jueves, mayo 21, 2009

Post 501

A veces la vida es muy clara sobre las cosas que no son para nosotros. Entonces hay que agradecer la advertencia, cambiar el rumbo y ser felices.
lf.

martes, mayo 12, 2009

Celos

No me viene en gana poner la otra mejilla, ni resignarme, ni ser dócil y no guardar resentimientos. Cuando niña había dos juegos que funcionaban a manera de un mágico diagnóstico de naturalezas: deslizar un dedo desde la nuca hasta la cintura por el centro de la espalda (¡ah! ¡Ese inesperado placer preludio de dulces noches y sorpresas!) y repasar con las uñas un cabello por lo largo. Si ante la imprevista caricia en la espalda uno se estremecía, o si el cabello se rizaba, entonces una era celosa. En mi caso, tanto la caricia, como un cabello de un metro de largo desvelaban que yo caía, ineludiblemente, en esa clase de personas. Yo lo negaba, aún muy niña, imponiendo razón a emoción, pensamiento a intuición, control sobre impulso, pero lo hacía sobretodo porque pensaba que ese rasgo era síntoma de muchos otros: debilidad de carácter, falta de caridad, y otras tantas cosas poco cristianas.
Los años me han enseñado, con un sentimiento puramente visceral, que ante ciertas miradas o gestos, frente a determinadas presencias o actos, no puedo sino sentir celos. Una sola vez esta emoción me ha hecho perder la compostura... luego aprendí a morderme la parte interna del labio, a caminar con cierta disimulada furia, y a dejar que la sensación en el estómago se difumine en las sábanas revueltas.
También he aprendido que celo no sólo a S., sino también a mi trabajo, a mis familiares y, cuando las tengo, a mis amistades, siento algo parecido por ciertas cosas, como las pinturas de la casa o los sitios que siento míos. Y no me da la gana poner la otra mejilla, ni resignarme, ni ser dócil y no guardar resentimientos. Me viene esta sensación en la cintura, y odio amando, resiento deseando, y soy pura y deliberadamente visceral...
que ofrezcan este último y desafortunado episodio por la salvación de mi alma, a mí me viene bien irme al infierno por quererlos, y por quererlos míos.
lf.

lunes, mayo 11, 2009

Elefante


Anoche, otra vez, el sueño interrumpido. La lluvia que no llegaba se quería meter por las ventanas y mi cuerpo sediento aguardaba, atento, su llegada. Desespero me dominó y me levanté por fin a las 2am. Bebí dos vasos gordos de agua y medio caballito de mezcal moreliano. Caminé por la casa a oscuras, sopesando los tonos de las luces y las sombras en los cuartos dormidos. Después de un rato encendí la luz y leí sobre el elefante que viaja de Lisboa a Valladolid. Cuando volví a la cama el elefante ya no era el del libro: mi elefante había descubierto la textura de la duela contra sus patas y las arrastraba feliz alrededor de la cama. Cuando se cansó por fin, metió la trompa en los cajones y estuvo sopesando por el olor los tejidos, su origen y sus viajes. Cuando me quedé dormida el elefante había descubierto los pasteles de óleo y los desordenaba por tamaño. Esta mañana encontré pintado en la pared un enjambre de colores. Menos mal que dejó evidencia de su visita, me temía una mañana cargada de realidad. lf.

sábado, mayo 09, 2009

Heat


Durante la tarde el sol pega contra el vidrio como si quisiera fundirlo. La luz se agolpa sobre los muebles: roe el algodón blanco de los sillones, chupa de la madera su última humedad. Los amantes duermen desnudos en la habitación más oscura. El sol no llega a la punta de sus pies, pero el calor hace de su sueño un desierto, la piel curtida, los ojos llorosos, la boca un pozo de arena que busca otro pozo de arena. Los dedos extendidos, el reconocimiento de una sal que no es propia y que alimenta, un calor que funde a otro calor para que no se perpetúe la tarde. Cae el sol y los amantes salen. Ahora se puede soñar sin desierto.

jueves, mayo 07, 2009

060509


Hace calor. Esperamos hasta la media noche para apagar las luces y dejarnos caer sobre el colchón. Vuelta y vuelta los pliegues de las sábanas zurcan nuestros cuerpos desnudos. Los ecos del día se estrellan contra mi frente. Un zumbido nos empuja a levantarnos. Leemos. Comemos. Bebemos. Vuelvo sola al intento del sueño. Hace calor. Odio el zurco diminuto entre mi cuerpo y su ausencia. Me muerdo los labios. No sé si estoy dormida.

miércoles, mayo 06, 2009

Y ríe.


Estamos por volver, por abrir una ventana o levantar las sábanas y, volver. Me pongo el anillo de madera, esa raíz negra que me devuelve a la tierra o se enrosca en los nervios de mi lengua. Te observo dormir. Anoche descubriste la risa en la parte curva de mi espalda. Tenemos un par de lunares nuevos y el descanso garantizado sólo en nuestra cama. Hay aquí algo que me devuelve a mi juventud, a las ganas de todo recostadas sobre mis palmas, a una especie de olvido que me retoma el andar. Estamos por volver, como la tierra fina que se mete bajo las puertas y se ríe de nuestro sueño. Y ríe.

lunes, mayo 04, 2009

Green palace


Y un día haré de mi casa, un delicioso y verde palacio.

jueves, abril 30, 2009

Jueves 30 de abril: no hay día del niño :(

Uno de nuestros amigos nos dijo que lo primero que hizo al enterarse de la epidemia fue lanzarse al cine porque no iba a haber nadie. Pues ahora sí que nos han jodido. Yo pensaba celebrarme, sí a mis 30, este día del niño viendo la peli de Wolverine, porque veo todas las pelis de cómics y porque aunque son bien jaladas me río un montón. Pues nada, los cines están cerrados y los conejos de trapo se han agotado. Me consuela saber que preparé un delicioso chiffón de vainilla con el que todos se chupan los dedos y que me puedo pasar el resto del día acabando el tomo de Sandman... venga, unas palomitas y a pasarla bien.

