lunes, marzo 03, 2008

Incendio jabonoso contra los transeúntes

Compro alimentos y cocino compulsivamente. Limpio la casa: aquellos ricones durante meses de Tesis olvidados. "Echo la colada" y redescubro que la lavadora tiene una fuga. El agua jabonosa se esparce por el suelo de la cocina, ríe, se burla de mí "¡Mira mira!" Me grita asomándose por la puerta del salón. Me da tristeza conterla, quisiera que inundara la casa toda y saliera por el balcón, que le cayera en la cabeza a los transeúntes distraídos y que profirieran maldiciones blasfemas, muy a lo español, en contra de mí, de toda mi familia y de todos los seres responsables de la creación. Imagino sus rostros enrojecidos y encolerizados mientras la espuma y yo, reímos como niñas malcriadas. Vuelvo al sillón verde, a la lectura del Este, al nieve que este año no cayó y me acerco peligrosamente al final. Constantemente cierro el libro pensando en que no quiero que se acabe, y luego lo vuelvo a abrir, porque en él me siento cómoda, tranquila y contenta. S., que lleva todo más adelantado que yo, junta su Tesis, le pone letra nueva, trabaja en ella todo el día cuidadosamente. Yo compro alimentos y cocino compulsivamente, leo como desesperada, maquino complots con el agua y recuerdo esa canción que a penas he oído una vez "hay que ser feliz, aprender a querer, no lamentarse por lo que no fue" o algo parecido, que suena a tango, a danzón y a promesa. lf.

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