la humanidad, soy inmensamente feliz, como si poseyera un secreto de poderes inmensurables, como si acabara de revivir la elegía diez de Stanescu, y la entendiera. Entonces tengo que admitirlo: sí, a veces la lingüística me gusta más que la literatura.

Suspiro profunda y acaloradamente en la media noche madrileña, lo que no le he dicho a Jimmy es que la mayoría de los lingüístas me tirarían a loca (lo que es cierto) y que seguramente descartarían estas interpretaciones del corpus como "poco fundamentadas", y que además detrás de esas ilusiones de conocimiento hay un chingo y medio de curro, mientras que para leer a Stanescu he necesitado sólo un golpe de destino que me llevara a la mesa en la que descansaba su libro en medio de un antiguo pueblo feudal español. De pronto la literatura y la lingüística son para mí como esas dos salamandrinas en la terraza, una persiguiendo a la otra entre las luces y sombras de la noche para acabar juntas en la madrugada, acurrucadas en la misma madriguera. lf

domingo, julio 29, 2007

Diario de verano, domingo 39ºs


Tengo que salir y levantar el toldo, pienso tumbada en el sillón verde mientras pondero el inexplicable milagro que trajo nubes a esta tarde y ha disminuído de 41 a 39ºs. Pero no me levanto y sigo ahí tumbada, como la desnuda de Modigliani con el cojín amarillo reblandeciendo las facciones de un sueño post-amatorio, con esa pared roja haciendo tiernos esos enormes senos puestos al cielo, con esas caderas ligeramente torcidas para que Modigliani pueda verlas bien, y pintarlas como si fueran una promesa. Yo no estoy desnuda, ni tengo el cabello rojizo, ni soy una promesa, pero estoy deliciosamente tumbada en el sillón verde, ponderando el milagro de las nubes en una tarde de verano.

No me levanto a subir el toldo, en parte porque eso implicaría más violencia que la de mi cuerpo levantado. Tendría que abrir la puerta de la terraza, esa corrediza a la que se le ha roto la rueda que permite su fácil desliz, de manera que abrir la puerta implica levantarla y arrastrarla a un lado construyendo con ello un ruido corto más detestable, metálico y profundo, como si cada vez que uno abriese la puerta triturara un puñado de nueces de cobre, dispersando sobre el suelo infinitas astillas dolorosas.

No la he visto, pero el persianista me dijo que eso era lo que le pasaba a la puerta "Tiene la rueda rota", y yo le creí, y ahora pensar en la puerta es pensar en la rueda rota. Cómo se parecen todas las cosas, pensar en la puerta y en la rueda rota es como pensar en la loca del pueblo. Hace meses que no la vemos. Antes andaba por ahí, casi siempre descalza y con los pies hechos un Cristo de sangre y suciedad. Andaba por las calles del pueblo, con su flacura tirándole una joroba y los ojos bien abiertos, viendo, en primer plano su mano hecha un gesto de cigarro, a veces con él, otras sólo imaginario, y luego el mundo, la calle comercial, los autos, los establecimientos y los transeúntes. Yo. Yo estoy frente a ella y ella me mira con sus ojos claros y sus cabellos enmarañados, me mira y fuma y no detiene su paso ensangrentado, me mira y por un instante me sabe: yo, quién y cómo soy, y existo en su mundo siempre andado, una fracción de segundo. Luego su mirada me traspasa, no soy para ella puerta ni rueda rota, ceso de existir, y ella sigue andando con su ropa nueva pero sucia, con una madre o una hermana o una tía en algún lugar comprándole siempre zapatos nuevos que ella pierde en cualquier plaza. Pero no todos son como yo, hay gente o cosas que para ella existen y entonces la puerta hace un chirrido y se abre y toda ella se transforma. De pronto su gesto es algo más que el de la espera, anda con más violencia, no necesariamente más rápido, sólo con más fuerza; pierde un poco el equilibrio y se tambalea, pero no como un borracho, sino como alguien que pesa demasiado y no puede controlar su propia carga, y entonces su rostro se descompone, siempre en sufrimiento, y sus ojos se llenan de dolor y de rabia y grita cosas. Casi siempre nos manda a todos a la mierda, tres veces, siempre tres veces; pero otras, las astillas de sus recuerdos se cuelan al mundo y ella anda por ahí, repitiendo también tres veces sus confidencias, como cuando recitó los trozos de una canción en la que un gato gris o azul le endulzaba los labios y luego escapaba por la ventana, y así hasta que quién sabe cómo se cierra la puerta.

