domingo, marzo 04, 2007

Los disfraces de cada día

Nuestra identidad está construida de infinitos, diminutos detalles: un recuerdo por aquí, unas palabras por allá, el modo de andar o de pronunciar las cosas, ese gesto privado frente al espejo, lo que nos gusta y lo que odiamos, nuestras muy amadas y detestadas manías. A veces combinamos algunos de esos elementos para sacar a la vista, no nuestra identidad primordial (cuya existencia defiendo), sino otra, una de muchas que adoptamos de acuerdo a las circunstancias: los disfraces de cada día. Los últimos años en México mi disfraz principal era de maestra. Tenía ropa, zapatos y peinado de maestra; un tono de voz que llegaba al fondo del salón, una sonrisa discreta que no podía confundirse con coquetería y una vida privada escondida bajo el saco. De esos años me quedan, ya como parte de mi identidad primordial, los lentes chuecos. Me encantan mis lentes chuecos y la manera en la que la gente que habla conmigo los mira y se aguanta las ganas de tirarme un arañazo a la nariz para ver si se enderezan. También me gustan mis pies torcidos hacia adentro, y la irregularidad en el tamaño de mis dedos ¿será que mi verdadera identidad es de monstruo? lf.

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