martes, julio 03, 2007

La imaginación del persianista


Hay gente cuyo trabajo requiere que entren en casas ajenas. Al no ser visitas sino más bien reparadores de cosas (a menos que sean ladrones como le sucedió a Malversando), suelen encontrar las casas en su estado normal de existencia (en nuestro caso un poco polvosa y desordenada) o incluso deterioradas. Es decir, nadie arregla o limpia su casa especialmente para recibir al plomero, y éste, en el peor de los casos puede encontarla patas arriba y medio inundada.

Hoy entró a nuestra casa un persianista. No, nada que ver con las alfombras ni con los cuentos de Ceylán, se trata de alguien cuyo oficio es arreglar ese gran invento español de las persianas de seguridad (que fundamentalmente protegen del maldito verano). No es la primera vez que viene uno, la puerta de la terraza tiene un déficit de atención por lo que frecuentemente tiene comportamientos erráticos, pero lo que a los otros persianistas les había llamado la atención, eran las mac "¿Es eso un mac?... ¡Qué chulo!... ¿son los de los i-pod verdad?" y se iban de casa sin ver gran cosa el polvo o el desorden, pensando en esos ordenadores blancos con manzanita. Este persianista entró a la casa llena de libros y colores arrumbados por aquí y por allá. Nos explicó que la puerta no corría bien porque se le había roto una rueda pero que no sabía si eso lo cubría el seguro. Desmanteló la parte superior de la puerta y arregló la persiana. Luego, antes de volver a cerrar la parte del mecanismo, nos explicó por qué se rompe todo el tiempo y nos dijo que para que la persiana "no sufriera" había que dejarla del todo arriba o abajo. La subió y dijo, "Aquí la persiana no sufre", luego la bajó y repitió "Aquí tampoco sufre", y luego dejándola a medio abrir dijo "Aquí es donde la persiana más sufre, le cuelga todo el peso y entonces sufre mucho". Yo que había pensado siempre que eran las cosas animadas las que sufrían y que las inanimadas sólo "se desgastaban", estaba a punto de echarme a llorar por nuestra insensibilidad con la persiana. Nunca pensé que la erosión propia de las cosas en uso implicara ningún sufrimiento. "Pero bueno, esto es sólo un consejo" terminó por decir el persianista mientras yo pensaba que aquel era un hombre que comprendía bien su trabajo.


Llenó un papelito mientras bebía un vaso con agua y cuando me pidió que firmara nos dijo "Y ahora me tenéis que decir para qué son las canicas, que si no, esta noche no voy a dormir". Le explicamos que las canicas en la base de la gardenia, la mantienen alejada del contacto directo con el agua y que la rodean de humedad sin que se le pudran las raíces. Entonces dijo: "Claro. Lo que pasa es que os podéis imaginar lo que queráis de esas canicas, que reflejan el sol desde abajo, o que el cristal... qué se yo! Iba a estar en la noche imaginándome toda clase de cosas", y es que hay que tener un trabajo que implique meterse en las casas de la gente para poder imaginar la cantidad de excentricidades que deben ver. Satisfecha su curiosidad, el persianista tomo su papel, se despidió y entonces dejó nuestra casa convertida en un paraje de persianas sufridas consoladas por una gardenia con canicas que irradian luz en su complejo de sol. lf.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es curioso... hoy viene el persianista a nuestra casa. Nuestras persianas murieron ("muertas" y no "estropeadas", tengo que decir). Lo que verá será un tapete de rayas marrón, y un photos con un montón de piñas de pino, que básicamente, tienen la misma fución que las canicas...
Así siento que no estamos tan distantes :)