Tengo sed y la piel sudorosa. Si alguien me raspara la piel con una espátula, se iría rompiendo en blancas grietas una delgada pero bien formada capa de sal. Podría recoger de mi cuerpo kilos de sal, sal humana, no sal de lágrimas, sal de piel, de cuerpo, de divagaciones de una tarde de verano en un sillón verde. Sería peligrosa, con ella se podría amasar una rueda blanca y poco estable, una nueva piedra de la locura, una locura que iniciaría ponderando el milagro de las nubes en una tarde de verano.lf.

viernes, julio 27, 2007

The unstrung thesis, Huiquihomenaje a Gorey

Orden del día:
1.- Despertar soñando primero con mi madre dormida entre dulces diseños orientales, luego con lastimarme los pies descalzos en El ensayo de la ceguera, salir huyendo y encontrar en la puerta a Saramago, vestido con traje de tres piezas, un reloj de cadena de oro y lentes de Pessoa.
2.- Escribir el análisis correspondiente al centro de interés 8 "Juegos y distracciones" para la tesis (no es broma). Sonreír ante los vocablos insomnio, sentarse afuera, follar.
3.- Comer sardinas, sucumbir en un sueño sudoroso de tarde de 40 grados.
4.- Soñar otra vez con mi madre y yo en una casa muy grande con local para una pastelería.
5.- Despertar trabajosamente, beber café frente al ventilador releyendo a Gorey y sintiendo cargo de conciencia por no estar haciendo el análisis de la segunda nómina del centro de interés ocho.
6.- Ver a S. leer el poemario que le regalé y sentir una vergüenza en el estómago, parecida a los espasmos infantiles causados por comer demasiados garbanzos verdes con salsa valentina y mucho limón en el pueblo de mi abuela.
7.- Encontrar a Mr. Earbrass sufriendo un espasmo parecido, Huiquihomenajear y reír:

THE UNSTRUNG HARP, una página de la obra de Edward Gorey


Mr. Earbrass has been rashly skimming through the early chapters, which he has not looked at for months, and now sees TUH for what it is. Dreadful, dreadful, DREADFUL. He must be mad to go on enduring the unexquisite agony of writing when it all turns out drivel. Mad. Why didn't he become a spy? How does one become one? He will burn the MS. Why is there no fire? Why aren't there the makings of one? How did he get in the unused room on the third floor?

THE UNSTRUNG THESIS, huiquihomenaje a Gorey de lf

Mrs. Cat has been distractedly rewritting the last 8 minichapters of her thesis, which she hadn't even thought about in weeks cause she had been writing lousy erotic poems with schematic illustrations. Now she sees both, her thesis and her poems, for what they are. Dreadful, dreadful, DREADFUL. She must be mad to go on enduring the unexquisite agony of writing when it all turns out into some kind of strange metalinguistics, and no rhyme at all, in any case. Why didn't she become a rabbit? How does one become one? She can't burn the thesis, she needs the degree. Why is there no fire? Why aren't the makings of one, with marshamallows? How did she get into the unused room of her neighbours house?

Anden, vayan al:
Manifiesto por una literatura huiqui

8.- Vale. El análisis de la segunda nómina del centro de interés 8, me espera. ¿Por qué tengo la impresión de que somos los únicos que no andan por ahí de verano? ¿Será porque todos los de la barra de la derecha están viviendo la vida en vez de escribir su blog? (Joke) lf.

jueves, julio 26, 2007

¡Feliz tarde-cumpleaños al Gatoooooo!

El 17 de julio este blog cumplió dos años de vida. Descubro que desde entonces el diario personal ha disminuido sus entradas, pero a cambio han vuelto los garabujos, los intentos poéticos y... la desvergüenza digo yo (joke). Acabo de darme cuenta de que una amiga virtual, no del blog sino de la lingüística, me conoce mucho más de lo que creía por este espacio y por los otros que rondan por ahí. Pienso en cómo uno imagina a un posible lector y a la vez se va tejiendo una coraza para que el mundo, que puede leer y ver lo que aquí ponemos, no nos importe gran cosa. En el recuento de estos años guardo celosamente las nuevas y viejas amistades, las confidencias a voces y los mensajes cifrados, esta frágil, deliciosa existencia surgiendo del teclado cada noche. Feliz cumpleaños querido Gato lleva a otro Gato, no irás a parar debajo del escritorio, con el resto de las amadas libretas, no todavía al menos.

Let's laugh

martes, julio 24, 2007

Verano

En España, a medida que el verano avanza y los grados suben, la vida se sumerge lentamente en una atmósfera que sabe a sueño detenido. Las calles del pueblo se van vaciando, el número de motocicletas con su ruido infernal también disminuye, las señoras de más de cincuenta años se ponen faldas de flores y sentadas en el bar agitan vigorosamente abanicos de todos colores, las jóvenes se ponen tirantes, faldas diminutas, chanclas con las que es imposible caminar y andan por ahí con un cigarro o una paleta en la boca, jugando a ser irresistibles. Los perros sufren un jadeo insoportable, los murciélagos se ocultan, el bar de enfrente cierra por vacaciones. Al final nos quedaremos los chinos de la esquina y nosotros, solos en el pueblo. Soledad de verano de tesis... la última semana me he negado a ella. Con paciencia de joyero que hace filigrana me he dedicado a inventar y pulir un pequeño regalo, de volver de alguna manera a aquello que me ganó la visita imprevista de un joven en jeans raídos con un Inventario o una Rayuela bajo el brazo. El resultado, a pesar de mis esfuerzos, es un cachito de metal escupido por la tierra y dulcemente pulido con mis manos: una pepita de cobre con sabor a verano. lf.

