miércoles, septiembre 12, 2007

Diario de viaje, día 2: Besançon por la mañana.


Mientras S. asiste a un coloquio de antiguas literaturas, yo vago por la ciudad cargando en el bolso un paraguas y un libro de morfología del español. Al cabo de mediodía la pequeña ciudad se transforma en un elegante cuchillo para matar el anonimato. En un café, donde reina el silencio -silencio que viniendo de España me sabe a cielo- soy interrogada por un par de desconocidos sobre mi origen y propósito en ese lugar. Me acabo el té viendo las fotografías pegadas en las paredes: gente negra de todas las edades, vestida de hermosos colores, con miradas profundas, viviendo en la pobreza. "Tres jolie" dicen todos al verlas... escapo de sus palabras, de las blancas tazas y pulidas mesas como si de la Reina de Corazones decapitadora de cabezas, huyera. Ando a solas, sin S. para compartir lo que me llama la atención -todo es taaan bonito- para reír del mundo -todo está taaaan bien- y de nosotros -¿qué hay de malo con el bienestar?-. No hay un monólogo interno, soy sólo pasos y mirada, pasos y mirada. Para la hora de la comida, que ahí es a las 12, he recorrido todo el pueblo, no he abierto el libro de morfología y ya han anidado en mí pensamientos subversivos. lf.

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