jueves, septiembre 20, 2007

De vuelta


La alegría del regreso está hecha de pequeñas cosas: las plantas vivas, una regadera que funciona siempre y bien, un par de mensajes no comerciales en el teléfono, la luz que entra por la persiana ya tarde de mañana, una cama que sabe siempre a dos. Luego viene una urgente visita al super (café, queso y gazpacho) y la vuelta a la rutina (tesis, corrección y nadar).
Si no hay muchos asuntos pendientes que nos obliguen a andar por la calle, pronto nos sumergimos en el vaivén doloroso de la filigrana tesística: preparar, procesar y analizar datos; describirlos, no, tacharlos; describirlos clara y objetivamente; revisarlos ¡si fuera posible la belleza! pero no, mi tesis son listas y listas de palabras. Alguna vez alguien me dijo que escribir una tesis era algo así como hacer un intento de ensayo. En mi caso no hay nada más lejos de la realidad: la lingüística aplicada es una ciencia seria que requiere de hipótesis, pruebas y argumentos. El "ensayo", en su sentido más literal, no está permitido: se requiere de resultados hechos y derechos, no de ensayos, esos son los que hago yo ahora, uno tras otro para llegar por fin a un resultado no sólo presentable (presentar se puede cualquier cosa) sino defendible.
Cuentan que Hugo Hiriart en cierta clase que impartía hace años en México, decía que las cosas están bien escritas cuando parecen obvias. Lo mismo se aplica a mis datos: cuando están listos son transparentes y parece como si hubieran crecido por si solos en cualquier jardín llovido del centro de México. Todo el trabajo que hay detrás, todos los fallos de cálculo, los errores de edición, ensayo tras ensayo de una y otra variable juntas y separadas, se esconden de la vista para dar lugar a un resultado final que parece sencillísimo: listitas de palabras.
Las miro de arriba a abajo: esas son las palabras que habitaban, por orden de disponibilidad, las cabezas de una treintena de estudiantes extranjeros en Alcalá a principios del siglo XXI. Ni siquiera son cosas, ni ideas, sólo palabritas sueltas, mal escritas, deformes, rudos sonidos haciendo eco en una grafía que mezcla idiomas y culturas. Pobres huérfanas mías. Nadie las quería, a nadie le importaban y puede que a nadie más vuelva a importarle, pero ahora son mías y tienen en mi memoria resguardo.
En realidad en eso consiste la alegría del regreso: en volver a lo amado que no te acompañó en el viaje, incluso cuando no sepas que lo amas hasta que de nuevo lo encuentras y sonríes. lf.

1 comentario:

ÓL dijo...

Benvingut.