domingo, julio 22, 2007

sábado, julio 21, 2007

Quieta Carrara



Postrada, en inútil resistencia, en frágil, incrustado equilibrio, espero. No me quedan ojos que lo constaten, pero sé que soy vista. Alguien viene y me observa, hay quien sobre mí derrama relámpagos artificiales, se marcha, me olvida. Ese alguien se multiplica, y gracias a una voz dotada de lenguas no hay día que alguien no detenga en mí su mirada. Acaso esa voz me ame... ¿será posible? tras todos estos años ¿podrá su vista tan acostumbrada a mis formas, amarme? Si tan sólo le fuera concedido tocarme, como en las estaciones soleadas en las que siento el calor del sol arrastrase por esa ventana hasta trepar por mi cuerpo, hasta darle descanso a estos pezones de frío erguidos. Pero no, yo que estoy ciega, que carezco de rostro, de paso y yemas dactilares, no puedo ser tocada. Postrada, en inútil resistencia, en frágil, incrustado equilibrio, espero: su mano posada en mi espalda, diminuta y tibia ¿cuándo se atreverá por fin a empujarme? Imagino entonces una existencia diversificada, un ser en astillas dispersas por el mundo, una vuelta, como todos, a la tierra. lf.

viernes, julio 20, 2007

París, día 3, 12/07/07, día laargo, noche de blogueros

El día fue largo, pinto tres postales hasta sumergirnos en la noche de los blogueros:

Postal 1, El Louvre.



Cuernito con mermelada, café olé, un galuasillo matinal ¡fuera! Empezó la competencia para más-mirar el Louvre en medio de un día nublado. Entramos sin sigilo como buenos turistas a ver lo que se supone que hay que ver. Es decir, a saludar al póster de la Monalisa a 10 mts. de distancia, tras un cristal y un chingo de turistas con cámara. ¿Quién se cree que esos cuadros, al alcance de un mocoso de tres años que ose estirar la mano, son los verdaderos? No creo que importe mucho, la mayoría de la gente ya no va a ver los cuadros, sino a tomarse una foto con ellos para que quede constancia de que estuvieron ahí. El cuadro les vale madres. Como sea yo fui feliz con la colección egipcia y, por la tarde a esculturas griegas varias. Prometo pormenores en postales posteriores.

Postal 2, Pato a la pantunfla


En el inter nos escapamos a una comida con pato que nos invitaron una amiga inquieta que para burlarse de sí misma dice tener cerebro de pantunfla, y un sabio sonriente con una mano de madera oculta, junto con su historia, en un guante negro. Son los seguidores del Santo Santiago, los que en su nombre han vivido aventuras por todo el mundo, los que por él protegidos van tejiendo historias. De ellos aprendemos siempre que, con la edad, las energías y la sed de aventura debe ir in crescendo.

Postal 3, Balthus y esculturas vivientes



Entrada ya la tarde nos arrastramos, agotados, por las escaleras eléctricas del Pompidú. Vimos nuestros primeros Kandinskis, Pollocks y Modiglianis, pero fue con Balthus con quien tuve que frenar mis manos. De pronto el cuadro no era eso, sino una escultura de arena desvelando un sexo ténuemente iluminado. Que la imagen surja así de la textura es sublime. S. tuvo que arrastrarme lejos del cuadro, recordarme que teníamos una cita, y me prometí volver a ese cuadro, algún día, mientras las esculturas vivientes le daban la espalda a París y vigilaban nuestra huída con su alma vaporosa.

La noche de los blogueros

Corrimos, literalmente, por las calles de París en busca de su cementerio. Ahí habíamos quedado de vernos con Harmodio, a quien no conocíamos y a quien le había dado por referencia, como si todo el mundo se citara en el Panteón, que llevaría una bolsa inconfundiblemente amarilla. Al llegar lo reconocimos junto a otros dos amigos que sí conocíamos. Me sorprendió que fuera más joven de lo que yo lo imaginaba, que no sostuviera en frágil equilibrio a su amada bicicleta que si no mal recuerdo se llama Valkiria, que no llevara puesta una camiseta inconfundiblemente mexicana. Antes que las preguntas sus ojos llevaban escudriñándonos -sí, bolsa amarilla- toda la explanada. Musofóbico de mirada oscura y curiosa, nos llevó a un bar que dice es mítico, tendría que serlo llamándose el Pantalón y teniendo una perra regordeta inspeccionando alegre las piernas de todos los clientes.

Hablamos un poco del blog, él dijo que era curioso cómo uno se forma imágenes de la gente, pero no me dijo nada sobre cómo me había imaginado. Conversamos también sobre ex-oruga gritona, nos confesamos fans y concluimos que si vive en Venado Tuerto es porque está terriblemente enamorado. Pronto la conversación derivó hacia los corpus lingüísticos, la programación y los tipos de léxico. Logramos que nuestros amigos mexicanos, padre e hija, se bebieran 3 chelas a pesar de la tarea de francés y los proyectos sobre los cuales dar cuenta y se quedaron hasta poco después de que llegó el resto de la banda hispano-francesa.

