martes, junio 12, 2007

Estimado Señor Doctor:


Estimado Señor Doctor:
Siguiendo sus instrucciones he dejado de tomar el medicamento contra la alergia al polen. Al principio me sentí bien, sobretodo por la desaparición de la somnolencia que, aunque al principio fue un estado interesante para ver la vida y desentenderme de mis obligaciones, después se convirtió en un lastre e impedimento para el pensamiento, ya no digamos lúcido, sino tan sólo racional. Así que, como le decía, los primeros días me sentí bien, incluso a pesar los ataques esporádicos de estornudos y ojos llorosos. Pero hoy Señor Doctor, he perdido ya la cuenta de los paquetes de pañuelos desechables que he usado, me arrastro de un lado a otro de casa, con mi pañuelo en mano, con las ojeras zurcándome la cara, lagrimeando sin cesar, incapaz de hacer cualquier trabajo, desde prepararme una taza de café hasta leer cualquier cosa (la falta de cafeína, como usted comprenderá, tampoco ayuda a mi estado). Los estornudos tampoco me dejan dormir, pues me atacan cada pocos minutos. Me he sentado resignada a esta mesa, acompañada por un vaso con agua que es lo único que he logrado servirme, a escribirle con sumo esfuerzo esta carta desesperada. ¿Está usted seguro de que tengo alergia al polen? ¿Acaso no será alergia al mundo, o peor aún alguna reminiscencia de un poema leído antes de dormir, o alguna tristeza injustificada disfrazada de alergia? La idea no sólo me atormenta, sino que me asusta, pues de ser así no hay nada que usted pueda hacer por mí... acaso diagnosticar si relamente es alergia al polen. Le envío esta carta con el hijo de la vecina, no se asuste si le dice que me he quedado mirando las canicas tricolores que he puesto en la base de mi gardenia, sólo estoy buscando un antídoto en forma de belleza.
lf.

2 comentarios:

ÓL dijo...

¿Y si es una alergia a los médicos?

hf dijo...

¡O Dios Nooooooo! (Mis suegros son médicos) lf.