miércoles, abril 04, 2007

días de ida y vuelta

S. dice que mi regreso de los viajes es como el big bang: primero las maletas explotan llenando el piso con regalos, ropa sucia y zapatos cansados, para luego volver o encontrar su lugar y desaparecer en un ataque de orden y limpieza. Lo que sigue es un ataque de cocina (ojo: no a la cocina, que sería lo más normal, sino de cocina). Regreso como buena ama de casa a rellenar la despensa y a cocinar como una desesperada, como si tuviera la enorme familia de mi abuela que suma ya más de 120 almas hambrientas esperando a que les llenara la mesa de platos humeantes y especiados, como si a través de mis manos yo me convirtiese también en alimento para ser comida y bebida por los míos y por mí, como si una vez recordado el sabor de mis manos, mi vuelta fuese real y permanente. Una vez saciada esta ansiedad voy recomprometiendo mi cabeza con el trabajo, entonces vuelvo a los textos de mis alumnos, a su léxico y sus errores, a las palabras inventadas que se esconden en las macetas y juegan a ser kamikazis lanzándose al vacío de la alfombra peluda para luego estirar sus patitas y atacadas de risa trepar de nuevo por la rama de teléfono para volver a lanzarse una y otra vez hasta que fatigadas, se quedan dormidas en la maceta... ¿Y el corazón? ¿Cuándo vuelvo a mi corazón? Mi corazón hace como que duerme cuando está lejos de S. pero es siempre el primero en reclamar bienvenida y caricias hasta el hartazgo. Por eso no había escrito: porque lo he tenido embriagado y sonriente, jugando a kamikazi con las palabritas inventadas, tumbado en el sillón haciendo como que lee mientras ve embebido a S. escribiendo sus bandidos, inventando sus santos, viviendo conmigo estos días de ida y vuelta.lf

1 comentario:

ÓL dijo...

De hecho, ese es el único motivo válido para no escribir.