jueves, septiembre 06, 2007

Diario de viaje, dia 1: Ginebra hambrienta, reminicencias infantiles y Besancon


1.- Luminosa y transparente, a las orillas del agua, Ginebra huele a sal. El viento no nos impide comer nuestra bocata importada de jamón y tomate viendo los barcos y un cisne gordo comiendo sabe qué. Se me acerca un pajarito pidiendo pan. Le doy. Viene otro. Les doy, y de pronto aparecen como 20 pajaritos, 7 se suben a la banca, y uno a mi bolsa, "Este sí que es un lugar amistoso y seguro" pienso mientras veo a los pajaritos acercarse, hasta que uno sobrevuela mi bocata planeando garras y otro me tira el picotazo a un dedo. "¿Necesitas un periódico para deshacerte de tus amiguitos?" me pregunta S. Pero con gritarles "Inga tú!" es suficiente. Lección aprendida: hasta en los lugares más seguros y amigables, las criaturas más desvalidas te pueden tirar el picotazo (sobretodo si son selváticas o primermundistas).

2.- En el tren rumbo a Francia el paisaje está lleno de casitas de cuento, colinas de verdes prados, vacas cafés y blancas (no negras y blancas, por eso los quesos saben diferente). Al cruzar los Alpes me pongo eufórica y S. tiene que taparme la boca para que no cante "oleheheiíiiiiií" y es que soy de esa generación de niñas marcadas por "Heidi", lo cual, sea dicho, arruinó para siempre nuestra posible apreciación de la literatura bucólica.

3.- Llegamos a Besancon, con su río y puentes, parece un París chiquito pintado de antiguo y de blanco. Lo promete todo. lf.

1 comentario:

ÓL dijo...

Me has recordado las heróicas ardillas de la Alameda Central, capaces de arrancarte un dedo por un elote con crema y chile piquín.
Yo, en cambio, soy de la generación que piensa que Heidi estaba buena.