sábado, mayo 24, 2008

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Vamos terminando los pendientes, vamos regalando libros y muebles. Poco a poco nos despojamos de pequeñas cosas. Luego la vida nos golpea directamente en el rostro, desde el piso miramos con ojos llorosos su boca gritando amenazas, dice que no importa lo que hayamos hecho antes, que los esfuerzos y los desvelos, que los planes y los sueños, no valen nada para nuestro futuro, que ella y sólo ella moviendo los hilos de todo aquello que no podemos controlar, es dueña de nuestro destino. Y nosotros nos abrazamos como niños, queriendo rezar sin recordar el nombre de dios, queriendo hallar una esperanza o una certeza y encontrando sólo nuestros cuerpos... qué forma ha tenido la vida de reírse de nosotros en estos días. Conscientes de la futilidad de nuestros actos nos resignamos sólo a seguir siendo fieles a nuestros deseos: nos levantamos, nos limpiamos los ojos llorosos, echamos un par de madres pa' desahogarnos y seguimos. ¿Qué vamos a hacer si no? Escribo esto mientras Enrique Saucedo pinta el rostro de Eva a mis espaldas... y es que siempre hay en el mundo algo de poesía. lf.

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