domingo, septiembre 30, 2007

Siempre más


El tiempo, este fin de semana como una larga temporada reducida a tres actividades públicas y una privada; a saber, crear un universo formado de tablas con explicaciones y malabarismos sobre listas de palabras, juntarlas, combinarlas, separarlas. Enseñarles los bienes culturales del amor y el rechazo, la actividad magnética de los polos. Explicarles que su significado no es sólo literal sino metafórico y que el eco de sus voces retumba en otros universos como imágenes, sonidos, sueños, texturas. Hacerles saber que las letras que las encierran son su libertad. Todo eso en tablas.

La segunda actividad consiste en corregir interminablemente textos sobre lingüística aplicada, aclarar con signos de puntuación y acentos, adornar señalando cuadros amarillos y bolos romboides, crear la ilusión de que el conocimiento puede adquirirse con la lectura dosificada en una pantalla sin mencionar nunca la importancia de sentarse, sencillamente a pensar (ya no digamos a pensar en lo leído).

De estas dos labores de escritorio escapo a la piscina, al universo azul de su cuadrícula, al abrazo del agua y sus dulces corrientes. A veces, cuando llego temprano, me acogen a la vez el agua y una franja de sol que se rompre en burbujas diamantinas submarinas. Hoy por fin logré no detenerme, nadar de corrido cual si tuviera branquias, como si mi existencia se redujera al placer de carecer de gravedad, a avanzar, sólo avanzar en la transparencia...

De camino a casa la gente andando por un camino, deteniéndose, levantando cosas del suelo y retomando el paso. Nos pudo más la curiosidad que el hambre, y nos detuvimos a ver qué era: semillas diminutas ocultas entre las hojas. No pudimos abrirlas ahí mismo ni con uñas ni con piedras. En casa hemos por fin comprobado que son piñones... un camino arbolado de piñones, un camino sin dueño plagado de diminutas semillas, un andar de universo que sabe a tierra. ¿Por qué no puedo quitarme de la cabeza esa imagen de gente andando el camino y recogiendo diminutas semillas?

Cierra este fin de semana en sí mismo extendido con varias promesas: un modelo gravitacional que explique, como una carta astral, el origen, camino y destino de mis listas de palabras; el descanso mental en la unánime sugerencia parisina de Los Detectives Salvajes; la posibilidad de un nuevo nido de letras habitado por dulces, duraderos afectos; y un camino de tierra con gente recogiendo piñones, porque las cosas son siempre más. lf.

Piñeros de Pedrajas de San Esteban

jueves, septiembre 27, 2007

¡Tablas, tablas y más tablas!

Bebo lenta y sigilosamente mi café con leche. Me siento en mi escritorio y limpio cuidadosamente mi mac, tallando en la pantalla con mucho cuidado las diminutas manchas que comprueban que su dueña es una alérgica empedernida. La miro complacida, la enciendo, respondo los correos importantes (en realidad sólo tengo uno y es importante porque promete un antiguo pago), leo los blogs de los cuates y al terminar, con un suspiro me resigno: tengo que insertar y explicar las tablas con los nuevos datos ¡28 tablas señoras y señores que nos desvelarán el secreto del léxico disponible estable y flotante de las treinta y pico cabezas de mis exalumnos! Mi capítulo de tesis ¡el universo! no pueden seguir sin esas tablas en su lugar. Así que escribo esta entrada para darme fuerza y convencerme de la importancia de mi tarea. Me preparré una GRAN taza de té verde, y pasaré el resto del día haciendo tablas, tablas ¡y más tablas! lf.

miércoles, septiembre 26, 2007

El otoño en las piernas



En Madrí, como dice una amiga, uno pasa de un día para otro de los tirantes al jersey. Hoy me puse un vestidito que me compré para mi cumpleaños aunque fuera sólo para trabajar en la tesis (que hoy se ha portado rejega) y por la noche rapté a S. para tomarnos una caña en el bar de enfrente. Entonces lo sentí: una brisa ligera y helada, un rumor de aire pegándose en la piel tibia de quien sale de casa, era el era el otoño en mis piernas reclamando un escalofrío de bienvenida. Bebimos hablando de nuestras bases de datos, de las pequeñas victorias en la obtención de resultados, de la frustación de reconstruir una y otra vez el mismo capítulo. Pero el otoño se metía por la puerta y se recargaba en mi espalda, insistiendo en aquel recuerdo.