Miércoles 29: huída epidémica a Puebla

El cierre de la UNAM hasta la semana entrante fue lo que nos decidió a tomarnos los días de contingencia como de semi-vacaciones familiares. Así que echamos un par de prendas y de cómics a la maleta, la wacom y la cámara, los restos de lasaña del refrigerador y unas vainas de vainilla que compré en Tepoztlán; nos trepamos al carrito y nos venimos a la casa de los padres de S. a Puebla. La carretera estaba cargadita y el camino seeeecoooo seeecoooo. Los papás nos recibieron, como siempre, con mucho cariño y una deliciosa comida. Había olvidado que son médicos y que muchas veces el tema de la sobremesa son los casos que tratan... supongo que es bueno ver que alguien se entretiene de lo lindo viendo el desarrollo de la epidemia sin sentir pánico... empecé el tomo IV de Sandaman y por la noche huí de rever Sunshine. Dormí como angelito.

Martes 28: huída pasajera a Tepoztlán



Tanto las visitas españolas, como nosotros, estábamos hartos de tanta alarma, así que, en vista de que todo estaba cerrado, nos escapamos a Tepoztlán. Ninguno de nosotros lo conocía. Por lo que había leído en internet esperaba algo así como San Miguel de Allende: pueblo arreglado lleno de tiendas para turistas. Pero resultó ser más pequeño y, aunque había hippies de marca en algunas esquinas, el sitio sigue siendo un pueblo de la gente. Caminamos por el mercado, visitamos el atrio de alguna iglesia, bebimos un chocolate maya frío y delicioso, y finalmente fuimos a comer al Tepozteco. Fue un verdadero gozo la vista y el paisaje, tener silencio, olvidarse de todo comiendo unas buenas quecas y una deliciosa cecina. De recuerdo me traje un caleidoscopio de esos hechos con tubo de laboratorio y me divierto como enana viéndolo a contraluz. lf.

lunes, abril 27, 2009

Desarrollo de la paranoia


Jueves
Avisan que no habrá clases el viernes. Mi madre, como bien sabe que nunca me entero de nada, me llama para avisarme. Me da un poco igual, pero preveo que tampoco daré clases el lunes. Les escribo a mis alumnos, replaneo mentalmente la semana. Pienso en un fin de semana largo y me da la alegría fácil de un día extra feriado.

Viernes
Se empieza a hablar de suspensiones más largas. Veo demasiada televisión. Me asusto un poco. Me duele la cabeza, como siempre, tomo un baño laaargooo para quitármelo y deshacerme de mi hipocondría inducida por los medios. Leo el tomo 1 de Sandman.

Sábado
Hay comida en casa de una amiga para darle la bienvenida a un profesor español que ha venido a dar un curso. Un amigo llama para avisar que no irá debido a la epidemia e increpa a la anfitriona, intenta convencerla de que no debe hacer la reunión, pero no lo logra. La mayoría de nosotros, profesor con esposa e hija de 3 años, acudimos sin mayor paranoia: todos estamos saludables y bien comidos. Dos amigas llaman, superan su miedo y llegan a la fiesta con todo y clamatos para las chelas. Después de dos tequilas nos reímos y burlamos de la situación. El profesor, antropólogo super alivianado, dice que ojalá después no tengamos que lamentarlo.

Domingo
Vamos al súper, hay mucha gente. Entramos y salimos tan rápido como podemos. Vemos la tele y empiezo a sentir que esto va un poco más en serio. Estamos en casa un buen rato y por la tarde salimos a caminar y fotografiar grafitis. Suponemos que no habrá mucha gente y ciertamente no la hay en las calles corrientes, el centro de Coyoacán, sin embargo, está como si nada: con sus puestos de papas, buñuelos y chicharrones y la gente feliz paseando su domingo. Leo el tomo 2 de Sandman. Hablo con mis papás y no me lo creo: ¡fueron a un retiro en una hacienda de San Luis! Se me hace un nudo en el estómago de enfado ¿no se supone que los padres deben ser responsables y poner el ejemplo? Cuando me despido, mi madre me pide que me cuide mucho y no salga. Me muerdo la boca y no le digo nada sólo porque el dichoso retiro la hizo muy feliz, pero me quedo muy enojada.

Lunes
Pasamos todo el día en casa. Salimos en coche sólo a la UNAM para intentar rescatar unos libros del instituto. Imposible. Está todo cerrado. Al volver me pongo a trabajar en forma. Estoy concentradísima y feliz porque avanzo favorablemente cuando... tiembla. Veo la tira de espejos y la lámpara, suelen moverse con el viento. Luego veo los cactus, esos no se mueven solos ni de coña. Me acomodo bajo el arco pero supongo que no es un muro seguro y me voy bajo la puerta de la cocina. Pasa pronto. Lavo ropa, preparo una lasaña espectacular. La concentración para trabajar se fue a la chingada. Vemos la TV. Cerraron todas las escuelas. Recibo correos de amigos en el mundo preocupados por nosotros y me encuentro a otros tantos en el mensajero. Me da gusto saber que se acuerden de nosotros, pero me canso de explicar que no hay gente enferma en cada esquina. Tomamos la siesta, sueño con otro temblor. Despierto. Veo a S. dormir profundamente y verlo así me tranquiliza. Acabo de leer el tomo 3 de Sandman. Subo a recoger la ropa. Se avecina una tormenta. Bajo, estornudo mucho y tengo la nariz congestionada. Sé que sólo es mi alergia, pero joder, ver tanta tele infunde miedos hasta en las experiencias más arraigadas. Escribo el blog, a manera de conjuro. Esto ya dejó de ser surrealista y anecdótico para ser un poco molesto. Descubro Little Dragon. Río con sus videos. Ha de ser bonito dedicarse a crear esos mundos.

domingo, abril 26, 2009

Y la vida sigue...