¿Debo nombrarlos? Ninguno lee mi blog así que supongo que da igual: llegaron el Copista, Hanna y Marcos. Su llegada fue contundente, cargada de acentos locales, de delicias lingüísticas sin contaminar por su estancia en el extranjero. Aunque Hanna se dedica a la investigación sobre el exceso de vida y la incapacidad de morir de las células cancerígenas, también escribe, así que en tanto el Copista le entregó a Harmodio una copia comentada de su novela (sí, la tan anunciada, sufrida y extrañada en Malversando), aquello se convirtió no en un taller literario, pero sí en una reunión de talleristas que se conocen muy bien. Me sorprendió que estuvieran tan seguros de su arte y del de sus compañeros. La noche fue desdoblándose en secretos a voces sobre sus amados autores. El Copista tuvo a bien narrarnos su tesoro: un golpe accidental que dejó con la nariz sangrante a un skin y que le ganó una tarde en compañía de Bolaño. Luego defendió a capa y espada que el siglo XX era de Borges. Con Marcos discutimos Tala y si aquel desdén por Viena sería o no una tradición; sostuve, sí, en París, que demasiado bienestar lleva siempre a un vacío, pero no sé si alguien, además de S. comprendía lo que quería decir. También intenté explicarle que para nosotros, que no tenemos vida social, el blog es otra forma de existencia y de sentido, más allá de la elaboración de personajes.

Las chelas se multiplicaron, los hombres jugaron a entretenerse con una mesera semioriental ( pero era ella la que se entretenía con ellos). Le confesé a Hanna que el gesto de pegarse una cinta de empaque con el letrero "Frágil" en la cintura era un acto revelador y lleno de valentía. Quería decirle que la fragilidad es valiosa y que su admisión, así, en medio de la noche, protege su inocencia, pero éramos demasiados y yo acababa de conocerla. La noche en París es corta y la chela cara, debe ser por eso que todos se pusieron muy jarras muy pronto. Hubiera deseado que la noche fuera más larga, las chelas más baratas y la lucidez más aguantadora. Hubiera querido platicar más con Harmodio, sobre los libros que no le robó a su vecina, sobre la gramática del espacio como posibilidad narrativa, sobre los garabujos y el mixionario. A las 2 am. Hanna recordó que al día siguiente tenía una entrevista de trabajo a las 10 y se puso a perseguir taxis. Marcos hizo el cuatro mexicano antes de treparse a su bici, nosotros nos subimos a otro taxi y Harmodio se quedó ahí, en medio de la noche parisina, con su novela bajo el brazo. lf.

jueves, julio 19, 2007

Maniática obsesiva

Interrumpo este diario de viaje para aceptar públicamente que soy una maniática obsesiva. Sí, señoras y señores, hoy a fuerza de matar cucarachas, descubrí que soy un animal mucho menos civilizado de lo que creía; es más, soy un animal territorial deseoso de venganza. Ya había comentado en este espacio el profundo odio que le profeso a las arañas blancas que atacan a mis plantas, pero poco a poco he ido comprendiendo que odio a cualquier grupo -especialmente no mamífero- que intente establecerse en mi casa. Gracias a la construcción del piso de abajo, poco a poco horrorosas cucarachas han ido apareciendo por aquí. El primer día mi reacción fue de horror, lo cual le dio tiempo al bicho para escapar. El segundo día intenté matarlo, pero mi asco era tanto que no atiné a darle. El tercero descubrí que tengo reflejos cazadores y ahora las mato rápidamente y sin piedad. El problema es que su presencia, como la tesis, los garabujos y lo que diga mi tutora de mi trabajo, me obsesiona. Veo movimiento en un reflejo y me salta la adrenalina del gato que aguza oido y saca las garras listo para cazar, y resulta que lo visto es mi propio parpadeo en el espejo cóncavo de una cuchara; siento alguna cosquilleo en el pie -nunca me han tocado, que no se atrevan- y estoy lista para tirar el zarpazo cuando descubro que se trata de uno de mis cabellos recién caído; veo cualquier punto negro que salga del patrón del paisaje y ya estoy buscando antenas que aplastar.

Pero el problema no soy yo, yo soy perfectamente capaz de vivir con mis manías y obsesiones, que hasta ahora ninguna ha sido impedimento para llevar una existencia normal. El problema es para quien vive con el maniático obsesivo, en este caso S. ... Esta mañana, decidida a acabar con los bichos, le he informado que iba en busca de trampas y tópers para no dejarles la más mínima posibilidad de acceder a una migaja de comida. Al volver le he informado que iba a lavar, limpiar y colocar las trampas, a lo que él respondió "¿De verdad no puedes pensar en otra cosa?" Me disculpé diciendo que había que hacerlo pronto porque ya era hora de comer, pero la verdad es que quería responder que no, que no podía pensar en otra cosa, que soy una maniática obsesiva, que tengo que mantenernos a salvo de los bichos. Pero no pude, y desde entonces estoy pensando en esas pequeñas manías que compartimos: proteger los monitores de los ordenadores de los dedos de la gente, tener siempre queso y chorizo en el refrigerador, respaldar nuestro trabajo compulsivamente, escribir el blog cuando el sueño ya reclama cama, pequeñas obsesiones que el uno no sólo ha aceptado del otro, sino incluso adoptado.