Yo no soy persona de verano. Detesto las pesadillas de las noches de más de 30 grados, el peso del cabello siempre sucio, sudar por el sólo hecho de existir. Contra toda la mercadotecnia, las faldas cortas, los cuerpos "danone" (como los llama mi profesor de yoga) y los comerciales de la playa, el verano no me parece sexy. A mí me gustan el frío y su caricia, las tazas de café o té caliente, el vino tinto pasado por fuego y con canela. De alguna manera la tibia resistencia de mi cuerpo al dominio del frío me recuerda que estoy viva, y todo es, como siempre, culpa de la infancia:

En el centro de México, a menos que uno viva en alguna sierra o en las alturas de un volcán, no nieva y llegar a los 0 grados es motivo de asombro y comentario. Sin embargo, a veces el frío extremo pasa, como aquella ocasión cuando cursaba el tercer grado, todavía en otoño pero ya con heladas. Habíamos llegado a regañadientes al salón y escribíamos sabe qué con las chamarras puestas cuando un profesor fue a llamar a la maestra, y así, de pronto y sin justificación, se interrumpió la clase y nos sacaron al jardín. Nos quejamos medio camino pero al llegar nos callamos: los pinos y arbolillos tenían las puntas de las hojas congeladas, de ellas colgaban extendidas gotas de hielo, aquello era un segundo de lluvia petrificado. Admiramos los reflejos y la fragilidad de nuestro bosque congelado, jugamos y nos reímos en ese paisaje y yo acabé por llevarme a la boca una hoja de pino con gota de hielo incluida. Desde entonces el otoño es anuncio de buenas nuevas, su frío inicial el recordatorio de una promesa y su caricia en las piernas la certeza de que la belleza es posible. lf.

domingo, septiembre 23, 2007

Admitiendo naturalezas II



Hoy ví Persona de Bergman y como sus películas son de las que te dejan la cabeza hecha un papalote, acabé por sentirme afortunada con las pocas pero duraderas amistades que me quedan y rememorando antiguas épocas.

A la Salamandra y Amalfi las conocí al mismo tiempo. Ellas eran ya muy amigas y poco a poco me admitieron en las largas tardes de café, en los libros de mano en mano. Luego de un tiempo Amalfi y yo vivimos en el mismo departamento junto con otra chica que tenía una serpiente tatuada en el pecho. No teníamos muebles, sólo un par de colchones y cajas en las que guardábamos nuestra ropa y libros. También teníamos un par de sillas y una parrilla eléctrica. Vivíamos en la cima del pueblo, dominábamos la vista de la ciudad y los montes, allí arriba era nuestro el refugio.

Nuestra vida cotidiana incluía la universidad, el café Dada y los conciertos de la orquesta los fines de semana. La gente con la que tratábamos solía pertenecer a una de dos clases: los jóvenes éramos todos aspirantes. Aspirante a poeta, a astrónomo, a músico, a filósofo, a matemático. Aspirante a amistad, aspirante a amante, aspirante a persona; nadie quería ser canalla. El otro grupo lo conformaban los adultos que, la mayoría de las veces, cargaba consigo un difícil pasado: un exilio, una vida de creación no reconocida, múltiples relaciones fracasadas. No sabíamos si ellos aspiraban o a qué. Pero eso no importaba allá arriba, en nuestro refugio.

