miércoles, marzo 19, 2008

Diario de viaje, Lisboa 16/03/08, Media Maratona




Nos levantamos temprano. Comimos granos de café cubiertos de chocolate y nos sumergimos en el metro. Para llegar a la línea de salida fue necesario recorrer media línea bajo tierra y luego un tren. Yo soy incapaz de correr de aquí a la esquina sin caerme tres veces, sin embargo el último año en la piscina me ha enseñado el placer de sentir el cuerpo sencillamente siendo, transformándose en movimiento, libre del resto de lo que somos. Correr, según he podido apreciar como acompañante, tiene, además del puro placer del cuerpo, el atractivo de las rutas y su paisaje. La de la Media Maratona de Lisboa ofrece, además de la belleza propia de la ciudad, la oportunidad de cruzar a pie el Puente Antiguo, siendo el día de la carrera la única ocasión en la que el rojo coloso de metal puede atravesarse a pie. Un calambre tempranero nos detuvo a medio camino e incluso nos hizo dudar, sin embargo al final S. se echó a trotar entre una muchedumbre de Lisboetas entusiastas para ganar buen sitio cerca de la línea de salida. Yo tomé el tren de regreso, luego el metro y otro tren para llegar hasta la meta y, por increíble que parezca, en el último trayecto pude observar desde mi vagón, cómo S. corría en la calle paralela. Nos reencontramos frente al monumento de los descubrimientos, compartimos un helado de menta y celebramos el resto de la tarde y de la noche andando por la ciudad, bebiendo porto, dedicándonos a la delicia de estar en Lisboa. lf.

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