lunes, marzo 17, 2008

Diario de viaje, Lisboa 15/03/08 Oceanario



Papá tiene un montón de aventuras que contar sobre su época de marinero: la ocasión en la que arreglando un instrumento que recogía agua de ciertas profundidades fueron vigilados por tiburones hasta que muy cerca de ellos pasó uno cuyo ojo era, cito las palabras de mi padre "tan grande como un plato"; o aquella vez en la que pescando abulones salió de entre unas rocas una morena gigante; o aquel sitio cuya agua estaba tan cargada de tierra que no podían ver los tubos amarillos del tanque sino estaban pegados contra el plástico de sus goglets. Criada en el centro de México, teniendo el mar tan lejos y visitado una vez cada muchos años, estas historias eran a la vez el recuerdo y la promesa de un mundo mucho más vasto que el plácido azul de la piscina. El segundo día de viaje lo dedicamos a visitar el Oceanario de Lisboa: una auténtica maravilla arquitectónica, una escultura de cristal y metal al pie del agua viva y palpitante por dentro. Cualquier intento por describir la experiencia de esa visita será insuficiente, valga sólo decir que ahora comprendo de otra forma la pasión de mi padre por el mar y guardo mi propio asombro para las noches de insomnio que ahora tendrán por compañía seres, colores y movimientos de ese otro mundo. lf.


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