sábado, septiembre 16, 2006

Reencuentro

Esta semana, como cometa que se aparece cada cinco años, cayó en mi casa un antiguo amigo que es a la vez astrónomo y pintor. En esta ocasión llegó acompañado de una chica que se llama, también a la vez, Eva y Gloria. Me sorprendió que siendo su primera vez en Madrí durmieran tanto, pero después comprendí que para un pintor ver a Goya y a Velázquez por primera vez, debe ser algo que requiere de mucho tiempo de asimilación. Por las noches hemos bebido vinos riojanos y del Duero para conjurar las alineaciones de las estrellas de antiguos tiempos y, a pesar de los años hemos reconocido el uno en el otro, esa compatibilidad de naturalezas que hace de nuestras conversaciones un hilo interminable. Él insiste en que no ha envejecido y hoy que se ha marchado a Portugal descubro que es verdad, pues el recuerdo recién modificado por su presencia, en vez de transformarse parece sólo haberse refrescado. Pienso que no será así la próxima vez que lo vea: para entonces sus pupilas guardarán no sólo la pincelada de Goya, sino también la luz dorada de Lisboa y ese sueño guardado que queda en los ojos de la gente que ha viajado y que se queda con sed de viajar...

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