miércoles, abril 09, 2008

Roco

S. conoció a Roco un día que una amiga nuestra necesitaba ayuda para llevarlo al aeropuerto. En aquel entonces estaba un poco dopado pero nervioso, pues estar en una jaula nunca ha sido de su agrado. Después lo vimos en su casa en múltiples ocasiones, la primera vez nos ladró, pero nos cogió cariño al treparse al sillón. La segunda vez nos brincó encima con singular alegría, y el resto de las veces nos llevó su juguete. Hoy, después de un par de noches de asilo político en otra casa, un viaje nocturno en auto y una llegada llena de lluvia, el Roco duerme en casa. Esta es la primera noche de un tiempo indefinido. Ha olido todos los escondrijos, levantado las orejas ante los ruidos de los autobuses que se oyen desde casa, ha pedido cena, y sospecho que nos ha vuelto a querer más cuando lo dejamos subirse al sillón. Ahora duerme sobre el piso, haciendo caso omiso al tapetito que le pusimos. Suspira, piensa en ella, la de los rojos cabellos, la de las manos mágicas, la mujer que huele a óleo y sueños. ¡Ay Roco! ¡Qué suspiros!

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