jueves, enero 18, 2007

La letra como confesor

El corpus de mi investigación está hecho de textos escritos por alumnos jóvenes que estudian español como lengua extranjera. Para obtener los textos ofrezco un taller de escritura a cambio del cual los participantes me dan permiso de usar sus escritos en mi investigación. El taller suele ser muy corto: 10 horas en una semana o semana y media. Ahora que he vuelto también mentalmente de los viajes, me dedico a transcribirlos y no acabo de sorprenderme ante el descubrimiento de la letra como confesor. Mis alumnos, a pesar de estar escribiendo en una lengua extranjera, y todos los esfuerzos e inconvenientes de comunicación que eso implica, a sabiendas de que yo, a quien a penas conocen, voy a leer sus escritos y usarlos para mi investigación, escriben sobre cosas muy personales, cosas que les preocupan. Manifiestan su tristeza, la saudade provocada por la lejanía de los suyos, los sentimientos de frustración ante el choque con una cultura ajena, el miedo de que le ocurra algo malo a sus seres queridos, miedo a enfermarse, al invierno... a estar solos. Todos estos sentimientos, ante la letra, son más fuertes que cualquier autocensura. Somos seres gráficos, parecería que en esas manifestaciones yace nuestra libertad y nuestra esclavitud...

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