miércoles, octubre 24, 2007

Invierno



Nunca he tenido muy clara la fecha en la que empieza oficialmente el invierno. Para mí inicia el día que, sin importar la hora ni las circunstancias, yo me niego a salir de la tibieza de la cama a la fría atmósfera de la casa; es decir, hoy. Me consuela que el portero cuenta los días para que llegue el sábado y pueda encender la calefacción sin cargos de conciencia. Mientras tanto, me arropo en largos suéteres bordados y me enredo trapos en el cuello, incluso he comprado ya mi plantita de ruda para el ya consabido dolor de oído que se presenta sin falta cuando las temperaturas bajas y los estornudos se confabulan para mantenerme encerrada en casa. Es extraño, para alguien como yo del centro de México, ver cómo las estaciones te cambian la vida. Todo se vuelca hacia adentro y de pronto los espacios cerrados se convierten en universos protegidos y añorados. Miro por la ventana cómo los árboles se van pelando, cómo una lluvia fina sube un dulce olor a invierno, y oculto en mí una extraña alegría. Me olvido del trabajo, del futuro y de todo. Quiero jugar. lf.

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