A veces, por las tardes, Amalfi tocaba su viola atigrada y yo no podía sino caer dormida, arrullada por el dulce ir y venir de su arco. A ella le gustaba que yo pudiera dormir mientras estudiaba, decía que eso significaba que el sonido era armónico. Luego había largas tardes o noches y madrugadas de té y café. Hablábamos, mucho, muchísimo, de nosotras y lo que hacíamos, de otra gente, de cómo nuestros sentimientos nacían, evolucionaban y se nos iban de las manos, de cómo la vida es, se arma y se desarma. Nuestras naturalezas, que en un inicio se habían reconocido compatibles, forjaron una comprensión y entendimiento en el que la liberad era posible. Ella era de las pocas personas que conocía a S. y sostenía que su existencia era real, ella nos comprendía por igual a la Salamandra y a mí, ella con su viola atigrada era siempre un puerto seguro.

Pocas naturalezas he reconocido desde entonces ¿será que con los años nos volvemos miopes y no sabemos reconocerlas?¿será que aprendemos a ocultarnos y disfrazarnos mejor?

Va una saudade dedicada a ellas y una una alegría tempranera por el regreso de una amistad naciente que anda aventurera en Berlín. lf

sábado, septiembre 22, 2007

Admitiendo naturalezas

Toda aquella buena amistad que me haya visto con más de tres vinos encima y haya insistido en la conversación, conoce mi teoría sobre las naturalezas, concepto dulcemente sembrado por aquella amiga con nombre de costa italiana en los ratos de descanso de su viola atigrada. Para mi, la naturaleza de una persona está conformada por aquellas características innatas que nos persiguen a lo largo de la vida. Nuestro destino es lidiar con ella, y si algo no cambia a lo largo de los años en nosotros, es nuestra naturaleza. Con este concepto analizo y decoro mis relaciones y afectos, mis propias tendencias y decaimientos. Sin embargo hace un par de días ÓL vino a darle en la madre, elegante y graciosamente como siempre, a toda mi teoría con lo que él llamó en su blog "La frase del todo". Nunca estuvieron mejor reunidas todas las naturalezas en una misma frase, y hacía mucho que no recibía una invitación tan grata a reírme de mí misma, así que para empezar, aquí va la más limpia de las patas, el más inocente de mis alter egos (eso era un chiste). lf.

jueves, septiembre 20, 2007

De vuelta


La alegría del regreso está hecha de pequeñas cosas: las plantas vivas, una regadera que funciona siempre y bien, un par de mensajes no comerciales en el teléfono, la luz que entra por la persiana ya tarde de mañana, una cama que sabe siempre a dos. Luego viene una urgente visita al super (café, queso y gazpacho) y la vuelta a la rutina (tesis, corrección y nadar).
Si no hay muchos asuntos pendientes que nos obliguen a andar por la calle, pronto nos sumergimos en el vaivén doloroso de la filigrana tesística: preparar, procesar y analizar datos; describirlos, no, tacharlos; describirlos clara y objetivamente; revisarlos ¡si fuera posible la belleza! pero no, mi tesis son listas y listas de palabras. Alguna vez alguien me dijo que escribir una tesis era algo así como hacer un intento de ensayo. En mi caso no hay nada más lejos de la realidad: la lingüística aplicada es una ciencia seria que requiere de hipótesis, pruebas y argumentos. El "ensayo", en su sentido más literal, no está permitido: se requiere de resultados hechos y derechos, no de ensayos, esos son los que hago yo ahora, uno tras otro para llegar por fin a un resultado no sólo presentable (presentar se puede cualquier cosa) sino defendible.
Cuentan que Hugo Hiriart en cierta clase que impartía hace años en México, decía que las cosas están bien escritas cuando parecen obvias. Lo mismo se aplica a mis datos: cuando están listos son transparentes y parece como si hubieran crecido por si solos en cualquier jardín llovido del centro de México. Todo el trabajo que hay detrás, todos los fallos de cálculo, los errores de edición, ensayo tras ensayo de una y otra variable juntas y separadas, se esconden de la vista para dar lugar a un resultado final que parece sencillísimo: listitas de palabras.
Las miro de arriba a abajo: esas son las palabras que habitaban, por orden de disponibilidad, las cabezas de una treintena de estudiantes extranjeros en Alcalá a principios del siglo XXI. Ni siquiera son cosas, ni ideas, sólo palabritas sueltas, mal escritas, deformes, rudos sonidos haciendo eco en una grafía que mezcla idiomas y culturas. Pobres huérfanas mías. Nadie las quería, a nadie le importaban y puede que a nadie más vuelva a importarle, pero ahora son mías y tienen en mi memoria resguardo.
En realidad en eso consiste la alegría del regreso: en volver a lo amado que no te acompañó en el viaje, incluso cuando no sepas que lo amas hasta que de nuevo lo encuentras y sonríes. lf.

