lunes, agosto 14, 2006

Pequeños placeres





La brisa en la nuca empezó como una ofrenda: dejarle una trenza de mi pelo, como antaño, a mi madre, un mechón a mi abuela entre las flores y otro más a S. que, sorprendido, no estaba seguro de dónde guardarlo. De este ritual de acabar con la melena nacieron pequeños placeres: sentir el sol, la brisa y la lluvia, una mirada o un pensamiento en la nuca. Con los cabellos cortos hoy salimos a Tenextepec en busca de orquídeas. El día fue generoso y nos regaló el hermoso paisaje de la milpa coronada por el Popocateptl . El resto de la mañana en el invernadero estuvo llena de perfumes sigilosos mas penetrantes, de flores que se creen leopardos, aves o insectos, de otras que exponen su belleza pornográficamente, de aquellas que diminutas se asemejan a un sueño. A la salida del invernadero S. pidió de pronto que detuvieran el coche: había encontrado, entre las hojas y los pesados frutos de un aguacate, con esos ojos suyos que se vuelven color de oliva cuando escudriñan tesoros insólitos, el nido de un diminuto colibrí. Coronamos el día con una comida que incluía chiles en nogada y la correspondiente siesta necesaria para asimilar estos pequeños placeres: estar vivos y ser felices, sencillamente. lf

No hay comentarios.: