domingo, agosto 27, 2006

saudade prematura

Han pasado diez días desde que me quemó el azotador: en mi piel quedan puntos diminutos que, de ser rozados con un poco de fuerza por cualquier cosa, duelen y se hinchan empecinados en recordarme su existencia. Le enseño a mi madre los puntos en el pulgar y le pregunto si no tendré algo enterrado, ella me dice que no y me sirve un tequila. Después de grabar a mi abuelo contando sus viajes de legal e ilegal al otro lado, eĺ, mi padre y S. juegan al dominó. Mi abuelo le quiere poner un "zapato" a S. porque la última vez que jugaron ganó por mucho y no sólo el juego, sino el mote cariñoso de "Chapuzo", pero entonces S. hace una confesión: "Mi abuelo me enseño a contar jugando al dominó" y entonces mi abuelo le responde "Con que le voy a enseñar el padrenuestro al señor cura" y todos reímos. Mi hermano mira de reojo, él no juega dominó ni bebe tequila, pero le jala la cola al gato y es sencillamente feliz con su sonrisa morena. Me quedan aquí dos días y ya siento saudade de todo: del gato dormido sobre la mesa, de la cocina siempre llena, de los míos... Joer, lo que es descubrir el corazón repleto de afectos.lf

martes, agosto 15, 2006

azotadores de memoria


Estando en México y específicamente en Puebla, la remembranza de mi niñez ocurre de manera espontánea, como una cascada que se vierte ante mis ojos incluso en contra de mi voluntad. Son las cosas pequeñas las que desatan al recuerdo: una calle por la que no transitaba hacía tiempo me provoca un poco de paranoia, un cerro coronado por una iglesia me sabe a mañana de misas repetidas, la sensación de reconocer en un rostro a algún antiguo compañero de clase cuyas facciones no revelan un reconocimiento recíproco me hace sentir a menudo como en un mal sueño. Así que me encierro en el presente y ando siempre acompañada por S. en sus rumbos, que son mis nuevos rumbos, para vivir bien y contenta. Sin embargo los recuerdos de mi infancia más tierna no aceptan filtros ni racionalidades, mi cuerpo acude a la memoria los espacios y las sensaciones para convertirme en niña de cinco años con largas trenzas como orejas a ambos lados de la cabeza. Hoy, como había terminado de leer "El dios de las pequeñas cosas" eché un sarape sobre el pasto y me acomodé debajo de un pino como de 7 metros que ha insistido en doblarse como un arco natural sobre el jardín y me puse a leer "Leopardo al sol". Un anciano chimuelo profería la maldición sobre los Barragán mientras se confundía con el viento del desierto cuando sentí un golpe pequeño más punzante en el costado derecho de la espalda: me sacudí como pude sin éxito, sintiendo la piel lacerada con agujas finísimas hasta que S. me apartó la playera y arrancó de su dobladillo un azotador amarillo de escasos tres centímetros. Mientras me lavaba con jabón tratando de mitigar el fuego de su veneno en la piel azotada recordé cómo de muy niña cogí uno por accidente y llegué a casa con los dedos rojos, hinchados y adoloridos. En aquellos años me dolía más. Después de aquello dediqué mucho tiempo a la caza de esos bichos: me facinaba el hecho de que no pudieran ser tocados y me preguntaba si azotaban a voluntad. Primero los acariciaba con un palito, moviendo las púas hacia atras suavemente y, eventualmente, aprendí a acariciarlos con los dedos sin que me inyectaran su típico azote de veneno. Esa extraña habilidad me ganó el mote de "bruja" en la escuela, que a mí, ya de por sí antisocial con mis dos trenzas-orejas, en vez de molestarme me daba un sentimiento como de autoridad: ellos se creían sus inventos y me temían un poco, y así, sin ser tocada por sus malos tratos, yo me parecía un poco a mis amados bichos, cómplices de juego e ilusión, azotadores fantásticos que desde aquellos años no me habían herido, hasta hoy que uno de ellos cayó de un árbol caído sobre la niña que ya es mujer y que ya no tiene trenzas por orejas.lf.

lunes, agosto 14, 2006

Pequeños placeres





La brisa en la nuca empezó como una ofrenda: dejarle una trenza de mi pelo, como antaño, a mi madre, un mechón a mi abuela entre las flores y otro más a S. que, sorprendido, no estaba seguro de dónde guardarlo. De este ritual de acabar con la melena nacieron pequeños placeres: sentir el sol, la brisa y la lluvia, una mirada o un pensamiento en la nuca. Con los cabellos cortos hoy salimos a Tenextepec en busca de orquídeas. El día fue generoso y nos regaló el hermoso paisaje de la milpa coronada por el Popocateptl . El resto de la mañana en el invernadero estuvo llena de perfumes sigilosos mas penetrantes, de flores que se creen leopardos, aves o insectos, de otras que exponen su belleza pornográficamente, de aquellas que diminutas se asemejan a un sueño. A la salida del invernadero S. pidió de pronto que detuvieran el coche: había encontrado, entre las hojas y los pesados frutos de un aguacate, con esos ojos suyos que se vuelven color de oliva cuando escudriñan tesoros insólitos, el nido de un diminuto colibrí. Coronamos el día con una comida que incluía chiles en nogada y la correspondiente siesta necesaria para asimilar estos pequeños placeres: estar vivos y ser felices, sencillamente. lf

