domingo, octubre 21, 2007

Diario de viaje, Vigo, día 1, 181007

Llego a Vigo hecha un manojo de nervios pero me dejo sorprender por todo: el acento dulcísimo del gallego, la amabilidad de su gente, y la verdura del paisaje que mezcla costa y pinos. La ciudad es enorme, gris y le da la espalda al mar, lo cual me entristece no sé muy bien por qué. El día se va en caminar por ahí, comer los mejores mejillones que pueda recordar, encontrar la universidad y ensayar lo que voy a presentar. Me sorprende estar tan nerviosa y me molesta ¿será que me he desacostumbrado a la gente? Me voy a la cama pensando que si leo lo que llevo nada malo puede pasar, pues está bien escrito. Duermo con mi presentación bajo la almohada. Duermo mal pero no recuerdo si soñé ni con qué. lf.

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