viernes, octubre 31, 2008

Rosete sueña que baila un vals suave con la cocinera rusa, al estilo del de Arenski para dos pianos. H. Hiriart


¿Cuánto tiempo se puede vivir inmerso en el más puro trabajo sin escapar siquiera de vez en cuando en busca de la belleza? Que quede claro que me encanta mi trabajo, pero que mi pobre alma atormentada exige poesía, color, la harmonía de las palabras bien elegidas. Después de una semana de dar clases sin parar, me levanto amodorrada a las 8 en vez de las 5 de la mañana. S. se marcha a una reunión con nuestra amada M.F. con la tarea de preguntar cómo se traduce "Cancionero" como tradición. Yo me quedo aquí, clavada en la biblioteca con múltiples obligaciones laborales. Intento en vano cumplir una promesa y revisar una traducción. No logro concentrarme, tengo hambre y un caimán acostado en la mesa me observa. Me rindo. Preparo un café con leche y unas tostadas, me siento a la mesa y miro fijamente al cocodrilo. Narra la historia de Jonás convertido en Rosete en palabras de Hugo Hiriart. ¿Sabrá ese hombre cuánto tiempo de mi vida se ha llenado y alegrado con sus letras? Y así llego a la conclusión de que yo no puedo durar mucho inmersa en el árduo trabajo que no me alimente con regularidad de la más pura belleza. "Hagámos un trato -le digo al caimán- por cada tarea cumplida, un acto". Me mira decepcionado, gruñe levemente y tuerce el cuerpo para alejarse, algo cruza por su mente y lo detiene y en un movimiento ágil y extremo se voltea y me traga de un sólo bocado. Escribo desde dentro suyo mientras sigue con su teatro: "Rosete sueña que baila un vals suave con la cocinera rusa al estilo del de Arensky para dos pianos".

No hay comentarios.: