viernes, abril 14, 2006

02 febrero




De pronto es febrero. El primer mes del año se ha terminado y yo ¿qué he hecho? El tiempo me juega trampas... sobrevivir al fin del año pasado, ir a Túnez, terminar la traducción de unos cuentos, transcribir mogollón de textos para mi corpus, deprimirme tres días por lo que no puedo hacer para ayudar a los que amo, enfermarme una semana, comprar boletos para ir a Budapest en marzo y, lo más gratificante a corto y largo plazo: aprender a hacer café turco. Me aficioné a él en un cafecito para locales en la medina de Hammamet. A diferencia de lo que digan los folletos de viaje, Túnez es frío en invierno, así que entramos congelándonos al cuartito que hacía de cafetería y pedimos con un café. "¿Turc?" nos preguntó un hombre en francés con acento árabe "¡Tunisien!" respondimos con el entusiasmo de probar un café que no fuera la tierra de las macetas del hotel pasada por agua. "Aseye-vous" nos dijo el hombre y desde nuestra mesita vimos muy atentos su espalda mientras daba y daba vueltas con un palito a nuestros cafés preparados en dos diminutas ollas. Pronto llegaron a nuestra mesa, con una sonrisa acogedora, dos tazas de expresso con un café fuerte, oscuro e increíblemente aromático. Lo bebimos como viajeros sedientos del desierto y halagamos al dueño del establecimiento "Avec jazmin" nos dijo y poco a poco, en días distintos y con cafés acumulados fue revelándonos el secreto: no es agua de jazmín sino un destilado de la flor de un tipo de naranjo lo que le da alma tunecina a ese café. El último día de nuestra estancia nos internamos calle arriba a la ciudad, hasta donde ya no había más turistas que nosotros y ahí encontramos una tiendita con chiles colgados en la puerta y toneles con todo tipo de aromas dentro. Ahí conseguimos nuestra "Eu de fleur d'orange" y comenzó la aventura del café turco. Nuestro abastecedor de café en España (www.elrincondelosaromas.com) ha sido inmensamente generoso y además de experimentar para dar con la mezcla de café idónea, nos ha regalado el ibrik que tenía en su tienda como adorno. Ahora vierto en él el café, el agua falsa de jazmín y en otras ocasiones cardamomo, canela o anís. A un mes de aficionarme al turco comprendo que no basta con beberlo, que el placer se encuentra también en prepararlo y en dejar los pensamientos libres mientras espero a que el agua suelte el hervor, la espuma de café suba y mi mano, atenta, lo retire del fuego justo cuando toca el borde del ibrik. El turco sabe siempre a esos pensamientos.lf. Fotos del amanecer en Hammamet y de la tienda de especias.
22:43

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