Suspiro. Deseo que S. siga riéndose de mis obsesiones como esta tarde al decir que para acabar con ratones se necesitan gatos y para acabar con bichos se necesitan lingüístas maniáticos, deseo poder seguir riéndome de mí, aunque sea en cómic.lf.

miércoles, julio 18, 2007

París, día 2, 11/07/07, El sueño impresionista


Día gentil de trazos impresionistas. Vi por fin los cuadros que adornaron la habitación de mi infancia. En uno de ellos las manchas de sol juegan a escaparse, en el otro se repite siempre el mismo rostro femenino. Eso me lo hizo notar un pintor cuando yo tenía 16 años, él me sumaba más de veinte y trataba de seducirme diciéndome que yo era así (entonces supe que los rumores de que era esquizofrénico eran ciertos). Me gustó sentirme abrumada por las dimensiones del lienzo, superar la memoria tamaño "póster".

Por la tarde S. leyó una comunicación sobre pliegos de cordel en una mesa de teatro. Tema difícil que siempre acaba en mesas ajenas. Le fue bien: los teatreros (de cariño) vieron de pronto su tema de trabajo en pliegos colgando de un hilito para el vulgo y se preguntaron qué significaba eso para los autores.

La noche se resolvió en una excursión a Montmartre con Risa Rubia, luego de unas chelas y unas crepas me trepé en la reja de entrada y tomé insistentemente fotos que prometían quedar sólo como difusas manchas de luz. S. dijo que la foto debía habérmela tomado él, conmigo encaramada a media noche en la reja de una iglesia parisina.


Fue un día gentil que, quizá por ver de cerca los dos cuadros emblemáticos de mi infancia -aquella, la excesiva y feliz- sabe, desde esa misma noche, a recuerdo ya añejo. Esa noche soñé con iglesias multiplicadas y difuminadas por el tiempo. No hubo palabras para explicar el motivo de su silencio. lf.

martes, julio 17, 2007

París, día 1, 10/07/07, El tiro por la culata



Nuestro vuelo Madrí-París salía a las 6am. Lo compramos por ser el más barato, pero como los nervios no nos dejaron dormir y a las 3am no hay autobuses, nos salió el tiro por la culata y tuvimos que pagar taxi desde el pueblo. El vuelo atravesó nubes sin problemas y al llegar a París hallamos la manera de tomar el tren correcto a la ciudad. Nos sorprendió lo extremadamente caro del pasaje, lo antiguo que se ve veía el tren y luego lo mal que olía el metro. La superficie fue un extraño alivio: dimos justo con el centro comercial Lafayette (o como se escriba) en plena época de rebajas con su respectivo mar de mujeres neuróticas, pero aún así logramos escapar y llegar al hotel por puro instinto de gato callejero. Eran las 11am y estábamos muertos de hambre y de sueño, con ropa de verano en clima de otoño, deseando sólo un lugar donde bajar la maleta y cerrar los ojos. El recepcionista del hotel nos dijo que hasta las 2pm nada de habitación pero que nos recibía las maletas, así que nos lanzamos a por la primera baguet con café olé. Con esa primera cuenta de la braserie supimos que tendríamos que hacer lo posible por comer cositas del super y guardar la pasta para otras cosas.

Finalmente llegamos al congreso en el que S. tendría que presentar su comunicación. Rostros antiguos lucían arrugas nuevas, un paso más lento, una graduación más en los lentes. Nos quedamos al almuerzo, uno de pie pero lujoso, de humanistas con presupuesto que no por nada era un congreso en París. Entonces me sentí como antaño: diminuta, pequeñísima a pesar de mi talla, sin voz, sin ojos y sin manos, sintiendo que cada palabra dicha era peor que una nulidad, era algo que desvelaba mi ignorancia, mi estupidez, mi tontería. Nunca me he sentido bien en las grandes reuniones, defiendo a capa y espada la intimidad de un café o de un bar donde no puedan juntarse más de cuatro o cinco sillas, la confianza de poder oír lo que la vista abarca. Gracias sean dadas por las risas argentino-mexicanas de una rubia inteligencia que desde hace varios viajes, en su abrazo me hace sentir como en casa.

Finalmente regresamos al hotel y nos fue otorgado el don del descanso. La vista de la habitación bien valió el pago: hermosos instrumentos de cuerdas recordándome siempre el "la" con el que Amalfi y su viola atigrada inaguraban mis tardes guanajuatenses. Luego la noche se hizo hilando puentes, andando por St. Michel, viendo de fuera Notre Dame con un acróbata de fuego, admitiendo lentamente que la ciudad era hermosa y que su belleza no se agotaría sino hasta caminar muy en las afueras.

Esa noche soñé que no era lingüísta, que las políticas de homogeneización y enseñanza de la lengua me valían madres, que las palabras y yo nos amábamos sencillamente, sin reglas gramaticales, que lo nuestro era un idilio puramente semántico. lf.

