sábado, septiembre 09, 2006

rostros engañosos

Cuando vivía en México solía pensar en mi fisionomía como en algo que delataba mi origen no enteramente mexicano. Acostumbrada a ser "Güerita", cuando me mudé al D.F. y me presenté por mi nombre mexicano sin explicar el origen de mi apellido, me libré un poco de ese estigma y al llegar a España y comprobar que las estadounidenses que vienen aquí tienen una pinta de "springbraker" que no pueden con ella, pensé que finalmente vivía libre de ese prejuicio. Al poco tiempo de llegar a España, una tarde en la panadería, se me acercó un hombre a todas luces español y me preguntó si era rumana. La panadera, que ya conocía mi historial mexicano, se rió discretamente mientras yo negaba con la cabeza. Los comentarios de aquel hombre derivaron en que andaba buscando una novia, y yo que no había abierto la boca por no hacer más barullo, acabé aclarando que soy mexicana, casada y feliz. Meses después hice un trabajo sobre el bilingüismo rumano, me entrevisté con varias personas de esa nacionalidad y, cuando era mi compañero español el que me presentaba, ellos me preguntaban si era rumana e incluso me saludaron en su bellísimo idioma. Terminado el trabajo olvidé esos incidentes hasta hoy que, en una tienda de chinos, la chica que atendía (y que era rumana) me preguntó antes de antenderme si compartía su nacionalidad. He vuelto a casa pensando en lo engañosa que puede ser nuestra apariencia, en aquellas cosas que otros ven en ella y que nosotros ignoramos. Acabé por abrir la cartera para cerciorarme de que traigo el permiso de residencia en la bolsa, no vaya a ser que en una de esas acabe como los mexicanos repatriados a Ecuador: viviendo en Rumanía por tener la piel blanca e insistir que México se escribe con "x" y no con "j".lf.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lu
Yo creo no pareces rumana, a menos que te pongas falda larga.