martes, septiembre 18, 2007

Diario de viaje, día 5: Kaiserberg, y 6º Ginebra-Madrid



El día 5º de viaje pasamos por un pueblito llamado Kaiserberg: lugar de cuento con río, casitas con techo de dos aguas, muchas florecitas, calles de piedritas, todo rodeado de viñedos. Si fuera Heidi me gustaría vivir ahí, pero no soy, ya fui a la ciudad y me dio hambre de mundo, así que no nos quedamos a vivir en el pueblito pintoresco y reatravesamos en tren los alpes suizos.

Llegamos a Ginebra de noche y no me arrepentí de no haber comprado vinos por ahí después de ver los dos hostales llenos y como 10 hoteles más (incluidos los de la zona roja). Como no hay nada peor que no preguntar, entramos en un Best Western y ahí nos dijeron que sólo les quedaba una suit de 5oo fs. pero que como ya era de noche nos la dejaban en 300, pero como nos la pensamos, perdimos nuestra oportunidad de quedarnos en una suit de lujo en Ginebra. En cambio encontramos un hotelito completamente surrealista a un par de cuadras del lago: Había que llegar al primer piso, subir por un antiguo elevador de reja que, en tanto abría sus puertas dejaba entrar un olor embriagante a flor de liz. Tras el escritorio, una señora grande de pelo rojo y ojo bizco nos miraba inquisitivamente protegida por un ejército de animales de peluche estratégicamente colocados en toda la recepción. El piso era de madera y tronaba, la habitación estaba vieja y olía a naftalina pero estaba limpia y las almohadas, para nuestra sorpresa, eran cuadradas y de pluma. Aquel lugar era una rara mezcla que ilustraba bien cierta decadencia perceptible en la ciudad sólo mientras la noche se alarga y desenhebra en ruidos y luces insistentes y artificiales.

A la mañana siguiente no visitamos museos, fuimos a la catedral y deambulamos por ahí hasta la casa de Borges.

Mi resentimiento social creció, se cansó y se echó a dormir de ver tanto coche deportivo, tantas joyerías con piezas hermosas y pensaba yo, imposibles de usar, para luego encontrarlas en deliciosas blancas gargantas paseándose por ahí como si buscaran un vampiro que las desangrara.


Me cansé de ver tanto banco, tanto reloj y tienda de marca, pero antes de irme me topé con un hombre viejo cuya intimidad no pude respetar:

Sentado tras su ventana, leía y escribía, consultaba, iba y volvía. Parecía absorto y yo imaginaba que estaba contento con lo que hacía. Pensé en el privilegio de los años, de hacer cosas, de ser sencillamente feliz con lo que uno hace. Tiré mi resentimiento social al lago, tomé un café frente a la ventana tratando de imaginar a qué se dedicaba la gente en vez de ver sus disfraces, y finalmente, me sentí feliz también de volver a casa. lf.

lunes, septiembre 17, 2007

Diario de viaje, día 4: Colmar, o la vuelta al S. XVI

Terminado el congreso de S. en Besançon, nos dirigimos a otro pequeño pueblo llamado Colmar. Arrastramos las mochilas por todo el pueblo hasta encontrar un hotel pagable y luego salimos a pasear. Con un helado suizo -que sabía a nutella sin chocolate- calmando el hambre, nos encontramos frente al Unterlinden Museum, y como nos habían advertido que no debíamos perdernos cierto retablo que ahí se escondía, mordisqueamos nuestro cono y nos internamos en sus paredes. No fue necesario llegar al retablo para sorprendernos: altas esculturas de piedra con hombres sin nombre, pinturas de la vida de Cristo pobladas por mujeres bizcas y verdugos verdaderamente sádicos, y los arcos de edificio a media tarde eran ya suficiente para hacer memorable la visita.

