lunes, marzo 31, 2008

Desesperación, o casi


¡Ahora resulta que quien debería saber no sabe nada de nada! ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!
...por eso estamos como estamos... lf.

PD. Y pa' acabarla, tememos a la ira de la ignorancia... joé, ¡qué mal estamos!

viernes, marzo 28, 2008

Demora

La espera indefinida de la vuelta de Tesis y el inminente regreso a México, hacen de estos días un paraje fértil para los pensamientos y emociones más dispares: la alegría de volver a la tierra del sol, al chile y al maíz, junto con el miedo a haber perdido la guía en su caos; anhelo por nuestra sangre, por su voz y sus manos, y angustia ante las decisiones que vienen; la promesa de una tranquilidad que sólo se siente durmiendo en la propia tierra y el desasosiego de saber que descansamos sobre nuestros muertos.

Tres años fuera me saben a mucho y a tan poco; pero si hay una cosa cierta es que aquí mis afectos han sido menos, aquí he sido más egoísta y he conocido otro tipo de soledad. A veces pienso que es mi culpa, que me he vuelto mezquina; otras, que es cuestión de naturalezas, de culturas, de la luz. Voy a volver a mis afectos... Dejo que estos días vaguen en sí mismos, que se mareen y se tumben al suelo, que confundidos se arremolinen sobre la alfombra... ya vendrán otros con su calma y su agitación y con suerte, hasta con un poco de lucidez.lf.

PD. Nuestro refri agoniza lentamente...

miércoles, marzo 26, 2008

Velada de las aves


Sucedía en la madrugada, todo quieto e iluminado por la claridad de la noche: un paraje amplio y deshabitado. Las aves estaban en un tren, no sé si dentro o fuera de un vagón. No sé si quieto o en movimiento. Sé que esperaban algo del horizonte. Quietas, todo su ser atento, aguardaban que de la noche, allá, en la distancia, emergiera su propia voz. Esa, la voz que ellas no podían emitir, la que venía de otro sitio, era una especie de alba, una forma de resurección, y sin embargo se escondía en lo remoto, en el horizonte, fuera de su alcance. Una vez que la escucharan todo sería posible: el vuelo, la somnolencia, la caída en picada, la libertad. lf.

domingo, marzo 23, 2008

La luna en México





Será que el viento frío no se marcha, que México suena a promesa, que estoy harta de ser tan blanca, que tengo hambre de chile y tortilla en comal, que la voz de mi sangre me llama. Será, como dicen las abuelas "el sereno" que esta luna vista desde México me parece la más hermosa.lf.

Fotografía de Alfredo Domínguez en La Jornada http://www.jornada.unam.mx/2008/03/22/lunag.html.

sábado, marzo 22, 2008

Orison

Let me rest in the midst of this night
my sight in it's own darkness
until the song of the hummingbird
turns into a sunbeam on my cheek.
Let me linger in the weight of my own unconsciousness,
falling down into de silence of an open mouth
until a meaning rises out of ashes.

Give me the gift of stasis
an open book with blank pages
and a melody.
Let me, oh let me wonder as in childhood
if we would notice if God stopped time...
empty of my own self. lf.

jueves, marzo 20, 2008

Diario de viaje, Lisboa 17/03/08 Muda de vida

Y antes de irnos Alfama con su sol dorado
la vista de los tejados y el río
una promesa de volver
y la ciudad entera que susurra:

miércoles, marzo 19, 2008

Diario de viaje, Lisboa 16/03/08, Media Maratona




Nos levantamos temprano. Comimos granos de café cubiertos de chocolate y nos sumergimos en el metro. Para llegar a la línea de salida fue necesario recorrer media línea bajo tierra y luego un tren. Yo soy incapaz de correr de aquí a la esquina sin caerme tres veces, sin embargo el último año en la piscina me ha enseñado el placer de sentir el cuerpo sencillamente siendo, transformándose en movimiento, libre del resto de lo que somos. Correr, según he podido apreciar como acompañante, tiene, además del puro placer del cuerpo, el atractivo de las rutas y su paisaje. La de la Media Maratona de Lisboa ofrece, además de la belleza propia de la ciudad, la oportunidad de cruzar a pie el Puente Antiguo, siendo el día de la carrera la única ocasión en la que el rojo coloso de metal puede atravesarse a pie. Un calambre tempranero nos detuvo a medio camino e incluso nos hizo dudar, sin embargo al final S. se echó a trotar entre una muchedumbre de Lisboetas entusiastas para ganar buen sitio cerca de la línea de salida. Yo tomé el tren de regreso, luego el metro y otro tren para llegar hasta la meta y, por increíble que parezca, en el último trayecto pude observar desde mi vagón, cómo S. corría en la calle paralela. Nos reencontramos frente al monumento de los descubrimientos, compartimos un helado de menta y celebramos el resto de la tarde y de la noche andando por la ciudad, bebiendo porto, dedicándonos a la delicia de estar en Lisboa. lf.

