jueves, septiembre 21, 2006

Pesadillas

Las pesadillas son como esas heridas, un razguño en la nariz o en las manos, un moretón pequeño y redondo, que de pronto nos encontramos en el cuerpo y cuyo origen no podemos recordar. La pesadilla está ahí como el color púrpura sobre la piel blanca, como un residuo sobreviviente de algo que se negó a suceder sin dejar huella, y uno lo mira cuidadosamente, prestando atención a los detalles, lo recrea de formas diversas y trata de comprender cómo sucedió, de dónde viene, qué hace ahí incrustado en nuestro cuerpo y en nuestra mente. Las pesadillas, por lo general, tienen más tiempo de vida que los buenos sueños justamente porque uno desea que desaparezcan. No es suficiente con abrir los ojos cuando empezamos a quedarnos dormidos y su sonrisa afilada nos llama a la vuelta del sueño: la pesadilla aprende a asomarse por las ventanas, a esconderse en el reflejo del café, a insinuarse en los rostros de la gente que vemos pasar. Sobrevive porque queremos olvidarla. Sobrevive quizá a pesar de sí misma, quién sabe si esa sea su única certeza. Al cabo de los días puede que la miopía nos salve, aunque nunca se sabe... a veces vuelven a pesar de los años.

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