martes, febrero 27, 2007

Dualidad en lucha y paisaje

Criada en un hogar profundamente católico, soy de esa gente que concibe y vive su vida siempre un tanto dividida entre cuerpo y alma o, por lo menos, entre cuerpo y algo más. De niña, con la cabeza repleta, primero de imágenes y después de palabras, me costaba entender que esta piel que me contiene es mía y que de romperse saldría sangre en vez de grafo-garabujos. Creo que no lo comprendí del todo hasta que un buen día en un esfuerzo máximo por ser reconocido, mi cuerpo se autotorció el apéndice provocando el famoso dolor con el cual uno no puede sino admitir que "Este cuerpo que tanto duele es mío y si revienta me voy yo con él". A pesar de esa aceptación no soy capaz de conseguir un equilibrio. Mis días siguen divididos y así, en algunos soy toda cuerpo, y en otros soy toda eso otro. El domingo por ejemplo, al terminar de transcribir el corpus fui básicamente pensamiento y emoción. Quizá la intensidad de esas sensaciones ha llevado a mi cuerpo a reclamar de nuevo su imperio. Así, ayer y hoy, mis pasos se han vuelto dolorosos en un punto específico de la planta del pie derecho. Suelo caminar rápidamente y disfrutar de ese paso, así que al principio me jodió un poco andar con lentitud octagenaria, pero poco a poco ese paso lento se convirtió en una oportunidad para volver a ver los rostros de la gente en la calle, gente que a su vez me mira extrañada por la lentitud y conciencia de mi paso (talón, punta, flexionar, no debes cojear; talón, punta, flexionar, no debes cojear), luego las cigüeñas planeando sobre la plaza, eligiendo al transeúnte que recibirá el golpe del palo que ya no aguanta su pico, una pequeña que empieza a caminar y que si no piensa "talón, punta, flexionar" sobrevive entre el equilibrio y la caída... como seguimos haciendo todos el resto de la vida. Justo en ese momento aprieto el paso, el punto grita expandiendo su dolor hasta el tendón de Aquiles, me detengo en seco. Hay que disfrutar del paisaje, respirar hondo, la clase de portugués puede esperar otros cinco minutos, no debes cojear.lf.

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