sábado, agosto 09, 2008

Azotea



Cuando cae sobre la ciudad la penumbra, me gusta subir a la azotea. Me acomodo en una esquina del edificio, recargo los brazos y la barbilla en la barda y me sumerjo: un carrito que vende camotes y plátanos, los ladridos de los perros, el murmullo de los coches inmersos en el laberinto, el silbido de un transeúnte. No veo ninguna de estas cosas y, sin embargo, están tan presentes como la media luna que frente a mí se oculta tras la neblina. Aquí el cielo está siempre vivo, lleno de nubes a que juegan a perseguirse, de cirros altos como poemas apenas dichos, de masas gordas y oscuras escupiendo truenos. Un grillo inagura la sinfonía del fin de semana, mi vista baja de la nube a la noche, al oculto perfil del Ajusco no habitado. Bosque negro rezando rebeldía, rezumando silencio sobre esta ciudad siempre viva. En el edificio de enfrente una chica se cambia de blusa y se maquilla, en el de atrás un hombre habla con su computadora y masca chicle, en el jardín de abajo dos jóvenes se escabullen entre los arbustos. El gato del primer piso sufre la crueldad de un cascabel recién puesto al cuello. Un día de estos me ganaré su confianza, arrancaré el cascabel de su collar y lo amarraré a un hilo largo largo. Pasadas las tres de la mañana lo sacaré por la ventana, lo bajaré hasta el primer piso y lo balancearé para que suene contra la ventana hasta que los durmientes de esa casa tengan pesadillas cascabeleras... confío en que a esa hora el gato esté echando novia y en que los durmientes tengan sueño ligero. Una sirena me trae de vuelta a la azotea ¿estaré sola? Hoy, en el cubo de la escalera había un alacrán negro. Mi instinto Guanajuatense gritó "¡Adrenalina y zapato en mano!" pero mi actual estado de admiración permanente me detuvo y me llevó a observarlo largamente. Creo que alguien lo había fumigado, porque no se movía. Donde hay uno hay dos, pero la azotea es muy grande y cabemos sin problemas. Quien sabe, igual y hasta nos hacemos compañía. Pobre alacrán moreno, muerto entre tanta vida... con suerte también le salen alas y allá va en medio de la noche mientras su vivo compañero llora su ausencia... Y en esas cosas pienso cuando me trepo a la azotea y dejo que la ciudad me engulla en su cálida inquietud. lf.
Pintura original "Otra ala de alacrán" de Vencia López.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Dibuja y pinta bien chido la Vencia. Se le escurren las pinturas como la alegria dejando el olor a felicidad pasada a nostalgia fresca. Hay tambien algo de horror sin aspavientos como ese tuyo ante el alakran fumigado.