sábado, enero 31, 2009

Sábado: diario del cuerpo


El diario de mi cuerpo inicia con el despertar del tuyo, con la luz lechosa, todavía temprana, que marca una línea recta sobre el techo y con el silencio de los sábados antes de que el mercado alce sus techos de plástico y sus pregones. Mi desnudez agradece el gesto de tu abrazo confundiendo todavía el sueño y la vigilia hasta que, despierta del todo, soy capaz de pronunciar tu nombre y el mío cual si dibujara con ello nuestras facciones. El diario de mi cuerpo anotaría también la semejanza entre ese despertar y estar inmersa en el agua: sentir los músculos tensos y a la vez libres, el cuerpo todo cubierto y carente de gravedad, y cada bocanada de aire regulando el ritmo de mi acción. Vendrían luego largas horas de trabajo frente a la computadora, con los ojos llorosos, con los dedos tecleando una melodía parda y casi triste. Es casi media noche. Guardo bajo las costillas una ansiedad, una insatisfacción, pero soy incapaz de discernir si viene de mi cuerpo y su pálpito o de mi cabeza y su indesición. Inútil escritura que nada resuelves, ahora mi cabeza piensa bajo mis costillas y mi cuerpo añade un punto final. Tan tan, nos vamos a la cama igual. lf.

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