lunes, abril 14, 2008

Lo entendido y lo sugerido, o del dicho al hecho hay mucho trecho


Mientras a Tesis le crecen los bigotes en un despacho soleado, yo procuro curar mi melancolía creando nuevos afectos: Roco, el cócker adoptado y yo, hemos ido a cortarnos los cabellos y, día con día, creamos nuevos ritos de complicidad y cariño, como quitarle los pareos al sillón, cantar y ladrar al unísono, mirar los reflejos de los espejos en la pared mientras nos no-imaginamos el futuro.

Además de este redescubrimiento de la generosidad y amor caninos, hoy me he asomado a un mundo largamente conocido en casa en voz de mi abuela y de mis padres, un mundo que he extrañado inmensamente estos años, un sabor largamente añorado: el de las historias en voz contadas. Hoy he asistido a la primera sesión del taller de narración oral con José Campanari. Aquí anotaré algunas impresiones y reflexiones sobre lo que en ese espacio mágico acontece. Que quede claro que eso es sólo lo que yo entendí y no necesariamente lo que Campanari ha dicho (a minha culpa). Seres de mundos distintos y distantes nos hemos reunido en una sala con el propósito común de aprender sobre el arte de contar historias y Campa nos ha puesto la tarde en juego con un objetivo inicial y complejísimo: distinguir entre lo entendido o dado y lo sugerido.

Independientemente de la realidad objetiva, del mundo de las cosas, de aquello tangible y comprobable, como un niño brincando de un puente a un río, existe la palabra, que una vez dicha, se carga no sólo del significado común y compartido, sino de aquello que despierta en el escucha. "Un niño brincando de un puente a un río", pronunciado, evocará en el escucha (o en el lector) una serie de imágenes que escapan a la realidad objetiva de lo dicho; la palabra dice, sugiere y se transforma en algo más. De esta forma "un niño brincando de un puente a un río", puede evocar la tranquilidad de las tardes de verano o el vértigo de la huída, la luz de un día de soleado, o el abrigo brumoso de la niebla, un recuerdo difuso de la infancia, o el inicio de una travesía al lado de un amado personaje. De lo dado a lo sugerido, como del dicho al hecho, hay mucho trecho, y comprender que ello depende de lo que habita en la cabeza del que escucha parece el primer paso para aceptar que los cuentos tienen vida propia y, que si uno ha de contarlos, no será sino otro instrumento de la historia.

¡Qué bien se siente volver al territorio de los sueños! lf.

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