El retablo, del S. XVI, es conocido como Isenheim Altarpiece, de Grünewald (Matthias von Aschaffenburg). Es un retablo múltiple con puertas para mostrar distintas obras en distintas fiestas del año litúrgico. Dos cosas me llamaron la atención: el derroche de luminosidad / oscuridad y fantasía en los ángeles y demonios, y el cuerpo flagelado de Cristo. De los ángeles y demonios diré que son mejores que casi cualquier cómic que haya visto (aquí se reciben sugerencias de lectura); que en su estática fragilidad transmiten la solemnidad y crudeza del momento que ilustran; que la religiosidad católica de nuestra época, si no del todo excenta de fantasía, sí bien encorsetada en lo representable y no, parece demasiado racional y un tanto vacía ante estas creaturas.




De Jesús, crucificado y lamentado, sólo puedo decir que nunca ví representación tan dolorosa: nunca antes una piel más muerta, un cuerpo drenado de forma más violenta. Las reproducciones del retablo no son fieles al color y turgencia de la piel, al halo violáceo al rededor de cada herida. Nunca ví un dios más muerto y más humano que éste.





Lo que cada quien ve en lo otro es siempre distinto e intransferible. El retablo de Isenheim me resucitó un deseo de fantasía, su Cristo, otra comprensión de lo que lo humano cree divino, la fe de otra época... sin embargo estas palabras no expresan con fidelidad lo que ese retablo ha provocado en mí antes del raciocinio y las palabras, antes de saber "yo no soy ese cuadro". lf.

domingo, septiembre 16, 2007

Diario de viaje: durante las vacaciones olvídate del correo, o suicidio patético

Había logrado salir de mi pequeña rutina, desayunar cuernitos rellenos de almendra en el salón de té, caminar a solas por la ciudad, con la cámara en mano y los libros que no leería en el bolso (que por cierto me tijerearon sin éxito...), entretenerme viendo a los patos sumergir su verde cabeza en el agua del río y luego alejarse dando eficaces patadas de pato. Y entonces se me ocurrió revisar el correo: del trabajo de meses se me llamaba la atención por no haber hecho algo que yo no sabía que tenía que hacer (debía habérmelo imaginado, supongo), y del que sí había hecho habían ido a dar justo dónde, lo admito, metí la pata. Durante meses nadie ve tu trabajo y cuando lo ven ¡zaz! caen justo donde la regaste. Como dicen los españoles ¿no te jode? Pues a mí sí, y se me aguó la noche y el sueño y parte de la mañana hasta que mandé a todo a recordar a su mamasita y me puse a reír con la creación de la siguiente auto-burla:

Test de personalidad y sugerencias laborales

Le corrigen ciertas cosas sobre su trabajo. Ud. reacciona sintiéndo:

A. "Me vale madres", incluso ríe de sí mismo o de sus superiores y olvida el episodio.


B. "Joer", le preocupa un poco, corrige el error, presta atención para no volverlo a cometer, y olvida el episodio.

C. "¡Joer, joer, joer!", le sienta fatal, corrige el error pero piensa que todo su trabajo es un asco, que debe renunciar y luego suicidarse.

D. Todas las anteriores.

Si Ud. respondió:


A. Es un irresponsable y le vale madres lo que le diga, así que dedíquese a lo que mejor le parezca.


B. ¡Considérese afortunado! Es Ud. una persona responsable y emocionalmente equilibrada que puede integrarse exitosamente al mundo laboral en el sector que Ud. elija.