Coyoacán, domingo 26 de abril de 2009.

viernes, abril 24, 2009

Remedios caseros contra la influenza mediática


1. Prepárese un delicioso arroz con leche.
2. Elija como lectura del fin de semana su serie de cómics preferida. Si ésta trata de algo más grave que el apocalipsis, como el rapto del sueño, o la rebelión del anticristo, mucho mejor.
3. Si el miedo lo obliga a quedarse en casa, encerrado con toda su familia, por favor siga las recomendaciones de la TV y abra las ventanas. No por el virus, sino para que no huela feo.
4. Si le lloran los ojos o tiene dolor muscular, antes de llamar al número de emergencia, haga memoria: ¿tiene algún cargo de conciencia? ¿hizo ejercicio ayer? ¿le queda un poco de sentido común?
5. Si su alergia a las plantas lo obliga a estornudar ¡ocúltese! no vaya a ser que los vecinos le señalen, le persigan y le linchen por inhalar un estúpido polen de media tarde.
6. Si por la noche siente calentura y teme haber contraído la enfermedad, pellízquese ligeramente un pezón. Si siente cosquillas o placer, relájese, la calentura es de otro tipo.
7. Finalmente, cómase el arroz con leche. De nada sirve un buen platillo si nadie se lo come.

domingo, abril 19, 2009

Las cosas pequeñas

La sonrisa y el placer ocultos en las cosas más pequeñas: amanecer abrazada al cuerpo de S., desayunar salvajemente una torta de tamal con un jarocho, oír un buen disco. Veo la quemadura en mis dedos sanar lentamente, como si ese fuera un signo de vuelta a esta feliz cordura. Ya no me importa temer a algunas cosas... mi latido con su ritmo y un andar de mundo que no puedo comprender; sólo tengo que aprender a balancearme sobre las cosas más pequeñas. lf.

sábado, abril 18, 2009

Thunder is here


- ¡Yeh! ¡Yeh! ¡Yeh! ¡A partir de mañana podré volaaaaar! ¡volar! ¡volar!
- ¿Cómo? ¿Has pedido el don? ¡No! ¡No! ¡No! Volar es muuuuy peligroso. Puedes perder la cabeza, atorarte en los cables, ¡llegar a la luna! ¡No! ¡No! ¡No!
- Pero, yo siempre he querido volar... no pienso tejer el cableado público, ni dejarme decapitar. No no no.
- ¡Pero el cableado está ahí! ¡Muchos han muerto decapitados por él! ¡Muchos! ¡Muchos! ¡Muchos! Y otros enloquecen...
- Pero... yo sólo voy a volar aquí cerquita y voy a ser buena y discreta y a volar con los calzones puestos ¡puestos! ¡puestos! ...para no perder la cabeza.
SILENCIO REPROBATORIO
- Ven, ven, ven aquí y recuéstate en mis piernas.
- ¿Qué? ¡No! ¡No! ¡No! ¡No quiero que me inculques tu miedo!
- ¡A ja ja ja jaaaaaa! Es tarde. Ya me metí en tus sueños... ahora solo quiero consolarte, consolarte, consolarte.

Soñé que el cableado público me decapitaba mientras volaba. Desperté temiendo al don pedido, pero sonrío (irónicamente). Lo tengo, y a pesar de los miedos inculcados... un día de estos ¡voy a volar! lf

miércoles, abril 15, 2009

Mala racha

s - ¿Qué vas a hacer?
yo - Bloggear mi miseria
s - Pero ¿cómo si nomás puedes usar una mano?
yo - Con esta, y el dedo chiquito de la otra, me las arreglo:

Míseros eventos del día
1. Mañana. Amanezco con ciática, casi no puedo apoyar el pie derecho. Paso la mañana haciendo ejercicios y tomo mis robaxisales religiosamente a su hora.
2. Mediodía. Justo antes de echarla al agua, me doy cuenta -por un olor asqueroso- de que la pasta artesanal que ba a preparar está cubierta por un finísimo y repugnante moho. Odio el moho.
3. Noche. Preparo la cena y me quemo el pulgar e índice de la mano derecha justo del pliegue hacia afuera. Me quedó un tatuaje de barniz blanco de plato y duele un chingo a pesar de los analgésicos.
...podría haber sido peor... me podría haber comido la pasta o el plato se podría haber integrado a mi mano. De la ciática estoy mejor... pero me vendría bien que esto fuera un conjuro para acabar con la mala racha. ¡ála! ¡Que sea conjuro! lf.

Resignación

Hay días en los que me caigo muy mal... pero qué le voy a hacer. No puedo dejar de ser yo.

domingo, abril 12, 2009

Recuento de las vacaciones: Versión ilustrada



Cuando iniciaron las vacaciones, estaba inmensamente cansada. Sabía que debía trabajar, pero estaba un poco harta y con déficit de sueño. Dormí mucho.