lunes, marzo 17, 2008

Diario de viaje, Lisboa 15/03/08 Oceanario



Papá tiene un montón de aventuras que contar sobre su época de marinero: la ocasión en la que arreglando un instrumento que recogía agua de ciertas profundidades fueron vigilados por tiburones hasta que muy cerca de ellos pasó uno cuyo ojo era, cito las palabras de mi padre "tan grande como un plato"; o aquella vez en la que pescando abulones salió de entre unas rocas una morena gigante; o aquel sitio cuya agua estaba tan cargada de tierra que no podían ver los tubos amarillos del tanque sino estaban pegados contra el plástico de sus goglets. Criada en el centro de México, teniendo el mar tan lejos y visitado una vez cada muchos años, estas historias eran a la vez el recuerdo y la promesa de un mundo mucho más vasto que el plácido azul de la piscina. El segundo día de viaje lo dedicamos a visitar el Oceanario de Lisboa: una auténtica maravilla arquitectónica, una escultura de cristal y metal al pie del agua viva y palpitante por dentro. Cualquier intento por describir la experiencia de esa visita será insuficiente, valga sólo decir que ahora comprendo de otra forma la pasión de mi padre por el mar y guardo mi propio asombro para las noches de insomnio que ahora tendrán por compañía seres, colores y movimientos de ese otro mundo. lf.


Diario de viaje, Lisboa 14/03/08


Cerramos la puerta del piso. Volamos. Escapamos. De pronto estamos ya en Lisboa, sin noche de tren intermedio ni desayuno a lo largo del río. La Plaza del Rossío ondula sus aguas falsas y reales, la gente bebe, a plena luz del día, un caballito de ginginha, la luz sigue siendo ese sueño luminoso que temía haber idealizado. Llegamos a la misma pensión, y nos sentimos en casa. La Pastelaria Nacional nos recibe también con un plato de lujo: una especie de molde que tiene una capa inferior de papas asadas (con todo y cáscara), otra capa de cebolla y ajo, todo coronado con el mejor bacalao del mundo. La tarde pasa rápidamente, sabe a sal y humedad, nos duerme el arrullo de la gente que sale del teatro y pasa por las puertas de Santo Antão. lf.

miércoles, marzo 12, 2008

Calle arriba, calle abajo



Una calle con edificios de piedra y almendros en ambas aceras. Nieve florida, retoños rojos, un sol que empieza a calentar. Calle arriba, calle abajo, estrenamos la pequeña maleta azul cuyas diminutas ruedas hacen sobre las piedras un ruido desproporcionado a su tamaño: quien nos oyera diría que vamos a caballo. Dentro de la maleta las múltiples copias de la tesis de S. se preguntan por qué tanto traqueteo y van conociendo, pobres, antes que la mirada de cualquier lector, las manos de los burócratas. Calle arriba, calle abajo, recogemos sellos y permisos, mientras las cigüeñas, encaramadas en sus primaverales torres, escandalizan a los turistas. S. arrastra la maleta con los ojos cansados, enmarcados en sendas ojeras preocuponas, me mira de reojo mientras revisan su expediente. Sonreímos. Calle arriba, calle abajo, llevo en mi bolso más tesis, y lo miro: él no se da cuenta, sonrío. Piso las mismas piedras por las que él ha andado y me guardo bajo la lengua ese andar suyo cubierto de almendros: sabe al último cuadro de la Rayuela.lf.

martes, marzo 11, 2008

de añoranzas

Hoy rompí el silencio y le escribí un correo a mi tutora preguntándole por Tesis. Pienso continuamente en raparme, como si eso pudiese significar una nueva vida. Terminé una novela triste y conmovedora (odio esa combinación) y llevo dos días sin tocar a la Colorina. Luviano sueña que la poesía nos abandona y yo veo su sueño en trazos de Gorey, en escenas de Pizarnik, en mis manos durante meses vacías de versos. Me justifico pensando que Tesis era incompatible con la poesía pero, ¿y ahora? Ahora adormecida en narraciones ajenas, esperando, tonta y parva, los días ocurren sin que nos encontremos. Voy a marcharme a Lisboa, voy a mojar los pies en su agua de dos brazos y alimentarme de esa inverosímil luz dorada: lameré la sal de su aire, hablaré su lengua, seré en sus calles el andar anónimo de sol sediento. Quizá, entonces. lf.