viernes, agosto 11, 2006

Luna Cornea: maravilla y circo

Ayer fue el primer dia que pasamos, enterito, en el D.F. El único plan era ver a los amigos y dejar que esta ciudad, caótica, caprichosa y hermosa, hilara como en los viejos tiempos nuestro destino. Así acabamos a las 4 de la tarde en el Circo Atayde Hermanos (circoatayde.com) para asistir no sólo a la función, sino a la presentación del número 29, titulado "Maravilla", de la revista mexicana de fotografía Luna Córnea (http://www.cnca.gob.mx/cnca/centroim/lunac.htm) que dedicó ese número al circo. Dicho sea de una vez: la revista está preciosa y nos ofrece múltiples miradas a las personas que dedican su vida a la vida circence. Ayer fue la tercera vez que asistí al circo. De la primera recuerdo que iba de chaperona con una tía, que el circo tenía tres pistas y que en vez de impresionarme los actos con animales, me entristecieron. La segunda vez fue hace un par de años: se trataba de un circo chino sin animales en el que me entristeció ver que, a pesar de la calidad de sus acróbatas y artistas, el circo todo era viejo y decadente, al grado de que a media función se fue la luz y una chispa inició un pequeño incendio del que todos salimos ilesos. La experiencia de ayer fue totalmente distinta: la función estaba en parte dedicada a la Luna Córnea que había enfocado la mirada en recoger y dar a conocer una brillante recopilación de fotografías que muestran tanto aquellos instantes en los que los artistas del circo crean la maravilla, como aquellos más íntimos, sin el aplauso o la carpa, sencillamente en su vida cotidiana. La función toda fue asombro, grito y aplauso, pero lo que más me gustó fueron los acróbatas: cuerpos hábiles, hermosos, gráciles y fuertes dedicados a la danza de lo imposible, como el Dúo Marinof de Rumania, que sabe dios a cuántos metros altura, llevó a cabo el baile más temerario que he visto. Fue una tarde espléndida en la que el asombro nos tomó desprevenidos, nos arrebató la edad y nos hizo felices.lf.

domingo, agosto 06, 2006

Estampa de lluvia

A partir de las 6 de la tarde caen pequeñas tormentas. El cielo que azul se pintaba sobre los cerros cubiertos de nopal y mezquites se cubre de nubes grises y se desgaja en gruesas gotas de lluvia. A veces este ímpetu va a compañado de sendos truenos y relámpagos que si les da la gana nos roban la luz. El agua cae y se mezcla con la tierra y con el barro, se arrastra cerro abajo, cruza la carretera del caracol y baja por mi calle, la de las flores, transformándola en un río que puede llegar a media pantorrilla. Una vez que el cielo se desahoga, la lluvia se vuelve finita, como telarañas de agua que no alcanzan a materializarse, hasta que de pronto, el agua cesa. Entonces la luz es gris húmeda, huele a tierra mojada y las plantas brillan. Me pregunto si las azucenas que le puse hoy a mi abuela se llenaron de agua y se desbordaron sobre su nombre y si esa lluvia floral la hizo feliz.lf.

Andar de creatura alegre

Ayer vimos "La doble vida de Verónica" de Kieslowsky. En ella se nos presentan trozos de la vida de dos mujeres idénticas pero que no se conocen y que viven en lugares distintos. A lo largo de la película vemos cómo hay ciertos sentimientos y sensaciones, aparentemente inexplicables, que abordan y desbordan a estas dos mujeres. Descubrir que, al menos en la película, el espectador puede conocer el origen y relación entre estos sentimientos, me hizo sentir una especie de tranquilidad. A veces, cuando uno siente cosas así, injustificables, incomprensibles, irracionales, después de darle muchas vueltas queda una resignación que se parece a una derrota: un no-saber. Ahora no. Ahora hay un "no sé y no importa" porque aunque yo no lo comprenda aquello sigue perteneciendo un orden, a un caos, a algo con vida propia. En esa ignorancia hay una belleza que se parece a la inocencia, un andar de creatura alegre, un sueño que se niega a ser soñado. lf

martes, agosto 01, 2006

Reconstrucción

En México, nuestros muertos no están muertos. No sólo viven con nosotros, viven en nosotros. Y nosotros que somos de su sangre o de su corazón los recibimos con los brazos abiertos en nuestros pensamientos y recuerdos, los seguimos amando después de muertos, seguimos pidiéndoles consejo, y el día de muertos, el 2 de noviembre, cocinamos sus platos preferidos y se los ponemos, junto con su retrato, flores y velas, en un altar. Hoy hemos pasado el día recordando a mi abuela: sus gustos, su sabiduría, sus últimas palabras. Con todos nuestros actos vamos reconstruyendo una vida en la que ella no tiene cuerpo, pero sigue teniendo voz. Así reconstruímos el mundo.