lunes, mayo 11, 2009

Elefante


Anoche, otra vez, el sueño interrumpido. La lluvia que no llegaba se quería meter por las ventanas y mi cuerpo sediento aguardaba, atento, su llegada. Desespero me dominó y me levanté por fin a las 2am. Bebí dos vasos gordos de agua y medio caballito de mezcal moreliano. Caminé por la casa a oscuras, sopesando los tonos de las luces y las sombras en los cuartos dormidos. Después de un rato encendí la luz y leí sobre el elefante que viaja de Lisboa a Valladolid. Cuando volví a la cama el elefante ya no era el del libro: mi elefante había descubierto la textura de la duela contra sus patas y las arrastraba feliz alrededor de la cama. Cuando se cansó por fin, metió la trompa en los cajones y estuvo sopesando por el olor los tejidos, su origen y sus viajes. Cuando me quedé dormida el elefante había descubierto los pasteles de óleo y los desordenaba por tamaño. Esta mañana encontré pintado en la pared un enjambre de colores. Menos mal que dejó evidencia de su visita, me temía una mañana cargada de realidad. lf.

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