lunes, mayo 08, 2006

Salamandra repentina

Hace años, cuando yo era joven y tenía la voluntad de hacer lo posible por seguir siendo niña, tenía una salamandra. Era pequeña y hermosa, disfrutábamos de nuestra compañía. Un buen día mi salamandra se echó a tomar el sol en el patio de un antiguo convento, levantó su cabeza y con la voluntad de conocer mundo se desperezó del sol y echó a correr. Después su partida, de vez en cuando me llegaban noticias. Cuando dejé de tener la voluntad de ser niña, me desperecé del sol y salí junto con mi gato a conocer mundo, de vez en cuando enviamos noticias. Es en esta travesía que he recibido una carta suya: manchas azules de patas de salamandra en una superficie tan blanca y tan hermosa que casi lastima la vista. Alegría y saudade, era buena nuestra compañía.lf.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

me gustan tus narraciones de niños o niñas... neta me laten.
Oso.

ÓL dijo...

A mí me pasó lo mismo con un cangrejo, sólo que el ingrato mandaba partes de sí mismo: una pata, una tenaza, un ojo... todo lo que iba apreciendo por los rincones de la casa.