domingo, abril 16, 2006

Rojo

Vuelvo a ver Rojo, de Kieslowsi y escribo con la imagen del juez visto a través de una ventana rota viva en la memoria. Ése hombre ha logrado reunir a quienes debían conocerse. El conocimiento del otro, la comprensión del otro más allá del razonamiento es una cosa inusual, una cuestión de naturalezas, una lógica incomprensible a nuestros ojos. Yo puedo intentar desvelar mi ser ante quien yo quiera, pero la comprensión real es algo que está más allá de nuestras voluntades. Este pensamiento renace en mí como un sueño no esperado que dota de nuevo significado a la etapa que ahora vivo. Esta época de mi vida se constituye de días llenos de trabajo, y de pronto parece que esta labor no tiene fin, que consume nuestra existencia, que dejamos de vivir un poco por darle vida a nuestras ideas. En medio de todo eso veo Rojo, y caigo en la cuenta de que estos días saturados de trabajo vienen también con una inagotable compañía, con una vida privada llena, con una comprensión poco usual: S. me mira y sabe que necesito ayuda con mi base de datos o que mi descanso está en una caricia suya, yo escucho sus movimientos y sé que está resolviendo un problema en su investigación, lo miro de reojo y tengo la certeza de si podrá dormir esta noche o si algo le rondará la cabeza en sueños. Y toda esta vida compartida en lo más desgastante del trabajo, es un privilegio regalado por un juez que obstinado,insistió en reunirnos en las menos probables de las circunstancias. Vuelvo al trabajo pero ya no estoy agotada: me dejo caer con el murmullo de mi historia en el dulce silencio de saberme comprendida.lf.

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