sábado, julio 01, 2006

Apropiándome de las cosas


Auster dice que "Para que un hombre esté verdaderamente presente entre lo que le rodea, no debe pensar en sí mismo sino en lo que ve. Para poder estar allí, debe olvidarse de sí mismo. Y de ese olvido surge el poder de la memoria. Es una forma de vivir la vida en que nunca se pierde nada" (en La invención de la soledad). Cuatro días después de mi cumpleaños no. 28 me encuentro pegando hojas de enredadera en la libreta de viajes, haciendo monitos que rememoran el viaje a Sintra que S. me dio como regalo de cumpleaños, dibujando en el espacio intangible de mi cabeza las dos piedras enormes y cubiertas de musgo en las que me regaló tres flores doradas y una sonrisa llena de complicidad. Luego voy con los chinos y me compro un esmalte de uñas igual al que se compró la Salamandra, voy a la librería y mientras salgo con "Tokio Blues" entre las manos (recomendado también por la Salamandra) veo sorprendida dos ejemplares de mi propio libro de cuentos en la estantería. Regreso a casa sudando una horrenda gripa de verano, y caigo de pronto en la cuenta de que estas formas de memoria -juntar los restos materiales del viaje en una libreta, ilustrarlo, pintarme las uñas con brillantes Salamandrinos y llenar mis ojos con lo mismo que ella llenó sus ojos, recordar el gesto de S. al dormir e imitarlo en mi propio rostro involuntariamente- son mi manera de apropiarme de las cosas. Yo, caminando por ahí con mi andar de elefante, soy la Cintra antigua con su vegetación exhuberante, soy los rizos de los que la Salamandra se deshizo hace tiempo, soy la roca, y la perla y la distracción de S., soy la luz dorada de Lisboa que ilumina a una vaca impostora en la calle del Marqués de Pombal, y ese complejo de "Aleph" llena mi paseo y soy feliz, y las letras tendrán luego su tiempo, porque en esta forma de vivir la vida, nunca se pierde nada.lf.

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