sábado, marzo 08, 2008

Tesis vs Colorina

El inesperado regreso del invierno me empuja constantemente a buscar el abrigo de la cama deshecha, de las bufandas mullidas y de los ponchos de bolitas. La semana ha transcurrido rápidamente entre trabajos pendientes, clases intensivas de portugués, la lectura de El amante de la Osa Mayor -sí, a pesar de lo que diga la portada era amante y no enamorado-, y la cocina llena. Hacía tiempo que no pasaba tanto tiempo inmersa en la lectura, tantos días alejada del ordenador. Espero, tan pacientemente como puedo, la vuelta de Tesis, y procuro disfrutar de su ausencia no sólo poniéndome al corriente con otros trabajos (y juntando tortibonos), sino recordando y reviviendo antiguas, amadas ocupaciones. Me molesta, sin embargo, que las letras se hallen tan lejanas de mi mano, que los versos se nieguen, que las antiguas tramas sigan detenidas. Afortunadamente hay historias que no precisan de palabras, así que con lápices en mano, juego con la pequeña Colorina. La miro y en un recurrente y destructivo afán por descartar cierta parte de mi, me pregunto quién sobrevivirá más tiempo, si ella o Tesis, quién es más importante, cuál de ellas aporta más. Luego, avergonzada, les pido perdón por creer que una debería descartar a la otra, por no comprender que una puede ser indispensable para la existencia de la otra. Incapaz de asumir enteramente la responsabilidad de estos negros pensamientos, cargo la culpa en el hecho de tener tres nombres de pila ¿quien puede tener una personalidad definida con tanto nombre? con semejante pluralidad manifiesta ¿quién puede hallar unidad en su existencia? lf.

martes, marzo 04, 2008

Tortibonos y Rayuelas



Dormí mal: a lo largo de la noche soñé que revisaba la Tesis de S., y antes de despertar que seguía en la universidad, que tenía que asistir a un par de clases y que no tenía ni puñetera idea de qué eran. Rodeada por la exhuberante vegetación más propia de un sitio selvático que de Guanajuato (idealización paradisíaca de mi tierra), tomaba entre mis manos una agenda donde buscaba el teléfono de mis compañeros para preguntar a qué hora eran las clases y de qué, pero mis ojos sólo deambulaban por nombres que no reconocía. Al despertar me encontré con una fría mañana madrileña movida por un viento gélido, resquicios de la nieve del norte. Dediqué la mañana a los trabajos de corrección y a un máster por internet que no sé qué termino tendrá. Descubrí entonces el sentido de mi sueño: no importa que la tesis esté terminada, pronto volveremos a México y, mientras no consigamos trabajo, me angustia seguir juntando tortibonos, por eso además del doctorado sigo en el máster, y por eso quiero mi papelito de portugués avanzado, por juntar más tortibonos traduciremos gramáticas de lenguas africanas y otras rarezas. Eso no quiere decir que no me guste lo que hago. Me encanta el portugués, y traducir y en general estudiar, pero no puedo evitar pensar en los tortibonos.

La tarde, revelándose del todo contra el sueño y el trabajo de la mañana, tuvo su sorpresa. Caminaba rumbo a clase de portugués cuando ví de reojo un bolso grande y negro con una Rayuela pintada en blanco, igualita que la de la portada de una de las primeras ediciones. Rayuela lleva meses apareciéndose así, en los trabajos que corrijo, en los carritos de la biblioteca donde abandono las revistas de lingüística, en los resquicios de la memoria, nos buscamos. Está claro: mañana a garabujar. Así cuando llegue a México y pida trabajo tendré tortibonos que tirar sobre la mesa, pero cuando llegue al final de la Rayuela tendré un montón de cómics que lanzar al aire: de las hojas escaparán los trazos, llenos de vida mis garabujos y yo bailaremos, inventaremos palabras, construiremos poemas, haremos bailecillos irreverentes y pintaremos con tiza todo lo que se deje. lf.

lunes, marzo 03, 2008

Incendio jabonoso contra los transeúntes

Compro alimentos y cocino compulsivamente. Limpio la casa: aquellos ricones durante meses de Tesis olvidados. "Echo la colada" y redescubro que la lavadora tiene una fuga. El agua jabonosa se esparce por el suelo de la cocina, ríe, se burla de mí "¡Mira mira!" Me grita asomándose por la puerta del salón. Me da tristeza conterla, quisiera que inundara la casa toda y saliera por el balcón, que le cayera en la cabeza a los transeúntes distraídos y que profirieran maldiciones blasfemas, muy a lo español, en contra de mí, de toda mi familia y de todos los seres responsables de la creación. Imagino sus rostros enrojecidos y encolerizados mientras la espuma y yo, reímos como niñas malcriadas. Vuelvo al sillón verde, a la lectura del Este, al nieve que este año no cayó y me acerco peligrosamente al final. Constantemente cierro el libro pensando en que no quiero que se acabe, y luego lo vuelvo a abrir, porque en él me siento cómoda, tranquila y contenta. S., que lleva todo más adelantado que yo, junta su Tesis, le pone letra nueva, trabaja en ella todo el día cuidadosamente. Yo compro alimentos y cocino compulsivamente, leo como desesperada, maquino complots con el agua y recuerdo esa canción que a penas he oído una vez "hay que ser feliz, aprender a querer, no lamentarse por lo que no fue" o algo parecido, que suena a tango, a danzón y a promesa. lf.

