miércoles, octubre 25, 2006

Confidencias

Y la lluvia nos sigue. En Castilla, que nunca llueve, cae el agua finita. En los trenes las gotas cortazarianas luchan contra la gravedad y también contra la velocidad que las va arrastrando cristal atrás, que las erosiona para luego, de un empujón, engordarlas con una gota que se negaba a correr. Aquí la lluvia es vertical y delgada, nada a qué aferrarse en su caída. Pienso en eso con mis calcetines a rayas anaranjadas... en mi casa. Pienso en ello a sabiendas de que es esta casa el puerto al que me aferro, en el que después de la embriaguez de los paisajes o de los afectos me escondo del mundo y hago un intento por asimilarlo y/o reconstruirlo. Y la lluvia nos sigue.

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