En vez de leer lingüística, me leí todo lo que ha salido de 100 Balas y ahora espero con ansiedad el último número ... Cuando me llené de sueños e imágenes volví a trabajar en serio.



Me sorprendí desvelándome mientras armaba cosas para mis alumnos y mi proyecto, getting high on information, seleccionando cosas para ellos... y entonces volvió a mí una sonrisa profunda y genuina, sólo era cansancio, la verdad es que lo que hago me encanta. lf.

jueves, abril 09, 2009

Y los diablos en la calle



Decidimos quedarnos en casa, no aventurarnos a la carretera. Y dormir, y leer cómics, y trabajar (S. cansable pero perseverante, yo poco y sin presión... ¡culpabilidad!), y guardar silencio. Y me parece gracioso estar leyendo "Cien Balas" y luego encontrar diablos por la calle. lf.
P.D. Y ayer tuve clase de manejo, y pasé por las calles con jacarandas en flor, y oí sus flores tronar como si fueran palomitas... :)

lunes, abril 06, 2009

Cámara camarita





La semana pasada me compré una cámara que ahora vive en mi bolsa y me acompaña por ahí. Mi primera cámara me la regaló mi padre: era alargada y rosa, y no recuerdo qué fin tuvo. Cuando cumplí 18 papá me regaló SU cámara, una preciosa de lente que me acompañó mucho tiempo. Cuando nos fuimos a España se la devolví y ahora no sé dónde está. Mi nueva camarita se acurruca al fondo de la bolsa y asoma el lente en tanto oye su nombre. Se siente como una compañía, como un confidente, una forma de memoria. Estas son sus primeras vistas: la ciudad en un día cualquiera, su primer viaje y sus primeros andares nocturnos. Bienvenida camarita.

viernes, marzo 27, 2009

Sobre noches y vigilias

Esta mañana no quería despertar. Soñaba con mi abuela, con su rostro y sus rizos diminutos. Soñaba que íbamos a comprarle un regalo para su cumpleaños. Pero su cumpleaños era el 25 de agosto. Creo que murió en el mes de marzo, pero no recuerdo el día, ni hago un esfuerzo por recordarlo. Lo del regalo viene a cuento porque la fiesta de cumpleaños de mi abuelo, de 91 años, es en un par de semanas. Hace mucho que no asisto a una de esas fiestas que, desde siempre, han sido de las más importantes, de las que se marcan a principios de año, y se reservan ante todo. Mis recuerdos de esas fiestas son de cuando éramos niños. El viernes pasaban a recogerme a la escuela y hacíamos un viaje de 6 horas para llegar hasta el pueblo. Aunque rendidos, al llegar no faltaban los taquitos de aguacate y queso fresco en tortilla de mano, los tequilas, el dominó y las papitas. El sábado era la fiesta grande, tan grande que la descendencia de 10 hijos no cabía en la casita de chorizo de mi abuelita, y nos íbamos al Parral, la casa de mi tía Mina. Los adultos se iban al patio de atras, los señores se sentaban en las sillas de lata a jugar dominó en las mesas con nombres de refresco, las señoras echaban chisme y los niños jugábamos a las escondidas entre las parras aunque nos regañaran. Lo más bonito era el pastel, pero no porque nos dieran el dulce, si no porque era una de las pocas ocasiones en las que mi abuela le daba un beso a mi abuelo, o se dejaba besar, y entonces todos, grandes y chicos, sentíamos que teníamos raíces firmes, que siempre habría a dónde llegar. Al final de la fiesta siempre había algun borracho (o varios), alguna pelea entre las señoras, y más de una rodilla raspada entre los chamacos. Ocasionalmente también había alguna pelea, de esas buenas y graciosas donde los tíos un poco pasados de copas, se levantaban tambaleándose y levantando los puños con sendas groserías mientras nuestras madres nos tapaban las orejas y nos arrastraban parral arriba. Luego todo cambió. Las fiestas ya no son en el parral si no en la casa nueva, una grande y muy pintada. La familia ha cambiado, algunos adultos se han marchado pero también hay nuevos niños. La descendencia de mi abuelo ha sido fructífera, con cuatro generaciones somos casi 100. Hace más de 6 años que no voy a la fiesta, pero este año sí, y con muchas ganas, que 91 años no se cumplen todos los días.
lf.

270309

Quiero como se quieren las cosas en la cama o en la cocina: con almohadas y cubiertos para dos.
Deseo con esa fe infantil ajena al realismo y pesimismo que nos da la vida con los años.
Añoro con una especie de creencia en la justicia divina.
Y hago un conjuro para que la buena suerte siga siendo sea nuestra aliada.
lf.

martes, marzo 24, 2009

II

an interior landscape bursting into the morning
a fury carefully undone in the rythm of a pace
salt on skin as a lost caress
there is no emptyness in this wind
lf.

