domingo, marzo 02, 2008

Dhumareda

Me encuentro inquieta. Veo cómo la ansiedad me sale a borbotones por la piel y se instala en la habitación como una bruma turbia y cerrada. Abro todas las ventanas para que las corrientes de aire se la lleven, cuando la visibilidad en la habitación ha vuelto, me tumbo en el sillón y leo. Soy un traficante en la frontera de un Este antiguo, soy un amante de estrellas, un brillante observador de las estaciones. Viajo a través de los caminos y de los bosques, no me pierdo en las ciénagas, acaricio con mi mano derecha un arma de fuego salvadora, recuerdo con cariño a Janinka y pienso en que la gata le dijo que yo volvería. Algo me arrebata de la página: huele a humo. Me asomo al balcón, la calle entera se oculta tras una espesa capa de humo, pero nada se quema. La gente se tapa la boca y la nariz con el cuello de sus abrigos, un camión de bomberos circula lentamente por la calle, mientras los rostros de sus ocupantes escudriñan los edificios. Un portero le pregunta a otro donde es el incendio. Nadie da con su origen. Vuelvo adentro. Cierro las ventanas y me resigno ¿qué podré hacer encerrada en mi propia penumbra? lf.

1 comentario:

ÓL dijo...

No abandonar al amante de la osa mayor, e iniciar tus propios fuegos secretos, como haces.