C. Es Ud. un obsesivo-compulsivo-depresivo. Le sugerimos se convierta en artista de algún tipo -los síntomas están socialmente aceptados-, comediante -a ver si aprende a reírse de sí mismo-, monje asceta -para alejarse del mundo y alcanzar la iluminación-, o programador -no hacen falta explicaciones-.

D. Tiene Ud. un serio problema de personalidad, intente ser actor.


A que no saben qué letra respondí yo. Jajajaja. lf.


sábado, septiembre 15, 2007

Diario de viaje, día 3: Besançon, resentimiento social, o la crema de mis tacos


Pero no me lo tomen a mal, los franceces me caen rebien y siempre me trataron muy amablemente, además todo mi resentimiento social desaparecía mientras me comía alguno de sus muchos quesos, terrinas o patés, así de débil es el espíritu. Hablando de eso, que hoy es 15, yo por lo menos voy a ir de cañas y luego prepararé -no se burlen los que están en México- un recuerdo de chilaquiles hechos con doritos. Sí, a esos extremos llegamos... así que aquí va mi grito: "¡Échense unos tamalitos verdes a nuestra salud y un par de buenos tequilas reposados!" lf.

viernes, septiembre 14, 2007

Proteínas y medallas


Interrumpimos este diario de viaje para hacer una felicitación pública a Lenin Domínguez por haber recibido la medalla al mérito universitario Alfonso Caso. Soy incapaz de describir el trabajo que Lenin hace, pero para que se den una idea, puedo contar que predice científicamente el comportamiento de proteínas en contacto o en distintos contextos y que, además, es capaz de cristalizar algunas de ellas (si me equivoco ya me corregirá en un comentario :)). La medalla se la dieron, en palabras metafóricas suyas, por hacer algo así como tomarle las medidas a una proteína: su altura, su cintura, largo de brazos y piernas, creo que es una proteína que corre rapidísimo. Con él y la Invención de Morel, aprendí a fuerza de cenas en las que se hablaba de células de corazón, mitocondrias, proteína ATP y óvulos unicelulares de rana (estos últimos pude verlos, anaranjados y hermosos como un sol de negro corazón) que la ciencia se parece mucho a la magia, y que acaso requiera más entrega y fe, que cualquier otra labor. Besos y abrazos, felicidades Lenin. lf.

miércoles, septiembre 12, 2007

Diario de viaje, día 2, Besançon por la tarde: excesivo bienestar


Las ideas subversivas nacieron a partir de la siguiente pregunta sobre el pueblito francés ¿qué da esta impresión de excesivo bienestar?

1. Pobreza no se veía: ninguno de los mendigos a la vista estaba delgado, ni enfermo, ni sucio, ni jodido visiblemente de ninguna manera, lo cual rompe con mi concepto de "mendigo". "Mendigar" parecía una libre elección y no una necesidad, parecían a un paso de convertirse en hippie de la zona, con rastas, ropa marca Espirit arrugada (es decir, prét a porter) junto con algun fino trapo de la India o África, y piercing o tatuaje. Quizá se hayan resistido por la edad, ya estaban un poco rucos para ese "look".

2. Extra limpieza: todo está muy pero muy limpio y lo que es viejo está reformado o bien cuidado. Como casi todo está así, si hay alguna esquina sucia o cayéndose, en vez de afear, parece pintoresca.

3. Estatus: elegante. No basta con que no haya pobreza y todo esté limpio, tengo un prejuicio estético, social etc. inculcado a base sabe dios de qué tanto, de manera que las cosas europeas por sencillas que sean, digamos una tetera en vez de un pocillo, me parece elegante y de buen gusto. En este punto de la reflexión comencé a sentir asco.

S. dijo que esta teoría fallaba porque a los propios franceses el mismo contexto les produce también una sensación de bienestar (sin el valor añadido que a mí me enseñaron de "eso es lo bonito"), pero yo creo que eso es porque creen que ellos y todo lo propio, son la neta del planeta, y aquí pensé en siglos y siglos de conquista militar, económica y cultural.