lunes, marzo 23, 2009

230309

Sacudida por una trémula negrura
oculto el rostro tras la desorientación de mis cabellos.
La fragilidad del paisaje se abruma con el viento.
lf

sábado, marzo 21, 2009

Historia de mis cuchillos


En el centro de la cocina de mi infancia había una mesa rectangular, de madera clara, con dos cajones y una alacena. De alguna manera era la caja de pandora de la cocina, pues en los cajones se guardaban los cuchillos y las piedras de afilar, mientras que en la alacena estaban las especias, los aceites y el vinagre. De esa mesa provienen muchos de mis recuerdos más viejos: mi padre amasando pan sobre la madera o afilando concienzuda y placenteramente los cuchillos, mi madre con medio cuerpo metido en la alacena de abajo mientras buscaba romero o nuez moscada, y luego acomodando sobre la mesa el molcajete para moler las especias.
Siendo mi padre marinero, los cuchillos nunca me estuvieron prohibidos y tuve mi primera navaja a los 5 años. Había sido de mi abuela paterna, montada en una base plateada con incrustaciones de nácar. A saber de dónde sacaron semejante navaja, el asunto es que vivió junto a las muñecas y los lápices de colores, y servía por igual (para sorpresa de mis maestras, primas y amistades) para sacarle punta a los lápices, cortar manzanas o tuzar a mis muñecas.
Cuando me fui a estudiar en la universidad, mi madre me regaló uno de los cuchillos, no más grande que una mano, delgadito y con mango negro. Era el cuchillito versátil de casa, con el que cortábamos por igual aguacates y rosas del jardín. Ese cuchillo volvió a la mesa cuando terminé la universidad, y fui débilmente reprimida por regresarlo sin filo.
Para mi boda, papá prometió regalarme unos cuchillos, pero una serie de eventos desafortunados sacó del panorama un juego como dios manda, y sólo recibí un set de mesa para carne marca "pastor alemán" (¿de dónde se saca semejante nombre para un cuchillo? El slogan podría ser "cuchillos tan fuertes como los dientes de tu perro").
Cuando me apropié de mi cocina de casada, lo primero que hice fue sacar de un cajón un montón de cuchillos que estaban bien escondidos. Plateados y endebles, imposibles de afilar... En la familia de S. no usan cuchillos de verdad; y cuando nos fuimos a España me hice un cuchillito parecido al que me dio mi madre para la Universidad. Lo abandoné en Madrid, pero me traje una navaja bellísima que me compré en Toledo.
El fin de semana pasado fuimos a visitar a mis papás, y después de que les diéramos algunos regalos -una lata de té ruso para mi padre y algunas vanidades para mi madre- sacaron orgullosos un gran cuchillo de chef. Luego me llevaron a la tienda y me compraron uno oriental y un artilugio para afilarlos. Hoy me pasé dos horas cocinando: picando fresas, cortando pollo, rebanando cebolla. Saqué también un molcajete diminuto, herencia de mi abuela, para descascarar los ajos. Mientras picaba el apio y le echaba hierbabuena al caldo recordé una historia sobre mi abuelo que cuenta mi padre. Mi abuelo era electricista en un submarino y le tocó estar en la primera guerra. En uno de esos tantos interludios en los que hacían tierra, no sé dónde ni por qué, mi abuelo estuvo conversando con un turco que llevaba en el cinturón un cuchillo con un mango precioso cubierto de piedras. Después de mucho hablar mi abuelo le preguntó si podía ver su cuchillo. El turco respondió que sí, lo sacó de su funda y se lo prestó. Tras múltiples halagos, se lo devolvió y miró con sorpresa cómo el turco lo tomaba y se hacía una pequeña cortada en la mano. "¿Por qué haces eso?" le preguntó mi abuelo (pero en inglés) y el turco le respondió "Por que nunca sacamos el cuchillo si no vamos a derramar sangre". Añadí los ajos al caldo y, aunque no tengo una mesita de madera y la cocina de hoy no era la de mi madre o mis abuelas, me supo a un guisar de muchos años.

viernes, marzo 20, 2009

Lo que no sabía que extrañaba


Los días se atropellan unos a otros llenos de encuestas, clases y guiones fallidos para la tv. A veces extraño el silencio, tener tiempo para detenerme y reflexionar, para despertar lentamente, pero aún así este frenesí funciona como un extraño alimento que me mantiene en pie. Llevo ya más de medio año de vuelta en México y sigo redescubriéndo cosas que me gustan y que en algún momento extrañé hasta que su memoria se fue difuminando junto con el deseo. Van aquí algunas de esas cosas:
1. Que mi hermanillo Fer me dé lata.
2. Que mis alumnos cuestionen todo, y que me quieran.
3. Las tardes de gran lluvia y tormenta, y que el mundo no se detenga.
4. La fruta seca enchilada.
5. El tepache y el mole negro.
6. Los colores en los canastos y en las blusas bordadas.
7. Que el sol y la música lo llenen todo, todo el tiempo, como si no pudiera ser de otra manera.
8. Las calles tapizadas de jacaranda y bugambilia.
9. Los ramitos de gardenias que venden en los semáforos y la sorpresa del hueledenoche al andar por las calles.
10. Pedir por teléfono las tortas Hipocampo. Este último punto se merece una explicación y es que los que atienden la tortería de Santo Domingo son capaces de hacer que el día más triste valga la pena. He aquí la llamada de hoy:
Tortas Hipocampo - Tortas Hipocampo, buenas tardes.
Yo - Buenas tardes, quiero hacer un pedido.
TH - ¿Qué va a ser?
Yo - Una de milanesa con queso y una Mazatlán.
TH - ¿Algo de beber?
Yo - No gracias, aquí tengo.
TH - Aaaah muy bien, ¿A nombre de quién?
Yo - De Luisa Frey
TH - ¿Luisa qué?
Yo - Luisa Frey
TH - Luuuiiisaaa ¿Frei?
Yo - Sí
TH - ¿Luisa Lane?
Risas en ambos lados de la línea
TH - ¿No es Usted la novia de Superman?
Risas
Yo - No, no soy la novia de Superman.
TH - Aaaaah, quién sabe, a lo mejor sí es y no me dice.
Risas
Yo - No... bueno, yo tengo mi Superman pero no es el de la tele.
TH - ¿Ya ve? ¡Ya sabía yo!
Risas y sonrisas para toda la tarde. Y es que estos diálogos surrealistas y entre extraños, sólo pueden darse en México.
lf.

