viernes, julio 20, 2007

París, día 3, 12/07/07, día laargo, noche de blogueros

El día fue largo, pinto tres postales hasta sumergirnos en la noche de los blogueros:

Postal 1, El Louvre.



Cuernito con mermelada, café olé, un galuasillo matinal ¡fuera! Empezó la competencia para más-mirar el Louvre en medio de un día nublado. Entramos sin sigilo como buenos turistas a ver lo que se supone que hay que ver. Es decir, a saludar al póster de la Monalisa a 10 mts. de distancia, tras un cristal y un chingo de turistas con cámara. ¿Quién se cree que esos cuadros, al alcance de un mocoso de tres años que ose estirar la mano, son los verdaderos? No creo que importe mucho, la mayoría de la gente ya no va a ver los cuadros, sino a tomarse una foto con ellos para que quede constancia de que estuvieron ahí. El cuadro les vale madres. Como sea yo fui feliz con la colección egipcia y, por la tarde a esculturas griegas varias. Prometo pormenores en postales posteriores.

Postal 2, Pato a la pantunfla


En el inter nos escapamos a una comida con pato que nos invitaron una amiga inquieta que para burlarse de sí misma dice tener cerebro de pantunfla, y un sabio sonriente con una mano de madera oculta, junto con su historia, en un guante negro. Son los seguidores del Santo Santiago, los que en su nombre han vivido aventuras por todo el mundo, los que por él protegidos van tejiendo historias. De ellos aprendemos siempre que, con la edad, las energías y la sed de aventura debe ir in crescendo.

Postal 3, Balthus y esculturas vivientes



Entrada ya la tarde nos arrastramos, agotados, por las escaleras eléctricas del Pompidú. Vimos nuestros primeros Kandinskis, Pollocks y Modiglianis, pero fue con Balthus con quien tuve que frenar mis manos. De pronto el cuadro no era eso, sino una escultura de arena desvelando un sexo ténuemente iluminado. Que la imagen surja así de la textura es sublime. S. tuvo que arrastrarme lejos del cuadro, recordarme que teníamos una cita, y me prometí volver a ese cuadro, algún día, mientras las esculturas vivientes le daban la espalda a París y vigilaban nuestra huída con su alma vaporosa.

La noche de los blogueros

Corrimos, literalmente, por las calles de París en busca de su cementerio. Ahí habíamos quedado de vernos con Harmodio, a quien no conocíamos y a quien le había dado por referencia, como si todo el mundo se citara en el Panteón, que llevaría una bolsa inconfundiblemente amarilla. Al llegar lo reconocimos junto a otros dos amigos que sí conocíamos. Me sorprendió que fuera más joven de lo que yo lo imaginaba, que no sostuviera en frágil equilibrio a su amada bicicleta que si no mal recuerdo se llama Valkiria, que no llevara puesta una camiseta inconfundiblemente mexicana. Antes que las preguntas sus ojos llevaban escudriñándonos -sí, bolsa amarilla- toda la explanada. Musofóbico de mirada oscura y curiosa, nos llevó a un bar que dice es mítico, tendría que serlo llamándose el Pantalón y teniendo una perra regordeta inspeccionando alegre las piernas de todos los clientes.

Hablamos un poco del blog, él dijo que era curioso cómo uno se forma imágenes de la gente, pero no me dijo nada sobre cómo me había imaginado. Conversamos también sobre ex-oruga gritona, nos confesamos fans y concluimos que si vive en Venado Tuerto es porque está terriblemente enamorado. Pronto la conversación derivó hacia los corpus lingüísticos, la programación y los tipos de léxico. Logramos que nuestros amigos mexicanos, padre e hija, se bebieran 3 chelas a pesar de la tarea de francés y los proyectos sobre los cuales dar cuenta y se quedaron hasta poco después de que llegó el resto de la banda hispano-francesa.

¿Debo nombrarlos? Ninguno lee mi blog así que supongo que da igual: llegaron el Copista, Hanna y Marcos. Su llegada fue contundente, cargada de acentos locales, de delicias lingüísticas sin contaminar por su estancia en el extranjero. Aunque Hanna se dedica a la investigación sobre el exceso de vida y la incapacidad de morir de las células cancerígenas, también escribe, así que en tanto el Copista le entregó a Harmodio una copia comentada de su novela (sí, la tan anunciada, sufrida y extrañada en Malversando), aquello se convirtió no en un taller literario, pero sí en una reunión de talleristas que se conocen muy bien. Me sorprendió que estuvieran tan seguros de su arte y del de sus compañeros. La noche fue desdoblándose en secretos a voces sobre sus amados autores. El Copista tuvo a bien narrarnos su tesoro: un golpe accidental que dejó con la nariz sangrante a un skin y que le ganó una tarde en compañía de Bolaño. Luego defendió a capa y espada que el siglo XX era de Borges. Con Marcos discutimos Tala y si aquel desdén por Viena sería o no una tradición; sostuve, sí, en París, que demasiado bienestar lleva siempre a un vacío, pero no sé si alguien, además de S. comprendía lo que quería decir. También intenté explicarle que para nosotros, que no tenemos vida social, el blog es otra forma de existencia y de sentido, más allá de la elaboración de personajes.

Las chelas se multiplicaron, los hombres jugaron a entretenerse con una mesera semioriental ( pero era ella la que se entretenía con ellos). Le confesé a Hanna que el gesto de pegarse una cinta de empaque con el letrero "Frágil" en la cintura era un acto revelador y lleno de valentía. Quería decirle que la fragilidad es valiosa y que su admisión, así, en medio de la noche, protege su inocencia, pero éramos demasiados y yo acababa de conocerla. La noche en París es corta y la chela cara, debe ser por eso que todos se pusieron muy jarras muy pronto. Hubiera deseado que la noche fuera más larga, las chelas más baratas y la lucidez más aguantadora. Hubiera querido platicar más con Harmodio, sobre los libros que no le robó a su vecina, sobre la gramática del espacio como posibilidad narrativa, sobre los garabujos y el mixionario. A las 2 am. Hanna recordó que al día siguiente tenía una entrevista de trabajo a las 10 y se puso a perseguir taxis. Marcos hizo el cuatro mexicano antes de treparse a su bici, nosotros nos subimos a otro taxi y Harmodio se quedó ahí, en medio de la noche parisina, con su novela bajo el brazo. lf.

No hay comentarios.: