sábado, marzo 08, 2008

Tesis vs Colorina

El inesperado regreso del invierno me empuja constantemente a buscar el abrigo de la cama deshecha, de las bufandas mullidas y de los ponchos de bolitas. La semana ha transcurrido rápidamente entre trabajos pendientes, clases intensivas de portugués, la lectura de El amante de la Osa Mayor -sí, a pesar de lo que diga la portada era amante y no enamorado-, y la cocina llena. Hacía tiempo que no pasaba tanto tiempo inmersa en la lectura, tantos días alejada del ordenador. Espero, tan pacientemente como puedo, la vuelta de Tesis, y procuro disfrutar de su ausencia no sólo poniéndome al corriente con otros trabajos (y juntando tortibonos), sino recordando y reviviendo antiguas, amadas ocupaciones. Me molesta, sin embargo, que las letras se hallen tan lejanas de mi mano, que los versos se nieguen, que las antiguas tramas sigan detenidas. Afortunadamente hay historias que no precisan de palabras, así que con lápices en mano, juego con la pequeña Colorina. La miro y en un recurrente y destructivo afán por descartar cierta parte de mi, me pregunto quién sobrevivirá más tiempo, si ella o Tesis, quién es más importante, cuál de ellas aporta más. Luego, avergonzada, les pido perdón por creer que una debería descartar a la otra, por no comprender que una puede ser indispensable para la existencia de la otra. Incapaz de asumir enteramente la responsabilidad de estos negros pensamientos, cargo la culpa en el hecho de tener tres nombres de pila ¿quien puede tener una personalidad definida con tanto nombre? con semejante pluralidad manifiesta ¿quién puede hallar unidad en su existencia? lf.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Los treinta y siete barcos de la flota del capitan Mucheron dejaron el puerto de Rótterdam esta mañana. El viento soplaba, frio y salado, en las narices del joven Raleigh, que no tenía memoria de un mejor momento que este respirar y el vayven de un barco que no se sabe si sobrevivirá la posible batalla.

El fénix, comandado por Mucheron, lleva como siempre la bandera pirata lista para darles miedo a las flotas españolas, que aun engrandecidas después de la conquista de las Indias, seguían respetando la insignia negra que prometía la muerte.

Los que vieron combatir a Mucheron con la insignia pirata, dirian que era mas bien la bandera holandesa la que era una farsa.

En todo caso, ese miércoles de Octubre de 1687 ni Mucheron ni el joven Raleigh presintieron con suficiente antelación el encuentro que años mas tarde, les haría rivalizar no solo en bandera sino tambien en destino, que es una causa valida para cualquier guerrero, con Nuñez y su Gato Negro.