jueves, septiembre 07, 2006

vuelta a Madrid... o al silencio


Después de las noches de angustia que nos provocó mi Mac al deprimirse por nuestra ausencia y perder temporalmente la memoria, luego de las noches en las que ví la luna caer por la ventana mientras el jet lag me impedía el sueño, cuando por fin me di cuenta de que estaba en las áridas tierras de Castilla, no pude sino notar el silencio. Tengo cinco horas de clase por la mañana durante las cuales explico la gramática del español, algunas costumbres mexicanas y otros gajes del oficio,pero esa no es mi voz. Saludo a los amigos, pido cosas en la tienda, hago trámites, pero esa no es mi voz. Esta mañana antes de que saliera de casa, llovió. Fui a la universidad con oídos sordos y andar musical: el cuerpo libre del paso con prisa, de la cadencia coqueta o del andar de persona importante; la vista perdida se encuentra en los detalles de una pared gris y porosa, en las manchas miopes de un jardín con las últimas flores del verano, en el brillo acuático de los tejados; el olfato despierta en la húmeda densidad del aire que respira. Transcurre el día entre verbos regulares e irregulares, audios y noticias, un dulce de miel, otro amargo de regaliz. Cada sorbo del té de jazmín me recuerda a la flor que en plena olla de agua hirviente resucitó, abrió sus pétalos y danzó de nuevo. Transcurre el día de trabajo hasta que regreso a S. con los ojos pequeños de sueño, con la voz ronca y el cuerpo cansado, S. dormido a mi lado mientras miro la sombra con forma de flama que se acurruca en su oído y le susurra sueños en los que toca el clarinete. Estas son las cosas de las que está hecho mi silencio.lf.

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