domingo, marzo 02, 2008

Dhumareda

Me encuentro inquieta. Veo cómo la ansiedad me sale a borbotones por la piel y se instala en la habitación como una bruma turbia y cerrada. Abro todas las ventanas para que las corrientes de aire se la lleven, cuando la visibilidad en la habitación ha vuelto, me tumbo en el sillón y leo. Soy un traficante en la frontera de un Este antiguo, soy un amante de estrellas, un brillante observador de las estaciones. Viajo a través de los caminos y de los bosques, no me pierdo en las ciénagas, acaricio con mi mano derecha un arma de fuego salvadora, recuerdo con cariño a Janinka y pienso en que la gata le dijo que yo volvería. Algo me arrebata de la página: huele a humo. Me asomo al balcón, la calle entera se oculta tras una espesa capa de humo, pero nada se quema. La gente se tapa la boca y la nariz con el cuello de sus abrigos, un camión de bomberos circula lentamente por la calle, mientras los rostros de sus ocupantes escudriñan los edificios. Un portero le pregunta a otro donde es el incendio. Nadie da con su origen. Vuelvo adentro. Cierro las ventanas y me resigno ¿qué podré hacer encerrada en mi propia penumbra? lf.

sábado, marzo 01, 2008

20 años después

A veces, hay en el recuerdo de la infancia una mezcla de añoranza y terror, y no es que esos años se hayan visto opacados por la turbia severidad de la vida, es sencillamente que uno se reconoce indefenso e inocente en los sitios menos propicios. Pienso en ello al verme una cascada de cabello a media espalda y al reconocer que esto es lo más cerca que ha estado de las largas trenzas que hasta los quince años me llegaban a medio muslo. Pienso en ello mientras me hago un chongo de bolita y lo meto una gorra de licra negra: en traje de baño, con este cuerpo regordete y cara lavada, soy idéntica a la que era hace 20 años, sólo que más alta y más vieja, con una honda cicatriz de alacrán al lado del ombligo y con una serie de patas de gallo bien instaladas en mis gestos. La Salamandra dice que son de tanto reír, y desde entonces las amo. Me miro en el espejo y como entonces, me siento incómoda entre todas esas mujeres desnudas en el vestidor, porque su cuerpo es un descubrimiento, a los 5, a los 20 a los 65 años de edad, esas mujeres andan semidesnudas, riendo, chismeando, mirando los cuerpos de las otras, jugando, reconociendo en los tatuajes y cicatrices de las otras trozos de vida narrados en la piel. Yo no hablo, no hago confidencias, nadie sabe quien soy ni qué hago. Cojo la bata y me apresuro, me escurro como una hormiga que escapa del trabajo, como cuando niña siento urgencia por huír de esas congregaciones de brujas bienintencionadas...Me da miedo pensar que me parezco a la de entonces porque lo único que en aquella época podía defenderme de cualquier amenaza real era una estúpida arrogancia, y ahora, no sé. Nado. Nadar se parece al sueño, al de dormir y al de imaginar. Cuento las brazadas hasta que andan solas, hasta que mi respiracion y yo somos una, sin pensamiento, sin deseos, sin arrepentimientos, sólo una en la existencia de cada segundo, de cada movimiento, de cada giro entornado del hombro y cada golpe de los dedos de mis pies contra el agua... El otro día me desperté temprano. S. dormía. No me moví por no despertarlo. Vino entonces a mí la casa de mi abuela, ese jardín-selva, esa ventana diminuta de la recámara de mi abuelo, las noches en las que dormí en una colchoneta bajo la mesa, porque éramos tantos y todos cabíamos ahí, en su casa, en la de Ella, aunque fuera debajo de la mesa y aunque hubiera que sonarse la medalla entre los dientes para espantar a los demonios. Pensé en el frío de las heladas por la madrugada, en el piso de cemento pulido, y en sus manos haciéndonos tacos de queso fresco con salsa, pensé en los boings que me bebí del pasillo lleno de cascos de la tiendita, sin saber que robaba, en la pila tan prohibida, llenándose de agua cada martes y cada jueves porque en los días intermedios no caía agua. Aquello era una mezcla de piscina y vestidor: estaba Ella, generosa a manos llenas, y todos los demás, como yo, pequeños demonios con sus dones a cuestas. A veces da miedo recordar el pasado, la atmósfera fresca del amanecer cubierta con una colcha amarilla de bolitas, da miedo pensar que somos como entonces, y que sin embargo, no somos más. lf.