sábado, julio 19, 2008

Casa tomada



Nos llegaron los avisos de que nuestros amados libros habían llegado ya al correo, así que, ni tardos ni perezosos, pusimos manos a la obra en la reorganización de nuestra biblioteca. Estaban ya ordenadas todas las repisas de la pared frontal cuando de pronto las dos más altas sufrieron un inevitable desmayo y caída sobre S. cuya expresión pasó de la contemplación a la alarma. Fue prácticamente un milagro que ninguna le abriera la crisma y que nada cayera sobre sobre las computadoras. Así que ahora, entre los libros huérfanos de repisas y libros recién llegados, la nuestra es, literalmente, una casa tomada. Semejante arrojo, literal y enorme, me hace sospechar sobre las cualidades de movilidad de los libros, sobre sus delirios de grandeza y la posibilidad de que sientan celos ¿cómo, si no, se explica que los antiguos libros de S. ante la amenaza de la llegada de los nuevos, se lanzaran sobre él exigiendo mayor atención? ¡Motín! ¡Casa tomada! A ver si no toman también posesión de mi lado de la cama. lf.

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