miércoles, marzo 07, 2007

070307


Llevo semanas planeando clases de lingüística y motivación. Hoy, por puritita fuerza de voluntad terminé de hacer los cuadernillos para los alumnos, sólo faltan detalles mínimos que he dejado para mañana porque no lo soporto más. Después de tanto concepto delimitado y claro, de tanta aplicación práctica ¡De tanta motivación! (nótese el tono irónico por favor) necesito algo más... Decidí terminar el libro de Vairoletto que llevaba retrasando y escondiendo por ahí porque había llegado al capítulo llamado "El que debe morir", y no quería que muriera. Así que la lectura ha resultado un raro consuelo, un llanto discreto y agridulce. Dentro de una semana a estas horas estaré en el aeropuerto a punto de salir para Buenos Aires. Ahí me recibirá gente a la que no conozco, con la que no tengo nada que ver, que puede que ni siquiera sepa mi nombre, me mirará con ojos curiosos pero sin darme demasiada importancia, me acogerá en su casa y me dará de comer. Puede que lo único que tengamos en común sea conocer la historia de Vairoletto, me pregunto si sus ojos sonreirán si yo lo menciono, si sus bocas contarán lo que de oído saben... si será el bandido tantos años muerto el que establezca entre nosotros, como entre tantos otros, un vínculo. lf.

1 comentario:

ÓL dijo...

Cuando estés en Baires, tírame un mail.