viernes, junio 13, 2008

Diario



Al ver sobre la mesa los diarios de Pizarnik, el pintor me preguntó qué llevaba a la gente a escribirlos. A pesar de que llevo años y montones de libretas no supe que contestar. Podría haber respondido -cursi cursi- que me ayudan a vivir, pero la verdad es que me ayudan a pensar. Quizá sea por eso que mis diarios son de lo más aburridos: van sobre estados emocionales imprecisos o frágiles, y de ser leídos sospecho que darían de mí una impresión tristísima y desquiciada (aquí es donde mis amistades deben reír nerviosamente y, quienes no me conocen, sospechar). Otro tipo de significados halla sitio en otros géneros o lugares, aquí por ejemplo.

Supongo que ahora diría que la escritura, como la existencia, tiene fases públicas y privadas, y que bajo la protección de la "privacidad" del diario es posible encontrar un espacio enteramente propio, donde la expresión o la censura y el grado de trabajo o exigencia en la escritura están definidos por el autor. Para mí el diario es el sitio de las cosas incompletas, el rincón bajo la cama que guarda las pesadillas, y que, eventualmente, intenta funcionar como una polaroid emocional. Escribo por el mismo motivo que él pinta: por necesidad, pero unas cosas aquí y otras allá.

Sobre estas cosas pienso al final de un día somnoliento en el que la defensa de la tesis a penas avanzó y Rumanía empató con Italia en la eurocopa. Si tan sólo pudiera desengancharme de la loratadina o si las plantas echaran polen antialergénico otro gallo cantaría. lf.

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