viernes, marzo 06, 2009

Viernes primero de mes

Saber que no tengo que estar hoy a ninguna hora en ningún sitio. Que si me da la gana puedo puedo pasarme dos horas cocinando y otras dos echando a perder con calores la siesta. Poner a María Rita a untar su voz sobre los sillones blancos, preparar una jarra de té aromático, subir los pies en el baúl y leer cuentos en portugués. Copiar la cuarta elegía de Stanescu para mi amigo pintor, releer los versos en voz alta, reacomodar el libro junto a la foto antigua de mis abuelos... es bueno trabajar en la madriguera.    :)

miércoles, marzo 04, 2009

Pesadillas encuestas

Van a dar las cuatro de la tarde. Estoy sumida en el centro de cómputo con los audífonos puestos, una bolsa verde que me recuerda a la Salamandra y un gran morral negro recargado contra las piernas. No puedo evitar pensar en que dentro suyo está la causa de mis nuevas malas noches y continuas pesadillas. Ese morral, con todo y el estampado de Rayuela blanca contiene cientos de encuestas para mi nuevo proyecto. Gracias a eso me estoy convirtiendo en una nómada de salones: subo y bajo las escaleras para tocar puertas, interrumpir clases y pedirles a los alumnos que escriban. Ellos no lo saben, pero escriben para mí: de pronto sus letras llenan todo mi tiempo; los ratos que espero sentada en la barda de piedra a que S. venga por mi, los minutos robados a la planeación de clases, las tardes y las noches en el sillón blanco. Y luego también el sueño. Desde que empecé a recoger información duermo fatal: sueño que edito las encuestas, que entrevisto a los chicos, que discuto los parámetros de la investigación con los colegas. Hasta ahí no me importa: no pasa de que sienta que mientras dormía hice un montón de trabajo que Sandman se lleva risueño bajo las sábanas. El problema viene después: cuando todo eso se vuelve un calor nefasto, y sueño que tengo que ir al hospital para que me operen y me quiten medio intestino, o que mi tío muere, o que cientos de rostros difusos se me abalanzan con las bocas abiertas. Veo la Rayuela del bolso y me convenzo de que sólo estoy dando el brinco, de que pronto mis neuronas dejarán de ver con una combinación de fascinación y terror la torre de papel que crece del lado derecho del escritorio para sustituir la ansiedad por un poco de serenidad o paciencia. Afuera hace un sol brillante. Supongo que lo que me lleva de encuesta en encuesta, es que ese mismo sol, aparece también allí.

lunes, febrero 23, 2009

Días-palabrones

Y los días se colgaron nombres al hombro e hicieron una danza frente a mis ojos. "¿Qué les pasa" me preguntaba mientras veía sus miembros contorsionarse, sus gargantas proferir insultos, su ser volcándose en un ir y venir descontrolado. "¡Puta de muslos blancos!" "¡Hija de cientos de malagradecidos días!" "¡Insulsa no! ¡Pendeja sí!" "¡Insuficiente pa' todo!" "¡Mata seca del cerro más pelón!" "¡Gorda y fea sin la gracia del elefante!" "¡El caos que se te esconde en el ombligo se desborda alrededor tuyo!" "¡Veeeeteeeeeee!" "¡Ahgryaaaaaaaa!" "¡Eres la pus de nuestro desarreglooo!" y se desgarraban las ropas, se arrancaban los cabellos, se pellizcaban los pechos. "No se preocupe -interrumpió mi asombro el doctor- no quieren decirle esas cosas. Es sólo que los días están siempre enfermos, y esta semana les toca el síndrome de Tourette". Con su bata blanquísima dió la media vuelta y se fue. Yo no tuve el valor de marcharme, tan míos sonaban los insultos proferidos, que me quedé a consolar a los días por odiarme tanto. 
lf.

miércoles, febrero 18, 2009

trabajo y sol irrumpiendo en las palabras

Preparo mi curso fervorosamente: reviso bibliografía -fotocopias borrosas e inmundas y escaneados luminosos o nuevos artículos en internet- tecleo incansable, produzco los cuadros de las presentaciones uno tras otro como si fueran cartas de una baraja. A ratos me carcomen los nervios, y le pido a S. un cigarro y muevo las manos y los ojos nerviosamente. Normalmente esto disminuye con el trabajo, con ver que la planeación del curso avanza, pero luego llego a este punto muerto en el que estoy cansada y ya no rijo y nada tiene sentido.
No he escrito sobre la sorpresa que ha sido el calor de México. Es febrero y el sol de mediodía es luminoso, fuerte, abraszador. Dormimos ya con la ventana de la sala abierta, y justo en ese rato de día recién amanecido y de día moribundo, cuando el sol se insinúa y el aire frío y caliente se mezcla, todo se inunda de una sensación antigua: un saber "Esta es mi casa, a este sitio pertenece mi cuerpo, este es mi aliento". Nunca sentí algo así en España, pero tampoco sabía que esa sensación existía hasta que me fuí y volví. Uno de estos días va a llover por fin, y tendremos mangos grandes y jugosos escurriéndonos por la comisura de los labios al cuello, y reiremos como cuando éramos pequeños. lf.

