domingo, agosto 27, 2006

saudade prematura

Han pasado diez días desde que me quemó el azotador: en mi piel quedan puntos diminutos que, de ser rozados con un poco de fuerza por cualquier cosa, duelen y se hinchan empecinados en recordarme su existencia. Le enseño a mi madre los puntos en el pulgar y le pregunto si no tendré algo enterrado, ella me dice que no y me sirve un tequila. Después de grabar a mi abuelo contando sus viajes de legal e ilegal al otro lado, eĺ, mi padre y S. juegan al dominó. Mi abuelo le quiere poner un "zapato" a S. porque la última vez que jugaron ganó por mucho y no sólo el juego, sino el mote cariñoso de "Chapuzo", pero entonces S. hace una confesión: "Mi abuelo me enseño a contar jugando al dominó" y entonces mi abuelo le responde "Con que le voy a enseñar el padrenuestro al señor cura" y todos reímos. Mi hermano mira de reojo, él no juega dominó ni bebe tequila, pero le jala la cola al gato y es sencillamente feliz con su sonrisa morena. Me quedan aquí dos días y ya siento saudade de todo: del gato dormido sobre la mesa, de la cocina siempre llena, de los míos... Joer, lo que es descubrir el corazón repleto de afectos.lf

1 comentario:

hf dijo...

La vida cotidiana, debe seguir. Y como dice mi abuelito "Para todo mal, mezcal, y para todo bien, también".