El retablo, del S. XVI, es conocido como Isenheim Altarpiece, de Grünewald (Matthias von Aschaffenburg). Es un retablo múltiple con puertas para mostrar distintas obras en distintas fiestas del año litúrgico. Dos cosas me llamaron la atención: el derroche de luminosidad / oscuridad y fantasía en los ángeles y demonios, y el cuerpo flagelado de Cristo. De los ángeles y demonios diré que son mejores que casi cualquier cómic que haya visto (aquí se reciben sugerencias de lectura); que en su estática fragilidad transmiten la solemnidad y crudeza del momento que ilustran; que la religiosidad católica de nuestra época, si no del todo excenta de fantasía, sí bien encorsetada en lo representable y no, parece demasiado racional y un tanto vacía ante estas creaturas.


De Jesús, crucificado y lamentado, sólo puedo decir que nunca ví representación tan dolorosa: nunca antes una piel más muerta, un cuerpo drenado de forma más violenta. Las reproducciones del retablo no son fieles al color y turgencia de la piel, al halo violáceo al rededor de cada herida. Nunca ví un dios más muerto y más humano que éste.

Lo que cada quien ve en lo otro es siempre distinto e intransferible. El retablo de Isenheim me resucitó un deseo de fantasía, su Cristo, otra comprensión de lo que lo humano cree divino, la fe de otra época... sin embargo estas palabras no expresan con fidelidad lo que ese retablo ha provocado en mí antes del raciocinio y las palabras, antes de saber "yo no soy ese cuadro". lf.
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