Y ahí voy de nuevo


De los nervios ni les cuento.

domingo, febrero 08, 2009

Inocencia

We're damaged people
Drawn together
By subtleties that we are not aware of
Disturbed souls
Playing out forever
These games that we once thought we would be scared of
Depeche Mode

Una de las cosas que me gustan de mi trabajo es la convivencia con la gente. Ahora, además, el principio de semestre suele golpearme con algo que me parece cada vez más evidente: mis alumnos son jóvenes, están verdes, y casi todos se desmigan de vez en vez en algo que no puedo interpretar si no como inocencia. Comprendo que hay entre nosotros una distancia cada vez más grande, sin embargo, no siento temor ni angustia, acaso me sorprenda de vez en cuando una envidia fugaz, la gana de tener como hace años ese aire provinciano o la sonrisa deliberadamente coqueta... Planeo sus clases y me descubro ante una tentación inaudita: censurar canciones y lecturas ¡ja! como si la inocencia de ahora no le sacara tres vueltas a los felices años que ando dando tumbos por el mundo...

miércoles, febrero 04, 2009

transición



A menudo cuando pienso en escribir este blog, me descubro redactando mentalmente que me encuentro en un periodo de transición, siempre con un halo de deseo, con un aire de paraíso perdido. Vacío el agua caliente sobre las hojas recicladas de té verde y pétalos de jazmín; prendo la vela para la tetera y recuerdo vagamente la luz de esta madrugada, un sueño de lejos que mezcló los países que conozco o que no y que de alguna forma deseo. Entonces caigo en la cuenta de que no me encuentro en ningún periodo de transición, y que ahora hago lo mismo en lo que de alguna manera pienso cuando me refiero a ese paraíso perdido: preparar y beber mucho té y pasar muchas horas frente a la computadora -sólo me falta el tiempo para volver a los cómics-. Entonces caigo en la cuenta de que lo que verdaderamente extraño es otra cosa: un estado mental de esos alterados en el que el cerebro está empapado de información y hace extrañas asociaciones de lo más obvias y que sin embargo me parecen geniales. Entonces tengo que servirme el té, sentarme aquí y admitirlo: sí, sigo en un periodo de transición. lf.

sábado, enero 31, 2009

Sábado: diario del cuerpo


El diario de mi cuerpo inicia con el despertar del tuyo, con la luz lechosa, todavía temprana, que marca una línea recta sobre el techo y con el silencio de los sábados antes de que el mercado alce sus techos de plástico y sus pregones. Mi desnudez agradece el gesto de tu abrazo confundiendo todavía el sueño y la vigilia hasta que, despierta del todo, soy capaz de pronunciar tu nombre y el mío cual si dibujara con ello nuestras facciones. El diario de mi cuerpo anotaría también la semejanza entre ese despertar y estar inmersa en el agua: sentir los músculos tensos y a la vez libres, el cuerpo todo cubierto y carente de gravedad, y cada bocanada de aire regulando el ritmo de mi acción. Vendrían luego largas horas de trabajo frente a la computadora, con los ojos llorosos, con los dedos tecleando una melodía parda y casi triste. Es casi media noche. Guardo bajo las costillas una ansiedad, una insatisfacción, pero soy incapaz de discernir si viene de mi cuerpo y su pálpito o de mi cabeza y su indesición. Inútil escritura que nada resuelves, ahora mi cabeza piensa bajo mis costillas y mi cuerpo añade un punto final. Tan tan, nos vamos a la cama igual. lf.

miércoles, enero 28, 2009

Otra vez LD

Otra vez vuelven esas épocas en las que me siento frente a la computadora y no sé bien por dónde empezar. Los pendientes se forman en una lista y se pelean entre sí como niños inquietos mientras que sus ideas madres me enredan los cabellos y se ríen de mí. ¿Cómo es que volví a meterme en todo esto? Observo cómo media hora de palabras se multiplica frente a mí y de pronto no es una si no cinco las bocas que hablan, cada una con sus propuestas y preguntas, con su hambre y su sed, con sus brincos hacia el mundo. Entonces siento a la vez un miedo terrible y fascinación, y comprendo que estoy inmersa, otra vez, en algo más grande que yo, que me aterra y me seduce y me sitúa aquí, ahora, preguntándome qué hacer, con la sonrisa de una niña que ha cometido una nueva travesura. 
lf. 

sábado, enero 24, 2009

240109


Tengo una ventana de luz ambarina y un fantasma de aluminio rumiándome las ideas;
una cama dulce y revuelta que me amanece con melodías portuguesas;
una taza de té y un montoncito de libros...
un felino se enreda en estos rizos y me lame el hombro:
no hay nada que sofocar.
lf

viernes, enero 16, 2009

Abstract

¡Cuántas horas de trabajo y dolores de cabeza me habría quitado el tener esto antes!

jueves, enero 15, 2009

Coco-wash


Ayer tenía miedo de la presentación del proyecto. Hoy tengo miedo de la cantidad de trabajo que la aceptación del proyecto parece traer. Me recuerdo que el miedo es otra forma de ansiedad y que estar demasiado tranquila o cómoda es una zona segura que deseo para la vejez, no ahora... ¿o sí? ¿y entonces pa' que chingaos tanto trabajo? ¡Ala y a currar! Mejor ansiedad que aburrimiento.
lf

miércoles, enero 14, 2009

Nervios

Mañana presento mi proyecto de posdoc en la UNAM. Estoy nerviosa de una manera extraña, como antes de un viaje más que de una presentación. Será que mi proyecto es como eso, como un nuevo viaje abierto a quien quiera acompañarme... esperemos que sean generosos los viajeros, que no me traicione la voz, y que me sea dado el don del aplomo... aunque sea sólo temporalmente... vaya aquí este conjuro.
lf.

martes, enero 13, 2009

Invitaciones


Si la semana entrante están en el D.F. no se pierdan el curso Poéticas de la oralidad impartido por José Manuel Pedrosa. Si no van a estar en el D.F. aprovechen los textos en línea en el apartado de lecturas sugeridas. En cualquiera de los casos salimos ganando.