En ese momento dejé de sentir admiración, me sentí avergonzada de ellos y de mí sin saber muy bien por qué o de qué, y finalmente nació en mí una sensación de amor-odio que hemos denominado "resentimiento social". lf.

Diario de viaje, día 2: Besançon por la mañana.


Mientras S. asiste a un coloquio de antiguas literaturas, yo vago por la ciudad cargando en el bolso un paraguas y un libro de morfología del español. Al cabo de mediodía la pequeña ciudad se transforma en un elegante cuchillo para matar el anonimato. En un café, donde reina el silencio -silencio que viniendo de España me sabe a cielo- soy interrogada por un par de desconocidos sobre mi origen y propósito en ese lugar. Me acabo el té viendo las fotografías pegadas en las paredes: gente negra de todas las edades, vestida de hermosos colores, con miradas profundas, viviendo en la pobreza. "Tres jolie" dicen todos al verlas... escapo de sus palabras, de las blancas tazas y pulidas mesas como si de la Reina de Corazones decapitadora de cabezas, huyera. Ando a solas, sin S. para compartir lo que me llama la atención -todo es taaan bonito- para reír del mundo -todo está taaaan bien- y de nosotros -¿qué hay de malo con el bienestar?-. No hay un monólogo interno, soy sólo pasos y mirada, pasos y mirada. Para la hora de la comida, que ahí es a las 12, he recorrido todo el pueblo, no he abierto el libro de morfología y ya han anidado en mí pensamientos subversivos. lf.

jueves, septiembre 06, 2007

Diario de viaje, dia 1: Ginebra hambrienta, reminicencias infantiles y Besancon


1.- Luminosa y transparente, a las orillas del agua, Ginebra huele a sal. El viento no nos impide comer nuestra bocata importada de jamón y tomate viendo los barcos y un cisne gordo comiendo sabe qué. Se me acerca un pajarito pidiendo pan. Le doy. Viene otro. Les doy, y de pronto aparecen como 20 pajaritos, 7 se suben a la banca, y uno a mi bolsa, "Este sí que es un lugar amistoso y seguro" pienso mientras veo a los pajaritos acercarse, hasta que uno sobrevuela mi bocata planeando garras y otro me tira el picotazo a un dedo. "¿Necesitas un periódico para deshacerte de tus amiguitos?" me pregunta S. Pero con gritarles "Inga tú!" es suficiente. Lección aprendida: hasta en los lugares más seguros y amigables, las criaturas más desvalidas te pueden tirar el picotazo (sobretodo si son selváticas o primermundistas).

2.- En el tren rumbo a Francia el paisaje está lleno de casitas de cuento, colinas de verdes prados, vacas cafés y blancas (no negras y blancas, por eso los quesos saben diferente). Al cruzar los Alpes me pongo eufórica y S. tiene que taparme la boca para que no cante "oleheheiíiiiiií" y es que soy de esa generación de niñas marcadas por "Heidi", lo cual, sea dicho, arruinó para siempre nuestra posible apreciación de la literatura bucólica.

3.- Llegamos a Besancon, con su río y puentes, parece un París chiquito pintado de antiguo y de blanco. Lo promete todo. lf.

