viernes, febrero 01, 2008

Pulga

Eventualmente, cuando el cansancio y el tedio se juntan, me da el síndrome de la pulga abandonada. Me da por pensar que los que me quieren ya no me quieren, me entra morriña por un jardín que ya no existe y unas ganas enormes de ponerme bien pero bien jarra. Y entonces me arrastro por el día cumpliendo con mis obligaciones -entiéndase acabar de corregir el capítulo dedicado a mis debrayes semánticos sobre los centros de interés de mis víctimas encuestadas- sueño que en mi comida hay bichos muertos de grandes patas, me muerdo y sin querer me hiero los labios. Y entonces S. hace alguno de esos gestos o esas bromas que no hace frente a nadie más y me saca una sonrisa de pulga reencontrada, y me le arrejunto y ronroneo y se me olvidan el cansancio, y el tedio, (y el p*t% y amado l!x¡c* d¿sp%n!bl*), y muevo mis patitas, y pulo mis antenas e hinco el diente quedito y con amor, pa' que no se de cuenta de que soy pulga, y de que me alimento de su alegría. lf.

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