Regreso

Regreso lentamente a ésta, mi casa y sus costumbres: libros, música, plantas y garabujos por todas partes. Sufro de ese delicioso mal de post-viaje en el que las vivencias se convierten en recuerdos. Los síntomas son un cansancio absoluto, un sentirse abrumado entre una realidad viva y otra agonizante, un deseo no admitido de ser para algunas cosas Funes el Memorioso. Todo esto viene acompañado de la feliz incredulidad de la renovación de la beca. Además de lo que eso significa en términos formalmente académicos -entiéndase terminar la tesis y regresar titulados a México lindo y querido- para mí significa la sobrevivencia de un par de proyectos creativos en marcha que de otra forma habría tenido que interrumpir. Saboreo las líneas que vendrán esta tarde, la tinta que felizmente me manchará los dedos. Tengo la libreta de viaje llena de notas para el blog: soportes invisibles en espaldas de mármol, un musofóbico sonriente con una novela bajo el brazo a media noche en París, el tesoro de un copista con acento norteño, la arena en óleo que da volumen al sexo desvelado en los cuadros de Balthus, pero todo está tan fresco, mis ojos tan callados, todo vendrá después del sueño. lf.

sábado, julio 14, 2007

4 palabras

Nos dieron la becaaaaaa!

anhadire mas palabras de regreso del viaje con un teclado espanhol jijijijiji

fiesta! fiesta! fiestaaaaaa!

miércoles, julio 11, 2007

París: queso, pan, vino... e internet "gratis"

Salimos en la madrugada, llegamos dormidos y la primera mañana en París nos supo a prisa entre calles arboladas y edificios, muchos, todos, bien pintados, bien bonitos... llegamos por fin al congreso. Cosa rara: acentos de español de todas partes (todo menos erres guturales) eméritas calvas eruditas, mujeres de tacón, labios rojos y bolsos atestados de libros. Afortunadamente había ahí voces familiares y abrazos dispuestos a escapar de todo, antiguas voces amigas que conocedoras del paisaje nos guiaron por los puentes hasta el barrio latino. Sí: París es escalofriantemente hermosa, uno la camina, va y viene, y sigue siendo hermosa. Da miedo, hasta los clochards se ven bien. Lo único que va mal es la ecodomía: todo es carísimo. Así que hemos vuelto a la antigua estrategia del super y aquello fue una revelación olfativa: el super huele a queso ¡es el cielo! Hoy vivimos de queso, pan y vino, hemos visitado también la patiserie, y con esta deliciosa masticación vamos asimilando los trazos siniguales que por la mañana nos llenaron los ojos de los impresionistas. Nos duelen las patitas de tanto andar, pero da igual, al rato nos escaparemos de nuevo a ver edificios y gente bonita, a oirla mascullar esta lengua nasal, a reirnos de su aparente solemnidad y es que eso es lo que les falta, reírse más en público de tanto bienestar. lf.
PD. La reunión de blogueros se ha fijado: mañana, a las 9pm, en las rejas del Panteón. ¿No les encanta? “Blogueros requetevivitos sin rostro se reconocen frente al panteón”

domingo, julio 08, 2007

Cuentan de París...


Entre las damas de mi familia París es el sueño del viaje romántico que nadie ha hecho; para la familia de S., es una ciudad preciosa que hay que conocer; para mis amistades viajeras ha sido el viaje más caro; para S. es sinónimo de congreso, consulta de la Biblioteca Nacional (a la que no voy a entrar porque eso también lo cobran) y reencuentro con las buenas amistades mexicanas. Para mí no es ninguna de las anteriores (bueno, lo de los amigos mexicanos sí). Voy con escepticismo: temo que sea como un pastel de quince años, como Vienna con la gente llevando a sus galgos con -10º a mear frente al museo donde duerme el beso de Klimt y con sus supermercados que de tan lujosos son un insulto para el tercer mundo. Pero como a Vienna, voy pre-enamorada de los museos: dispuesta a lamer con los ojos los colores a mis manos prohibidos. Me entusiasma ver a S. hablando de sus tesoros pliegos de cordel con dibujitos y todo, pensar en el río, imaginar andando por ahí a la Maga, ver su rostro tras las peceras con aletas de colores. Quiero ver a la gente, comer su pan, fumar sus cigarros (aunque ya no fumo), ver si también a ellos puedo sacarles una sonrisa con mis bobadas o si neta son tan alzados, y quien sabe, conocer a cierto bloguero responsable del nacimiento de este blog, quizá a la mujer que en una noche de llanto se puso un cinturón de cinta adhesiva susurrando "FRÁGIL". Voy a París, pero no al París que me inculcaron los sueños guajiros de mis tías, ni al que me venden las agencias de viaje, ni al que propone el programa del Congreso, voy al París leído e imaginado, al que me de tiempo en tres tristes días, al que se deje conocer a pasos perdidos. Vale. Lo admito. Voy con ganas, camufladas, pero ganas. lf.
P.D. Hasta ayer pensaba que el verbo era "camuflajear" no "camuflar"... me gusta más el mío, es como "pantunfla" que es más acolchada que "pantufla" o "mounstruo" que suena más oscuro que "monstruo".
Vale: Voy con ganas, camuflajeadas, pero ganas :)