domingo, septiembre 02, 2007

El cederrón o la incredulidad ante los sabios

Cuando uno llega de América a España la entonación y prosodia son las primeras en llamar la atención: todo suena a grito imperativo, a reclamo, y en el subconsciente inculcado mediante los libros de texto de la primaria, a imperialismo. Luego la atención es duramente arrebatada por las expresiones coloquiales y vulgarismos que se oyen a todas horas y en boca de todos, no sólo recordándonos a nuestras santas madrecitas, sino ¡al mismísimo Dios en la hostia! Una vez pasado ese trauma y habiendo comprendido que esas expresiones están lexicalizadas y que en realidad al decirlas no están pensando en las palabras sino en su pura función insultante -como la vecina de una amiga que por lo menos una vez al día les grita a sus hijos "¡'ta la madre que te parió!"- uno ve entonces otras minucias del léxico: "ir a por las cosas", "quedarse de alguien", "servirse los libros" etc. Y entre más uno se integra a ese uso de la lengua, menos racional parece tratar de imponer a comunidades tan distantes y tan distintas el concepto de "un uso correcto del español". Lo digo porque a partir de mi experiencia del "castellano" veo al "mexicano" de forma distinta y ahora soy capaz de admitir que está plagado de anglicismos que todos usamos pero que no están admitidos en el DRAE, sin embargo esa es mi lengua y quizá por ello cuando llego a entradas del DRAE como la de cederrón, me dan ganas de tirarme por la ventana. No, no se trata de una madera preciosa de un remoto lugar, ni de un nuevo concepto de marcha en el que uno se pone hasta las trancas bebiendo mojitos y oyendo el mismo disco, sino de CD-ROM. Cito al DRAE:

cederrón.

(De CD-ROM, y este sigla del ingl. Compact Disc Read-Only Memory).

1. m. Inform. CD-ROM.


Ellos, los sabios que hablan de defender la lengua de las contaminaciones de todas clases ¡no se han dado cuenta de que la letra final es una "m" y no una "n"! Todos sabemos que los sabios de dichas edades no son muy propensos al uso de los inventos modernos como para usar con frecuencia la palabra, pero por favor, que alguien los lleve a revisar la graduación de sus lentes que las siglas están hechas para que las pueda leer cualquiera en cualquier idioma. En fin, que luego de esa entrada fui a dar a la de almóndiga:

almóndiga
.

1. f. albóndiga.


... y como prefiero reír a llorar, sostengo que esa palabra la aprobaron en invierno, cuando todos tenían gripa y seguramente hubo una interferencia generalizada de pronunciación que debió confundirlos a todos. lf.

sábado, septiembre 01, 2007

La ciudad y el agua


Día de llamadas telefónicas desesperadas y trabajo árduo que "no cunde". De los centros de interés con los que trabajo, hay tres que odio: la ciudad -que siempre es un desmadre- los adjetivos -porque son un chingo y tienen complejo camaleónico- y a ratos el de sensaciones y sentimientos, porque ese sí, como en la realidad, no tiene patas ni cabeza, es un vivo reflejo del mundo lleno de estímulos y reacciones que se confunden, amalgaman y retozan sobre la realidad burlándose de cualquier objetividad. Hoy me tocó pelear con el de la ciudad: borrar semáforos repetidos, unificar oficinas e informaciones turísticas, arreglar los paréntesis de los autobuses, ver tristemente que sólo tenía descriptivos negativos como estrés, ruidoso y crimen, como si quienes escribieron esas palabras no estuvieran en Madrid con sus museos y terrazas, con sus fuentes y calles arboladas, con su siesta sobreviviente al mundo moderno... como si la idea de ciudad estuviese maldita sin importar cuál se habite. Me desespero. Cierro los 8 archivos con los que trabajo a la vez por cuestiones de cotejo y corrección: huyo despavorida a la piscina y, ahí, soy feliz. En tanto entro al agua dejo de moverme como un elefante, no soy grácil pero soy hija de marinero y de vez en cuando, si me lo propongo, les gano a los del carril de junto. Hoy estuve persiguiendo los últimos rayos de sol de la tarde y burbujas iluminadas, diminutas gemas de efímera belleza. Olvidé que soy mamífero terrestre, olvidé el concepto de "estar empapado"... solo había que sumergirse en esa deliciosa atmósfera ondulante contra la que no hay que luchar, sólo dejarse llevar. Si se me obsequiara un nuevo don dudaría entre poder entender y hablar todas las lenguas del mundo, o tener también branquias. lf.

Imagen original de Grant Steinfeld (blog y portfolio)

P.D. Para los que me han reclamado por la calidad del sonido de la rola -que yo creo que hace justicia sólo por los verdaderos gritos interpretativos del vocalista- va este otro video.