Si andan por el CELE en la UNAM el jueves 15 a eso de las 10am y les interesa la lingüística aplicada, de corpus o el estudio del léxico disponible, acérquense a la Sala de Consejo (en el edificio A) a la presentación de mi proyecto de posdoc "Corpus Multilingüe del léxico disponible de los alumnos del CELE, UNAM". Parece que habrá café y galletas.

¿Que si estoy nerviosa? ¡Qué va!

Estoy aterrada.

lf.

miércoles, enero 07, 2009

Ensayos de la lechuza voraz



Y vuelve la wacom (pinta por primera vez en México) como una sonrisa furtiva a la vuelta del trabajo. lf.

martes, enero 06, 2009

Resquicios de las fiestas

Y los reyes me trajeron una hermosa rata corredora, una mañana soleada y una rosca superdeliciosa de la casita del pan. También me trajeron la promesa de ir a MUAC pero eso está por verse... Este año me volví a quedar con ganas de que alguien me regalara una canasta, pero por lo menos tuve un modesto aguinaldo...miro mi mesa caótica pero ordenada, el montón de métodos de inglés para donar y las botas de fieltro gordas de dulces. Se acabaron ya los tópers con recalentado (¿por qué siempre hay alguien que invariablemente regala tópers llenos o vacíos?), ya no hay más regalos ni papeles relucientes, ni ponche hirviendo en la cocina. Sólo nos quedan las botas de fieltro atascadas de aguinaldos. Me interno en la mía -que he resguardado celosamente de S. quien se apropió de todos los aguinaldos que pudo en casa de mi madre- y en tanto saco un paletón envuelto en aluminio azul, regreso 20 años a la tiendita de mi tía Pili, que estaba a la entrada de la casa de mis abuelos. El diminuto local tenía de todo: desde detergente Roma y jabón Zote pasando por latas de atún y de chiles en vinagre por el refrigerador con queso, leche y crema, refresco zuba sin gas, chaparritas y chelas variadas, hasta las más ansiadas golosinas de mi infancia: trianguilitos de boing, frituras enchiladas, duvalines, panqués de la niña verde, popotes llenos de chochitos, balones rellenos de rompope y paletas enchiladas. Mis padres no solían comprarme dulces, así que las visitas a mis abuelos eran la escapada perfecta para calmar mi deseo de comida chatarra. Al llegar, mi tía, con cintura de avispa pero brazos tan fuertes como de un luchador forjados a base de cargar tanta caja de refresco, me daba un abrazo fuerte y casi doloroso. Yo lo aguantaba mientras me jalaba los cachetes y me chuleaba las trenzas con una sonrisa porque sabía que a partir de entonces mi estancia tendría una mecenas de golosinas. Para cuando llegaba a los brazos de mis abuelos ya llevaba mis papitas adobadas y andaba en busca de la Salsa San Luis. Luego llegaban mis primos y jugábamos a las escondidas en una casa tan chiquita y tan llena que era imposible esconderse; y cuando nos hartábamos nos tumbábamos a ver la televisión, que estaba sobre el refrigerador, y que siempre pasaba películas de Pedro Infante o del Santo. Y entonces me jalaban las trenzas y me llamaban "la Tusita" y peléabamos hasta que mi abuela nos llamaba para comer tacos de queso fresco y aguacate. Por la noche, ella, con su voz quedita y su sonrisa tímida, sacaba colchonetas y cobijas de los rincones, y nos peléabamos por ver quién ganaba el lugar bajo la mesa, y nos llegaba el sueño con los grillos que chirriaban junto a la pila, mientras nosotros nos sonábamos la medalla entre los dientes para que no se nos subiera el muerto, porque esa casa estaba construída sobre campo santo. Y dormíamos dulce y largamente en la casa de los abuelos, con los bolsillos llenos de dulces, con un paletón de aluminio azul entre los dedos y un muerto queriéndo comérselo... y esos son los resquicios de las fiestas: montones de aguinaldos repletos de recuerdos, y esta paleta de mango cubierta de chile que está bien buena. lf.

sábado, enero 03, 2009

Mesa 2009


Y ya es el 2009. Lo empiezo, en términos médicos, con amígdalas "despulidas", lo cual se traduce a un estado permanente de moqueo, tos y lagrimeo. Me sobrepongo a mi cuerpo y veo que no tengo propósitos para este año, sólo andar y permanecer, cocinar otra vez y hallar un sitio para la poesía. Este es el año de mi posdoc. Lo pienso y no tengo muy claro lo que significa para mi en términos académicos. Me vienen palabras a la cabeza: un reto mayor, una oportunidad de hacer investigación en la UNAM, otro juego de palabras, completar todos los grados posibles de educación (aunque sea más por necesidad que por otra cosa), investigar por puro gusto sin tener a Tesis torturando mi sueño cada noche y con suerte armar un grupo de trabajo. Como siempre y como bien advirte Hiriart en Galaor, no comprendo cabalmente todas las consecuencias de mis actos. Me cuesta trabajo admitirlo: tengo miedo de mi propio proyecto, así que rapto a S. del regreso a su trabajo y lo llevo en busca de una mesa de trabajo firme y hermosa. Un buen soporte físico es siempre un buen soporte moral, además hay pocas cosas más hermosas que una buena mesa de madera. Además tengo un calentador nuevo y también una tetera preciosa, todos augurios y promesas de buen trabajo, ahora solo falta acomodarme y empezar. Sí. Es una buena noche para empezar. lf.