viernes, julio 06, 2007

36ºs Empieza el verano de a de veras


Ayer y hoy han sido para mí días de productividad académica ínfima. No han sido de productividad nula porque un mínimo de orgullo y responsabilidad me muerden el cuello cada noche. La causa es sencilla, estoy nerviosa y el calor apendeja... y a uno no le quedan ganas más que de existir como si fuera domingo. Hoy hemos llegado, otra vez, a 36ºs, con eso quiero decir 36ºs madrileños, es decir sin humedad. Así que ahí andamos arrastrando botellas de agua mientras las vías respiratorias gimen crackeladas y la nariz amenaza con desbordarse no sólo con la penosa espontaneidad de la alergia, sino también con ríos de sangre veraniega. En eso andaba la tarde cuando me dejé caer en el sillón verde y pensé: "Si yo fuera princesa tendría un abanico gigante (odio los aires acondicionados), un delfín vaporizando a mis pies, buena musiquita de fondo y una obra de títeres ejecutada sólo para mí". Pero como no soy princesa y los delfines no vaporizan cuando uno se los pide, me conformé con jugar con la wacom para por lo menos dejar constancia de este apendeje veraniego lleno de incertidumbre. lf.
P.D. Alkmene prometió actualizar pronto y, Salamandra mía ¿valerá de algo que yo pida que no te vayas?

jueves, julio 05, 2007

"Chicle" como adjetivo, para el Honorable Diccionario Ratonil

No se engañen, lo que sigue no es una entrada pura y meramente lingüística, sino filosófica. Debo sin embargo advertir que mi explicación y disertación sobre la palabra "chicle" como adjetivo, puede ser errónea, pues se trata de un concepto desarrollado y acuñado por Random Access Rat quien, por extraños motivos, no se decide todavía a tener un blog. Así, me aventuro a registrar el origen de este nuevo uso del vocablo "chicle" como adjetivo, que no es una invención mía.

Se trata de un uso metafórico que parte de la voz nahua original tzictli para designar a la " 2. m. Gomorresina que fluye del tronco del chicozapote haciéndole incisiones al empezar la estación lluviosa. Es masticatorio, usado por el pueblo y se vende en panes." (DRAE) Yo nunca he visto que se venda el chicle en panes, pero bueno, no creo que la reacción casi permanente de sorpresa e incredulidad que me causan las definiciones del DRAE sea exclusivamente mía... así que, volviendo a lo nuestro, el vocablo "chicle", en el sentido lingüístico, se usa como adjetivo para designar aquellas cosas que tengan las mismas propiedades físicas que el chicle. Así, se aplicará a cosas estirables, alargables y re-compactables. En el sentido filosófico, se trata de un concepto que puede mejorar la calidad de vida de cualquier ser pseudo-académico o pseudo-escribiente: en vez de agobiarnos con las 500 páginas que debemos llenar para la tesis, pensemos en que se trata de una tesis-chicle, y que lo que ahora tenemos, que son poco más de 250, puede estirarse lleno de detalles y disertaciones hasta llegar a las 500 páginas. A la inversa, en vez de torturarnos por no comprender porqué tenemos que reducir una comunicación de 28 páginas para un congreso virtual que publicará virtualmente sus actas, a un límite de 5 ridículas páginas (sí, 5), pensemos que se trata de una comunicación-chicle, que ese congreso se quede con sus 5 páginas, ya otra publicación se hará cargo de acoger el trabajo completo de 28. Este post también podría ser una entrada chicle y yo podría darles más ejemplos del uso de este vocablo como adjetivo, digamos cartas chicle, declaraciones chicle, novelas chicle. Algo me hace pensar que el adjetivo no es propio para poemas y cuentos, pero seguramente se trata de prejuicios teórico-literarios. Ya lo sabe usted: no se mortifique por la escacez o abundancia de las cosas, piense que tienen las propiedades estiratorias y recompactables de un chicle, aplique el adjetivo, su vida será mucho más fácil y, no se deje engañar: este siglo el chicle se vende procesado y en paquetitos, normalmente de 5, y no en su forma primigenia, descansando sobre blandos panes. lf.

martes, julio 03, 2007

La imaginación del persianista


Hay gente cuyo trabajo requiere que entren en casas ajenas. Al no ser visitas sino más bien reparadores de cosas (a menos que sean ladrones como le sucedió a Malversando), suelen encontrar las casas en su estado normal de existencia (en nuestro caso un poco polvosa y desordenada) o incluso deterioradas. Es decir, nadie arregla o limpia su casa especialmente para recibir al plomero, y éste, en el peor de los casos puede encontarla patas arriba y medio inundada.

