miércoles, julio 18, 2007

París, día 2, 11/07/07, El sueño impresionista


Día gentil de trazos impresionistas. Vi por fin los cuadros que adornaron la habitación de mi infancia. En uno de ellos las manchas de sol juegan a escaparse, en el otro se repite siempre el mismo rostro femenino. Eso me lo hizo notar un pintor cuando yo tenía 16 años, él me sumaba más de veinte y trataba de seducirme diciéndome que yo era así (entonces supe que los rumores de que era esquizofrénico eran ciertos). Me gustó sentirme abrumada por las dimensiones del lienzo, superar la memoria tamaño "póster".

Por la tarde S. leyó una comunicación sobre pliegos de cordel en una mesa de teatro. Tema difícil que siempre acaba en mesas ajenas. Le fue bien: los teatreros (de cariño) vieron de pronto su tema de trabajo en pliegos colgando de un hilito para el vulgo y se preguntaron qué significaba eso para los autores.

La noche se resolvió en una excursión a Montmartre con Risa Rubia, luego de unas chelas y unas crepas me trepé en la reja de entrada y tomé insistentemente fotos que prometían quedar sólo como difusas manchas de luz. S. dijo que la foto debía habérmela tomado él, conmigo encaramada a media noche en la reja de una iglesia parisina.


Fue un día gentil que, quizá por ver de cerca los dos cuadros emblemáticos de mi infancia -aquella, la excesiva y feliz- sabe, desde esa misma noche, a recuerdo ya añejo. Esa noche soñé con iglesias multiplicadas y difuminadas por el tiempo. No hubo palabras para explicar el motivo de su silencio. lf.

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