Hoy entró a nuestra casa un persianista. No, nada que ver con las alfombras ni con los cuentos de Ceylán, se trata de alguien cuyo oficio es arreglar ese gran invento español de las persianas de seguridad (que fundamentalmente protegen del maldito verano). No es la primera vez que viene uno, la puerta de la terraza tiene un déficit de atención por lo que frecuentemente tiene comportamientos erráticos, pero lo que a los otros persianistas les había llamado la atención, eran las mac "¿Es eso un mac?... ¡Qué chulo!... ¿son los de los i-pod verdad?" y se iban de casa sin ver gran cosa el polvo o el desorden, pensando en esos ordenadores blancos con manzanita. Este persianista entró a la casa llena de libros y colores arrumbados por aquí y por allá. Nos explicó que la puerta no corría bien porque se le había roto una rueda pero que no sabía si eso lo cubría el seguro. Desmanteló la parte superior de la puerta y arregló la persiana. Luego, antes de volver a cerrar la parte del mecanismo, nos explicó por qué se rompe todo el tiempo y nos dijo que para que la persiana "no sufriera" había que dejarla del todo arriba o abajo. La subió y dijo, "Aquí la persiana no sufre", luego la bajó y repitió "Aquí tampoco sufre", y luego dejándola a medio abrir dijo "Aquí es donde la persiana más sufre, le cuelga todo el peso y entonces sufre mucho". Yo que había pensado siempre que eran las cosas animadas las que sufrían y que las inanimadas sólo "se desgastaban", estaba a punto de echarme a llorar por nuestra insensibilidad con la persiana. Nunca pensé que la erosión propia de las cosas en uso implicara ningún sufrimiento. "Pero bueno, esto es sólo un consejo" terminó por decir el persianista mientras yo pensaba que aquel era un hombre que comprendía bien su trabajo.


Llenó un papelito mientras bebía un vaso con agua y cuando me pidió que firmara nos dijo "Y ahora me tenéis que decir para qué son las canicas, que si no, esta noche no voy a dormir". Le explicamos que las canicas en la base de la gardenia, la mantienen alejada del contacto directo con el agua y que la rodean de humedad sin que se le pudran las raíces. Entonces dijo: "Claro. Lo que pasa es que os podéis imaginar lo que queráis de esas canicas, que reflejan el sol desde abajo, o que el cristal... qué se yo! Iba a estar en la noche imaginándome toda clase de cosas", y es que hay que tener un trabajo que implique meterse en las casas de la gente para poder imaginar la cantidad de excentricidades que deben ver. Satisfecha su curiosidad, el persianista tomo su papel, se despidió y entonces dejó nuestra casa convertida en un paraje de persianas sufridas consoladas por una gardenia con canicas que irradian luz en su complejo de sol. lf.

domingo, julio 01, 2007

Typical Spanish Karaoke


La semana pasada, después de devorar deliciosas y auténticas pizzas italianas, se me ocurrió decir, como quien no quiere la cosa, "¿Y por qué no vamos al Karaoke?". Mi experiencia con el karaoke se reducía a haber visto varias veces la secuencia en la que los personajes de Lost in Translation cantan con peluca rosa y camiseta militar amarilla en un edificio alto y moderno en Tokio. El Karaoke lo habíamos visto desde siempre, en la que hemos bautizado como la calle de los inmigrantes, porque tiene una cafetería rumana (con su respectivo menú en rumano), la tienda de comida colombiana, un restaurante chino, una tienda de chinos y un locutorio ¡ah! y el Typical Spanish Karaoke que siempre está cerrado. Pues para mi sorpresa y horror de S. todos aceptaron, y ahí vamos al antro. Estaba abierto y vacío, a la derecha estaban las tragaperras (tragamonedas, que son el mal más escandaloso de todos los bares españoles superando con mucho a los gritos de cualquier borracho triste o alegre), una mesa de billar con una pantalla donde proyectaban fotos de los clientes cantando y algunos videos, en medio la barra y en otra esquina un pequeño escenario con tarima, dos micrófonos y un par de televisiones colgadas del techo. Alkmene juraba que le hacían falta chupitos para subir, Ni estaba listísima para el escenario, yo me preguntaba cómo se me había ocurrido lo del karaoke y S. nos advertía que ni de chiste subiría con nosotros. Fue llegando más gente pero no hizo falta más que una chela y ahí estábamos cantando, o más bien, intentando cantar, "Una rosa" de Mecano, que a saber, era una de las pocas canciones que nos sabíamos una italiana, una mexicana y el buen madrileño. Sólo S. nos aplaudió. Como el derecho a cantar lo daba cada cerveza, Ni y Alkmene se pusieron a revisar el catálogo de canciones disponibles, era increíble, Ni se sabía hasta las que ni Alkmene, así concluimos que un buen examen de integración cultural podría hacerse con canciones de moda del país (y yo claramente sacaría -3). Luego de subir una vez, aunque ya había más gente, da lo mismo aullar una segunda y hasta tercera vez. Alkmene y Ni cantaron en total 6 finalmente aplaudidos por el público conocedor. Y es que eso es así: en el Typical Spanish Karaoke nadie tiene por qué saber cantar, sino animarse, en todo caso el ridículo natural de quien se aventura en lo que no es lo suyo, está permitido. Si cantas fatal te miran poco y no te aplauden, pero no te gritan que apestas ni nada así, si cantas una no tan mal, ya te aplauden, pero si además de todo cantas una que se sepan y les da por hacerte coro, eres el rey del karaoke. Al final de la noche había cola para cantar, eso sí, como España sigue atrapada en los 80s aquello era Alaska y Dinarama, Mi clavelito y otra de alguien que tristemente pierde el coche en el que ha invertido todos sus ahorros.
¡Qué risa! Las ganas que tengo de llevar Chilanga Banda cantada por los Tacubos sólo para ver sus caras ¿creen que nos aplaudan? Digo, por lo menos por pronunciar tanta exótica "ch" ¿no?